RESISTIR V PERSISTIR
En aquel discurso,
digno de ser escrito en bronce, que pronunció Cam-pión, el 22 de julio
de 1893, en el Parlamento español, decía estas palabras:
"Aquí estamos los
diputados navarros cumpliendo la misión tradicional de nuestra raza, que
tanto en la historia antigua como en la moderna y aun en la contemporánea
se expresa con el vocablo "Resistir". Aquí estamos escribiendo
un capítulo nuevo de esa historia sin par, que nos muestra a los vascones
defendiendo su territorio, su casa, su hogar, sus costumbres, su idioma,
sus creencias, contra la bárbara ambición de los celtas, romanos, godos,
francos, árabes y efectuando el milagro de conservar incólumes, por
luengos siglos, su nacionalidad diminuta, a pesar de Francia, de Aragón,
de Castilla. La historia de ayer es la historia de hoy; y de igual suerte
que nuestros progenitores defendieron el suelo patrio contra los ataques
del extranjero a quien no provocaban, estamos ahora nosotros defendiendo
nuestro derecho...".
Difícilmente se puede
concretar mejor y más concisamente la vida histórica de nuestro pueblo y
actualizarla de modo más cumplido, así para el tiempo de Campión, para
aquellos años en que Euzkadi, postrada por las guerras carlistas, se
hallaba a merced del poder español, como para nuestros días, en que el
deber de la hora de los vascos, con su tierra militarmente ocupada por la
abigarrada descendencia de los sucesivos invasores que el gran maestro
vasco cita, no es ni puede ser otro que el tradicional de nuestra raza:
resistir.
Claro está que la
palabra resistencia tiene en nuestros días especiales resonancias que le
confieren un valor algo distinto del que por el tiempo de Campión gozaba.
Pero el hecho capital es que el vocablo que el grande de Navarra eligiera
para sintetizar nuestra historia ha venido a ser, precisamente, aquél en
que se encierra hoy todo el afán de los patriotas vascos: resistir.
Resistir a la
acción violenta o taimada del extranjero, hoy instalado en nuestra
tierra, que nos quiere asimilar; resistir, es decir, rechazar, repugnar y
contradecir, con todas las potencias de nuestra alma, a quienes pretenden
que el vasco deje de ser definitivamente lo que milenariamente ha sido,
para convertirse en parte sumisa, abúlica y amorfa del Estado que lo
asfixia. Resistir, es decir, emplear todas nuestras reservas de energías
físicas y espirituales, contra los seculares enemigos de fuera y contra
el, por desgracia, no menos tradicional
puñado de "moros leales", siempre dispuestos a vender su propia
sangre por los treinta dineros de Judas.
La palabra Resistencia
como programa de acción patriótica. Pero es preciso entenderla bien para
que cuando hablemos de ella la hagamos sentir en todo su alcance y
profundidad.
Porque para muchos el
vocablo se agota en su acepción más simplista: la acción directa. Y
esto es reducir de modo extraordinario nuestro primordial deber, al
entenderlo en un solo aspecto; aspecto que no condenamos porque, contra
quien pretende imponerse en nuestro pueblo buscando el exterminio de
nuestra nacionalidad, todos los medios son lícitos, pero que además de
que naturalmente repugna a nuestro ser de cristianos y simplemente de
hombres civilizados, dudamos mucho de que sea el más práctico por la
enorme diferencia de fuerzas y recursos que existe entre nosotros y el
invasor.
Y así como el
principal pecado de éste es su ansia de aniquilamiento del ser natural
vasco, del mismo modo la esencia de nuestro resistir debe centrarse en la
acción positiva que conduzca a hacer perdurar los valores nacionales de
los cuales nos referiremos en este momento a dos capitales: el cultural y
el racial.
Y, en el aspecto
cultural, resistir es empeñarnos más que nunca en el conocimiento de
nuestra personalidad histórica, abordar el estudio de nuestro pueblo
desde sus más remotas raíces y seguirlo amorosamente en todas sus
manifestaciones del ayer y del hoy hasta llegar a una identificación
fecunda que, tarde o temprano, ha de obrar con la eficacia incontenible
con que las fuerzas de la naturaleza operan. Es aferramos a nuestro idioma
por el que somos lo que somos y defenderlo como el primero de nuestros
valores, haciéndolo idioma de nuestros hijos. Es afirmarnos en el estudio
consciente y entrañable de la cultura vasca y entender de una buena vez
que ésta es nuestra mejor arma cuya posesión o abandono ha de decidir,
finalmente, nuestro destino por aquello que Filipo de Macedonia supo tan
bien ver, a¡ emprender la conquista de Grecia: "Ames dominaré a
Esparta la guerrera que a Atenas la sabia".
En el aspecto
racial la resistencia tiene un carácter más delicado, pero más
definitivo a la vez. Como no podemos soñar con asimilar a contingentes
extraños que sobre nuestra tierra están a punto de ser más numerosos
que nosotros; como, por otra parte, el material humano que nos veríamos
obligados a asimilar se ha demostrado, dentro y fuera
de su tierra, como radicalmente incapaz para aquello de que más
necesitados vamos a estar los vascos: una organización estatal que en su
mayor grado de perfección posible contrarreste nuestra intrínseca
debilidad cuantitativa, resistencia, en este aspecto quiere decir
intransigente acción en defensa de la perpetuación de nuestra estirpe,
que para cada patriota vasco consiste, fundamentalmente, en la
constitución de una familia netamente vasca. Para que la suma de ellas
siga significando, como hasta ahora significó, la realidad de una patria
que lo sea en su sustancia y no sólo, engañosamente, de nombre. Para que
junto a nuestra tradicional consigna de resistir, siga siendo cierta
aquella que, según nuestro buen amigo Rodney Gallop, está puesta sobre
toda otra en el fondo de nuestro corazón: la voluntad de persistir.
Euzko Gastedi, Caracas,
Julio de 1962.