POLÍTICA Y
PATRIOTISMO
He aquí dos conceptos
que aparecen entre nosotros demasiado mezclados con frecuencia y que
conviene separar y distinguir netamente, para dar precisión a nuestras
ideas y mayor eficacia a nuestra actuación.
La política es arte de
gobierno y habilidad de adaptarse a las cambiantes circunstancias; por
ello es por propia naturaleza variable. La patria, en cambio, es inmutable
dentro de lo que en lo humano las cosas pueden serlo. La patria es
sustancia; la política forma.
No es fácil cosa
separar siempre la actuación política de la patria. Aquella sirve o
puede servir a ésta en todas las circunstancias y por eso no debe nunca
ser desechada; sin embargo, podemos y debemos distinguir en la vida de
cada pueblo que lucha por su propio ser y su libertad la etapa
predominantemente patriótica de la política.
Nosotros los vascos
estamos aún en la primera. Hacer patria es nuestra misión fundamental en
la hora presente. Hacer patria, esto es, luchar por los valores eternos de
nuestro pueblo: su raza, su idioma, sus leyes, arte, etc., etc.; dar a
conocer y hacer sentir todo esto y mejor aún, el espíritu que a todo
esto informó a los muchos compatriotas que aún lo ignoran;
acostumbrarnos a beber en nuestros propios manantiales y hacer que esta
sed santa atormente a nuestros hermanos; ir aprendiendo a ser señores de
nuestro propio castillo interior vasco para luego proyectar al exterior de
nuestra tierra ese señorío, éste es el deber nuestro en la hora
presente. Hacer patria es, finalmente, enseñar a sentir en las entrañas
la necesidad de la libertad nacional, solamente dentro de la cual los
pueblos pueden desarrollarse plenamente y llegar a ser capaces de hacer
sonar su voz propia en el concierto universal de las naciones.
La política es
solamente una sirviente de la patria. En la etapa pre-libertadora en que
nosotros nos hallamos, ella únicamente puede tener una función: la de
excogitar los medios para llegar a esa libertad; la de estar al acecho de
todas las oportunidades que para ello se presenten; contrayendo alianzas o
disolviéndolas, según al sagrado interés de la patria convenga;
estudiando en todo momento las posibilidades que ésta o la otra situación
nos ofrezcan para llegar a lo que en esta etapa es nuestro fin principal:
recobrar la soberanía de nuestro pueblo que malamente perdimos.
Pero hasta tanto esto
se consiga, hay que cuidar de que el esfuerzo político no consuma energías
que fundamentalmente al patriótico son debidas. Somos patriotas antes,
mucho antes que políticos y no podemos emplear neciamente nuestras energías
en fabricar y modelar un vaso por muy hermoso que nos parezca, mientras
que dejamos que la sustancia preciosa al que, en suma, está destinado se
nos vaya de entre las manos.
Primero patriotas;
hombres consagrados en cuerpo y alma, con uñas y dientes a la
perdurabilidad de la nación que nos tocó en suerte heredar; luchando por
que los valores sustanciales que la integran no se descompongan y diluyan;
porque ellos informan nuestras vidas; porque donde quiera que estemos o
vayamos se reconozca en nosotros a los integrantes de un pueblo que
recientemente es y reciamente está resuelto a no dejar de ser. Cuando
esta voluntad plasme, mediante la recuperación de la libertad en la
organización jurídica que nos convierta en estado soberano, entonces
vendrá en su plenitud la era de la política; la del arte de gobernar ese
pueblo libre, nuestro pueblo Euzkadi. Libre no sólo en el concierto de
las naciones, sino donde cada ciudadano goce plenamente de su libertad de
hombre y de ciudadano. Libertad con la que el rico no oprima al pobre, ni
el instruido al ignorante, ni el fuerte al débil: libertad en que todos
los vascos sean realmente hermanos que viven la vida de una gran familia
con inconfundibles características y cuyo patrimonio, grande o pequeño,
sólo tiene sentido en cuanto sirva al bienestar y la felicidad de todos
en común.
Euzko Deya, México,
Diciembre de 1958.