PROBLEMAS DE
JÓVENES
Cuando Ortega y Gassel
sólo tenía veinte años, escribió a Unamuno, que por entonces aún no
había cumplido los cuarenta, un par de cartas sobre problemas de la
juventud de su tiempo. De la primera de ellas es este párrafo:
"Sólo el que
tenga una formidable incuición podrá con pocos datos, con pocas piedras,
hacer un templo; si no tiene ningún dato, hará una cosa anacrónica y
brutal (Mahoma), y, si no tiene esa tremenda intuición, hará sólo
majaderías. Esto es lo que han hecho los señores de treinta años y lo
que comenzábamos a hacer nosotros los de veinte".
Y cita, poco después,
aquello de Turgueneff en "Humo": "No extendáis por Rusia
la idea de que se puede hacer algo sin el estudio ¡por Dios! No; aunque
se tenga una frente como una hectárea, hay que estudiar comenzando por el
alfabeto; si no, hay que callarse y estar quieto". Lo cual comenta
Ortega diciendo que él, por su parte, trabaja sobre sus libros de nueve a
diez horas diarias, porque cree que: "Una de las cosas honradas que
hay que hacer en España (como en Rusia), donde falta todo cimiento, es
desterrar, podar del alma colectiva, la esperanza en el genio (que viene a
ser una manifestación del espíritu de la lotería) y alentar los pasos
mesurados y poco rápidos del talento".
A lo cual concretamente
responde Unamuno: "El genio sirve de poco o no sirve de nada si no es
el núcleo en torno del cual se agrupan los "cien hombres de mediano
talento", pero honrados y tenaces. Es más: creo que un solo genio,
un genio solitario si por acaso naciese entre nosotros... creo que ese
genio no maduraría a falta de otros genios... Un genio, a la vez que es
producto de un grupo de talentos que le fomentan y maduran, es quien puede
reunirlos y multiplicarlos".
Algunas
consideraciones útiles a nuestro caso vasco creemos pueden deducirse de
las procedentes citas del pensador español y de nuestro españolizante
compatriota. Porque estamos extranjerizados y tocados de los mismos males
arriba denunciados hasta la médula y porque, de todas maneras, nuestro
caso se asemeja profundamente a los de Rusia y España, donde, como decía
Ortega, faltando todo cimiento, la construcción del edificio se fía al
azar dei genio, del genio al que se alzará ciegamente hasta las nubes
mientras se piense está interpretando fielmente las aspiraciones
nacionales, y al que se abatirá sin piedad en la primera ocasión en que
no las interprete o
se crea no las está interpretando: ' 'Esta es Castilla, que hace los
hombres y los deshace".
Los jóvenes vascos
deben impregnarse de la Idea de que, si no lodo, casi todo está por
hacerse entre nosotros. Impregnarse de la idea de que el edificio de
nuestra cultura nacional está aún apenas en los cimientos, y de que son
ellos los que lo tienen que levantar, sin desdeñar los honrados esfuerzos
de ios trabajadores de hasta ahora. Y sin adormecerse en las esperanzas en
un Mesías vasco, ponerse cada uno a la obra para hacerse digno, si llega
el caso, de serlo. El genio vendrá o no, pero la verdad es que hay que
hacerse digno de él, hay que suscitarlo. Y ningún camino hay mejor que
el que nuestros jóvenes que hoy tienen veinte años se pongan, como
hacía Ortega, a trabajar sobre los libros nueve o diez horas diarias,
cada uno en campo de sus aficiones y posibilidades. Necesitamos no cien,
como decía Unamuno, sino miles de jóvenes de talento mediano, tal vez,
pero honrados y tenaces, y el Genio nos será dado por añadidura. Un
Dante, por ejemplo, es un altísimo ejemplar de genio, entre otras cosas,
por la maravillosa forma en que sintetiza y vivifica ía obra de cien
talentos anteriores. La obra de consagración literaria que él realizó
con el dialecto toscano pudo ser posible porque en ella puso el sello de
su genio, pero también, sin duda, porque en ella recogió lo mejor de los
esfuerzos que en ese aspecto se realizaban en torno suyo. Nosotros hemos
estado esperando muchas décadas que surgiera el Dante euskérico,
pensando que él había de salvar a nuestro verbo, y lo hemos estado
esperando en la indolencia, creyendo que él solo trabajaría para todos.
Y a la inmensa mayoría no se nos ocurría pensar que el genio de la
literatura euskérica no podía ni puede ser otra cosa que la culminación
de multitud de talentos humildes y laboriosos: que lo que nos
correspondía era y es poner todo nuestro esfuerzo en constituirnos cada
uno en un escalón modesto pero sólido en el que el genio de la raza
fuese afirmando sus plantas para ascender hasta lo alto de esa escalinata
monumental desde donde su luz resplandecería sobre todos.
En este aspecto de
nuestra cultura, como en casi todos ellos, el deber de la hora es
recuperar el tiempo perdido. El que se les fue a nuestros antepasados y el
que a nosotros se nos ha ido ha de ser compensado por el que nuestros
jóvenes dediquen, con alma y vida, a la erección del edificio de nuestra
cultura nacional. Que cada joven patriota se eduque en la idea de que su
responsabilidad es ésta: el rendir calladamente hasta los límites de la
propia capacidad.
Euzko Gastedi, Caracas,
Setiembre - Octubre de 1956.