UN REFLEJO DEL PAÍS
VASCO
'Pelotaris". Libro
de Miguel Pelay Orozco.
Uno de los aspectos que
mejor refleja el tipismo del País Vasco es la multiplicidad de sus juegos
y deportes. SÍ en el idioma es singular, si es tan particular en su
derecho privado, en sus bailes y en su música, en el campo este de las
competiciones atléticas exhibe una plural riqueza que creemos pocos
pueblos del mundo, en proporción a su tamaño, podrán ostentar. En las
fiestas patronales de la más humilde de sus aldeas podrá verse siempre,
además del ritual partido de pelota, si es costero, las obligadas
regatas, y séalo o no, toda esa gama de competiciones como la de los pa-lankaris
o lanzadores de barra que ostentan en sus posturas toda ¡a prestancia de
un mármol clásico, los poderosos arrijasotzailes o levantadores de
grandes piedras, los no menos potentes aizkolaris o cortadores de troncos,
los arri-zulatzailes o barrenadores de piedras, los segalaris que se
disputan el corte de increíbles cantidades de hierba, los ágiles
aurreskularis, los veloces korrikalaris, toda esa serie, en fin, de
competiciones cuya característica podríamos decir que es la lucha de un
hombre o grupo de hombres con otro manifestada a través de la materia
inerte —fuerza de la mar, madera, piedra, hierba, etc.— lo que en
última instancia determina que el torneo jamás de lugar a expectáculo
de derramamiento de sangre humana o de animales que radicalmente repugnan
al espíritu de total salud y limpia alegría característico del vasco.
Sin duda que entre esos
deportes vascos el más típico y generalizado es el de la pelota en cuyo
j uego pueden verse diversas modalidades: a mano a pala, a remonte... y
entre ellas el de punta o cesta, uno de las más espectaculares que puedan
contemplarse y que con el nombre de Jai alai, es decir, fiesta alegre, se
ha impuesto en muchas ciudades de Europa y América y del cual, el pasado
mes de abril pudimos contemplar magníficas exhibiciones, a cargo de
pelotaris vascos del frontón de Miamí, en el Centro Vasco de esta ciudad
que fueron, por cierto, también retransmitidas por la Televisora Nacional
con gran aceptación del público televidente.
Pues bien, los
orígenes y vida de los pelotaris de esa modalidad, su medio ordinario de
vida y clima de formación, es el tema de la novela que comentamos aquí.
Tan fielmente trasladada de la realidad al papel como puede testimoniarlo
cualquiera que conozca la carrera de esos muchachos de los varios rincones
vizcaínos y guipuzcoanos —Ondarroa, Marquina, Motrico, Zarauz...—
quede su aldea natal saltaron a los frontones de Shangai, la Habana o
Miami, en el ejercicio de esta brillantísima modalidad del juego de la
pelota.
El autor de este libro,
Miguel Pelay Orozco, nacido en San Sebastián, en la calle Okendo, la
misma donde vino al mundo Pío Baroja, exilado político que fue aquí en
Venezuela durante varios años —y quien dedica su obra a un conocido
venezolano del mundo de las letras, el doctor Mario Briceño Perozo—, es
uno de los más finos escritores vascos contemporáneos. Con indudable
influencia de su citado paisano don Pío, pone en sus narraciones, lo
mismo en las de sus primeros libros de su periodo venezolano que en las
que a su regreso a su tierra natal va produciendo, una total sinceridad y
una galanura literaria en la que resplandecen sus innatas dotes afinadas
por la observación, el estudio y el trabajo constante y que le han
proporcionado y han de depararle aún los muchos triunfos que su talento y
fiel consagración a las letras y a su tierra se merecen.
El Universal, Caracas,
Julio 2 de 1968.