TRES EMIGRACIONES
La incorporación del
elemento vasco a Venezuela puede ser estudiada en tres momentos que
denominaremos la Aventura, la Empresa y el Exilio y que corresponden
respectivamente a los primeros tiempos de la institución colonial, al
siglo XVIII y a nuestros días.
El movimiento de la
Aventura es aquel que se realiza bajo el signo de la inmigración
individual y esporádica de los siglos XVI y XVII, determinado por el
ansia de riqueza y bienestar superando las barreras que la estrechez de la
tierra, la fecundidad familiar y las restricciones de la legislación
civil, celosa conservadora de la casa solariega, imprimían a los enérgicos
hombres de una raza que nacían frente a los infinitos caminos del mar.
Conquistada pérfidamente Navarra a principios del siglo XVI —aunque sea
digno de notarse como al principio algunos juristas de Indias niegan a los
navarros la calidad de españoles—, y unidas también las regiones de
Alaba, Guipúzcoa y Vizcaya a Castilla aunque en realidad no fuese más
que en la persona del común soberano, este vínculo que según corrían
los tiempos había de engendrar tan desnacionalizadores efectos, ofrecía
de momento a los vascos un amplio campo para sus actividades que, como es
sabido, desde el Descubrimiento, comenzaron a desplegar a lo largo y lo
ancho de toda la América.
El vasco aventurero se
concreta en Venezuela y, para ser aún más precisos, en Caracas, en
individualidades como la de Diego de Henares Lezama (natural de Baracaldo,
Vizcaya), el hombre que diseñó el plano de la primera urbe caraqueña;
en Sancho del Villar, uno de sus primeros alcaldes; en Juan de Amezaga,
escribano de cámara; en encomenderos como Simón de Bolívar (el Viejo),
Sancho de Zuazo, los capitanes Arteaga y Guevara y otros que pudiéramos
citar y cuyos nombres aparecen en los repositorios de viejos documentos
caraqueños anteriores al año 1600, sin olvidar a don Simón de Basauri,
fundador de la primera escuela que hubo en la ciudad (año 1594).
Con los primeros
años del siglo XVII (1606-1611) tenemos al gobernador Sancho de Alquiza
cuyo nombre deformado en Sanchorquiz aún perdura en la toponimia caraqueña.
Antes de él y después a lo largo de toda la centuria, van llegando y
afincándose en el país segundones de las más conocidas familias de
Euzkadí, como los orgullosos vastagos de los Muxi-ca y Butrón —"Muxika
arerioakaz agika; Butroe zelangoa dan oróle da-kie", reza su lema
inscripto en las piedras de su viejo y poderoso castillo allá
en Gatika;— o de los Villela de Munguia, los de "los cinco lobos en
vela de la casa de Villela" que recordará todo lector del precioso
"Libe" del Maestro Arana Goiri. De esa época son los Landaeta,
una de las estirpes mas prolíficas entre todas las familias caraqueñas;
los Arguinzoniz, los Arechederra y, para concluir con dos conocidas
esquinas de la ciudad los Ibarra y los Veroiz que ahora dicen Veroes. Los
frutos de esta inmigración de la Aventura correspondieron a sus orígenes
y no pudieron ser otros que invididuales y dispersos.
El 4 de septiembre de
1730, con la llegada a Puerto Cabello de los tres primeros navios de la
"Real Compañía Guípuzcoana de Caracas", las fragatas
"San Ignacio de Loyola", y "San Joaquín" y la galera
"Guipuzcoa-na", comienza sus actividades la inmigración de la
Empresa. Una empresa de carácter puramente mercantil, nunca hay que
perder esto de vista. Ni podemos olvidar tampoco que si del lado vasco
ofrece la ventaja de ser un organismo netamente nacional en su dirección,
en sus hombres, en sus instrumentos y hasta, en gran parte, en el destino
de sus ganancias, representaba tan sólo el esfuerzo de una de las siete
regiones o estados vascos que, si en la letra de las leyes seguía tan
independiente como el primer día de su unión personal a la corona de
Castilla, llevaba ya sufriendo siglos de adulteración en lo mas íntimo
de su esencia nacional.
Como quiera, con
todas las limitaciones con que nacía y todos los reparos y objecciones
que desde distintos ángulos pueden hacérsele, es indudable que esta
empresa, ya se la mire desde el punto de vista del esfuerzo vasco, ya
desde el de su influencia en los destinos de Venezuela a la que encontró
"...reducida a la situación de una provincia agobiada por la
pobreza... y la dejó próspera, revalorizada para el Imperio y bogando en
la plena corriente del comercio exterior", como dice Hussey, reviste
una trascendencia que sólo los voluntariamente ciegos pueden negar. Y
junto con el aspecto mercantil de la empresa, "...no se ha de
olvidar" —como escribe Gil Fortoul— "que los bascos de la
Compañía Guipuzcoana trajeron a la hasta entonces pobre e inculta
colonia venezolana, algo más importante que las mercaderías españolas.
