HACIA LA LIBERTAD
Es propio de la
juventud mirar siempre hacia adelante, como es achaque de los que
anduvieron ya mucho por la vida reposarse en la contemplación del camino
recorrido. Pero hay veces en que este mirar hacia atrás tampoco cuadra
mal a los jóvenes. A la manera que el atleta recula para tomar el impulso
necesario, tienen también los jóvenes, algunas veces, que retroceder en
el tiempo para encontrar motivaciones que den más fuerza a esa su eterna
ansia de asalto al porvenir.
Y los jóvenes vascos
lo necesitan mucho. Son ellos los que nos darán la Euzkadi del mañana.
Pero, ¿cómo hacer esto sin el conocimiento mismo? ¿Cómo hacerlo sin
que la consideración de los hechos viejos y de los aún recientes en la
entraña misma de la Patria penetre en lo más hondo de las suyas hasta
hacerse en ellas carne y sangre, fibra y músculo de su sentir y obrar?
Por nuestra memoria
desfilan hoy, como en triste cabalgata, una serie de esos hechos;
recientes todos, todos conocidos y, sin embargo, se nos antoja que no será
estéril agruparlos sumariamente y hacerlos revivir una vez más ante
nuestros ojos, por lo que tienen de razón histórica, de fuerza de
motivación.
Hace apenas tres décadas
vivía Euzkadi una de sus promisorias etapas. La luz del patrio
conocimiento se difundía incontenible, y a su lado marchaban la madurez
política, el florecimiento económico, la justicia social vivamente
sentida y un brotar de auténticos valores espirituales como nunca se había
conocido en nuestra vieja tierra. Vivíamos en paz.
Pero he aquí que en el
Estado a que, hacía menos de un siglo, habíamos sido incorporados, tras
el abrazo de Vergara, unos generales se sublevan. En la proclama del que a
poco iba a convertirse en cabeza responsable de la insurrección aparecía
nuestro movimiento libertador como uno de los móviles que hacían
necesaria su sublevación. Para nada se habla allí —no hay que
olvidarlo nunca— del peligro comunista ni de la defensa de la fe católica.
Y la guerra se desencadena sobre nosotros. Y, como un símbolo, germanos,
italianos, moros y españoles unidos logran lo que en el curso de siglos
no habían podido conseguir en nuestra tierra cada una de esas castas
invasoras.
Y al término de la
feroz contienda viene algo más feroz aún. Represalias innobles,
fusilamientos de centenares y centenares de vascos, cuya mirada de
personas decentes nunca se hubieran atrevido a sostener sus verdugos, los
sedicentes "cruzados". Vino la calumnia y la difamación, como
en el vergonzoso episodio de Gernika y en tantos otros. Vino el doloroso
exilio de millares y millares de los hijos más amantes de su tierra; vino
la persecución a muerte al idioma de nuestros apellidos; vino el plan del
genocidio sistemático. Y vino, lo más vergonzoso de todo, la pasividad
de los poderosos de la tierra que dejaron y dejan que se consume el
genocidio de que es víctima el pueblo más viejo de Europa, que es también,
precisamente, el que cuenta en su haber con una historia de libertad cívica
y dignidad humana como difícilmente ningún otro puede ostentar.
Los poderosos del mundo
nos han abandonado a los jóvenes vascos, y nos ha tocado ver tan
asqueantes renunciaciones, tal sacrificar al interés bastardo, al egoísmo
ciego y a la injusticia: en suma, que nos ha reducido a no creer ya más
que en Cristo y en nosotros mismos.
Pero ésas son dos
fuerzas que nadie nos podrá arrancar. Leemos en un magnífico estudio que
Waldo Frank ha consagrado al inmortal Bolívar: ' 'El torneo levantó en
la sangre vasca de Bolívar ecos del pueblo que nunca había doblado su
rodilla en España". Y que, añadimos nosotros, no la doblará jamás.
Porque la juventud de Euzkadi está lista para un día que ya presiente
cercano. Comprende que el destino no ha querido ofrecer a esta generación
la miel del goce, sino la hiél del sacrificio y el dolor del esfuerzo.
Pero sabe, como lo supo muy bien el titán Libertador, que en los oscuros
caminos del sacrificio y del esfuerzo encontraron siempre los pueblos la vía
real de su verdadera grandeza...
Gudari, Caracas, 1969