UN ÁRBOL Y UN
NOMBRE SON NUEVO TESTIMONIO DE GUERNICA
"Pocas cosas más
tristes, señores, entre los espectáculos de la naturaleza que el de la
contemplación de un árbol que muere. Más, mucho más triste, más
encogedor del ánimo que esos paisajes desérticos, que esos panoramas
polares en los que pareciera que la vida nunca existió o que por ventura
se hubiere, hace siglos, para siempre extinguido, son para mí esos otros
jalonados por árboles cuyas raíces secas, cuyos troncos retorcidos,
cuyas ramas desnudas, están señalando el tremendo momento en que el
supremo poder de fecundación de la naturaleza ha dejado de ser.
Pero si es triste y
desolador el espectáculo del árbol que muere, nada por contra, tan
alegre, tan tonificante, tan promisor como la contemplación de los
árboles que nacen; de los árboles que con ocasión de esta hermosa
fiesta vemos hoy surgir a la vida.
Parece que se alzaran
como una promesa de vida larga y fecunda; parece que se levantaran
ofreciendo tantas esperanzas risueñas como sus hojas de un verde
simbólico; parece como que sus ramas jóvenes fuesen capaces de cobijar
todos los mejores auspicios para la tierra en que nacen y para el hombre
que les ayudó en su desarrollo; parece como si asistiéramos al
nacimiento de seres humanos; parece que, como en el nacimiento de éstos,
nos brotaran también a nosotros en el pecho las raíces de una honda
alegría que no de otra cosa procede sino de una como comunicación de
vida, de una como participación en una perpetua renovación de nuestro
existir.
Por todo esto, es
hermosa esta Fiesta del Árbol que hoy estamos celebrando. Lo es hermosa
para todos los corazones; pero, lo es, sobre todo, para los de los vascos
y descendientes de vascos de este Departamento de Colonia para quienes
tiene esta fiesta una honda y especialísima significación.
Habéis plantado hoy
aquí un retoño del árbol de Gucrnika. De aquel árbol que daba cobijo a
la libertad y a la democracia y al sentido de dignidad humana de los
vascos, ya en aquellos siglos en que la esclavitud, el vasallaje y el
menosprecio de la persona humana en sus masas populares, eran la triste
herencia de Europa y del mundo.
He ahí al nieto de
aquel roble cantado en recias estrofas por Tirso de Molina; he ahí, el
vastago de aquel roble a quien el poeta inglés Wordworth consagrara
un célebre soneto; he ahí al árbol saludado desde la tribuna de la
Convención francesa por Tallien; el mismo a quien, poco después, las
armas triunfadoras de esa misma Convención, a su paso por Gernika,
habían de presentarse reverentes; el mismo cuya efigie, emblema de la
más antigua libertad, adorna el Capitolio de Washington.
Colocado aquí en
tierra uruguaya, él es eí símbolo más perfecto de la feliz comunión
de la savia vasca con la tierra oriental. Colocado aquí, él ha de ser,
vascos y descendientes de vascos, él ha de ser para vosotros un perpetuo
recordatorio de vuestro origen y de los deberes que ese origen os impone.
Como el árbol debéis
lo mejor de vuestros frutos a la tierra que os sustenta: no se los
regateéis; sed siempre —no hace falta que yo os lo encarezca— sed
siempre los mejores entre los mejores de los uruguayos. Pero como el
árbol también, no olvidéis nunca la modalidad de vuestros suelo de
origen: que el sello vasco simbolizado en ese roble os distinga siempre.
Vascos y descendientes
de vascos del Departamento de Colonia: por primera vez desde que hay
memoria de los hombres ese roble ha dejado de dar en su tierra frutos de
libertad. Y las fuerzas del mal desencadenadas un día sobre Europa
redujeron a cenizas la ciudad santa de los vascos intentando arrancar para
siempre las raíces de la libertad allá en su tierra más propicia. Pero
su intento fue vano. Los vascos no renuncian ni renunciarán jamás a su
derecho; derecho santificado por los siglos. Y en tierra vasca y fuera de
aquella tierra, en Europa y en América, desde la gran república del
Norte hasta la más pequeña de las del Sur, resuena en los pechos de los
vascos el grito de restauración. Es empresa santa a la que —sean cuales
fueren sus opiniones— no puede oponerse ningún pecho digno y porque es
empresa a la que todos los vascos dignos están llamados, yo estoy seguro,
plenamente seguro, de que formaréis en ella, en lugar de preferencia,
vosotros los vascos y descendientes de vascos el Departamento de Colonia.
Euzko Deya, Buenos
Aires, Setiembre 20 de 1944. Discurso en Colonia, Uruguay.