Trajeron libros, ideas, moderno espíritu emprendedor, hombres arrastrados
en su mayoría por el movimiento que iba a culminar en la Enciclopedia y
la Revolución Francesa. Guipúzcoa, vecina de Francia y hogar de una raza
noble que juntó siempre las energías del trabajo con el espíritu de
independencia vino a modernizar en lo posible el anticuado régimen de los
conquistadores". Con lo que consiguió que Venezuela, añadimos
nosotros, no estuviera ausente del siglo XVIII y hasta que fuese su siglo
auroral, sin que pudiera decirse aquí lo que Ortega y
Gasset escribió de España: "Cuanto más se medita sobre nuestra
historia más clara se advierte la desastrosa ausencia del siglo XVIII...
Este ha sido el triste sino de España, la nación europea que se ha
saltado un siglo insustituible".
Lo que los libros y las
ideas de ese siglo traídas por los vascos a Venezuela representaron en la
incubación del movimiento independentista es fácil de excogitar. Pero
hay que señalar además algo tan importante como es la natural
predisposición del hombre vasco para las empresas de libertad. Como
escribiera aquel nuestro Ramón de Basterra a quien "las claridades
de Roma" y la herencia romana de España desviaron de los senderos de
su patria: "La alarma me invade en presencia de la acción de los
vizcaínos en América. La sorda conciencia de haber abortado su forma
espontánea de raza anterior a Roma por la imposición de Castilla, parece
haberlos preparado a la comprensión y hasta a la misma simpatía con las
poblaciones indígenas-.. He tenido que cerrar mis ojos a la plétora de
apellidos del Pirineo que hormiguean en las rebeldías de las guerras
civiles de América". Sin duda los cerraría al leer la lista de los
complicados en el alzamiento de Gual y España y después, aún con más
violento esfuerzo, al ver en la gloriosa lucha por la Independencia
venezolana, junto a la figura de Bolívar, tantas otras de primera
magnitud como Urdaneta, Anzoategui, Aris-mendi, Sagarzazu, Aramendi,
Mendiri, etc, etc.
Esta inmigración de la
empresa fue organizada y, en lo que cabe, masiva. Más de 2.500 fichas de
vascos del tiempo de la Guipuzcoana tenemos recogidas, lo que algo
significa, habida cuenta de que la mayor parte corresponden a Caracas cuya
población no excedía de 20 a 30.000 habitantes por aquel entonces. Los
Olabarriaga, Aizpurua, Goizueta, Urroz, Zaran-dia, Uranga, Goicoechea,
Amenabar y Mintegui, por citar sólo a los Factores principales de la
empresa, encabezan una relación desde capitanes generales a grumetes,
pasando por marinos, comerciantes y representantes de las más diversas
actividades. De estos hombres proceden familias tan profundamente
arraigadas en los medios venezolanos de hoy como los Le-cuna, Zufoaga,
Azpurua, triarte y tantos otros.
La disolución de la
Compañía en 1785 y las conmociones y guerras que sacuden a Venezuela en
las primeras décadas del siglo XIX, cortan a lo largo de todo el resto
del siglo y casi primera mitad del XX la corriente emigratoria vasca que
se encauza preferentemente por esta época a las orillas del Plata.
Tenemos que llegar al año 1939 para poder dar testimonio de una tercera
corriente emigratoria de Euzkadi a Venezuela.
Es la que hemos llamado
del Exilio. Parecida sólo a la anterior en que se inicia también con la
llegada de tres barcos, el "Cuba", el "Flandre" y el
"Bretagne" a los puertos de Venezuela, pero muy distinta a las
dos anteriores en su motivación y en su espíritu. No llegaban ellos como
aventureros a tierra conquistada ni organizados en poderosa empresa
mercantil bajo los auspicios de un monarca. Venían rotos, con sus vidas
truncadas por los horrores de una guerra que nunca quisieron pero que
hubieron de aceptar, con heroica determinación, en defensa propia y de
sus valores nacionales entre los que se alza el primero y más alto que
ninguno el culto a la Libertad.
Pero no hablaremos
nosotros de esta inmigración. Con más autoridad y conocimiento lo harán
otros compatriotas que fueron actores y testigos de ella. Los hombres que
al ser recibidos fraternalmente en la tierra generosa de Venezuela a la
que ofrecen todos los días lo mejor que un hombre puede rendir, su
trabajo constante y su conducta rectilínea, no pueden olvidar a su patria
lejana. Porque no puede pedírseles que lo hagan mientras ella, que fue en
Europa cuna y asilo de las más antiguas libertades, esté convertida en
tierra ocupada por un invasor que además de una sangre, un idioma y una
cultura extraña, pretende imponernos, para más escarnio, una doctrina
que es la negación misma del concepto vital del hombre vasco; la antítesis
de aquel ideal de independencia nacional y plenitud en la libertad por la
que luchan, en las sombras de la Resistencia o la grata luz de los
ambientes democráticos como el que Venezuela brinda, todos los vascos
dignos de sus apellidos.
Revista Centro Vasco.-
XXX Aniversario, Caracas, 1966.