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ÍNDICE DE TÍTULOS DE ARTÍCULOS PRENSA - VENEZUELA

 

BELFORD HINTON WILSON, UN CABALLERO BOLIVARIANO

El padre.- La estrella del Gran Corso había dejado de brillar. Una vez más, de la terca lucha en que se jugaba su existencia misma, salía triunfante.

"This precious stone set in the silver sea, which serves it in the office of a wall, or as moat defensive to a house, against the envy of less happier lands, this bleKsed plot, this earth, this realm, this England..." (King Richard the Second. Act.2.Sc.l).

En esos años, un militar, curtido en las campañas de Helder y Egipto, había organizado, en la Península Ibérica invadida por Napoleón, una Legión que integrada por ingleses, portugueses y españoles, se batió siempre con eficacia. Más tarde, podría verse a este brillante oficial en las campañas de Rusia y Alemania, y entrar luego en París, con los aliados, después de la definitiva derrota de Napoleón. Pero ese hombre, el general inglés Ro-bert Wilson, fue aprendiendo en esas campañas algo mucho más alto que el arte de la guerra; algo que, sin duda, desde sus primeros años le hablaba ya con persuasivo acento, desde el fondo de su corazón. A medida que peleaba junto a los enemigos del Déspota, el amor a la libertad de los pueblos se convirtió en su pasión dominante; su voz se alzó en la Cámara de los Comunes para defender, con intrépida elocuencia, la causa de los patriotas hispano-americanos. El Congreso general de la República de Colombia dispuso por ley, promulgada en el Rosario de Cúcuta, que el Poder Ejecutivo presentase a aquel caballero inglés la expresión de su reconocimiento, y el Libertador le otorgó una amistad que, fomentada con continua correspondencia epistolar, no hizo sino confirmarse con el pasar de los sucesos y los años, y desbordando de los temas politices y diplomáticos, fue a hallar su expresión en asuntos personales de esos que un hombre sólo confía a "su grande amigo", como Bolívar se complacía en llamar a Sir Robert Wilson.

"Like father, like son". —Allá por el año 1821, un accidente desgraciado rayó al general Wilson de los cuadros del ejército inglés. Esta situación —que había de durar nueve años— no le impidió continuar en sus campañas parlamentarias, y fue, sin duda, uno de los principales motivos de la resolución que vemos en esta carta suya al Libertador (Londres, 2-VII-1822): "Querido General: Mi tercer hijo, un hijo dotado de todas las cualidades que aumentan los afectos naturales de un padre... se presentará a V.E. como portador de esta carta y en la confianza de que V.E. se dignará acordarle la protección que necesite para cumplir el objeto de su empresa. Confiando yo en la benevolencia de V.E. le he hecho creer que no será rechazada su petición de que se le admita al servicio de la República de Colombia, bajo los auspicios de V.E...".

Con esta carta sale para América el joven Belford quien, después de larga peregrinación por mar y tierra, y de haber desdeñado la oferta que en Bogotá le hace Santander de colocarlo en su Estado Mayor, establece, al fin, contacto con Bolívar, a quien previamente escribe asi: (Lima, 22-XI-1823): "Señor: en cumplimiento de los deseos de mi padre, y en obediencia a mi ardiente deseo de alistarme en las banderas de V.E. he venido hasta aquí, confiando en que V.E. recibirá bondadosamente a un hijo del que Colombia consideró digno de su agradecimiento y del cual, según me dicen, tiene V.E. una opinión tan alta".

Se presenta como un hijo, y como hijo por excelencia hemos de mirar desde ahora a Belford Hinton Wilson, quien, educado en Westminster y Sandhurst, y dotado, al mismo tiempo, de maneras sumamente populares, es, ante todo, el heredero de los talentos y virtudes de su padre por quien siente verdadera veneración. Si en sus sentimientos entra, quizá, "la vanidad del mérito, la reputación y los títulos de su padre; del papel considerable que ha representado el autor de sus días, no sólo en su país, sino en varias Cortes" (Perú de Lacroix), la verdad es que la nobleza y sinceridad de sus sentimientos filiales se manifestaron muy temprana y espontáneamente. Así, cuando sólo tenía nueve años, en ocasión de haber sido arrestado en París su padre, por imputársele haber favorecido la fuga del conde Lafayette, Belford, sin consultar a nadie, se sale de la pensión en que se aloja, y, solo, se pone en marcha para París... Así lo veremos, años más tarde cuando al recibir en Lima una paga extra de cinco mil pesos, se los remite de inmediato a su padre; así puede verse en sus cartas siempre que ha de hablar de él. El injusto castigo que sobre Sir Robert había recaído no hace sino acrecentar el amor filial de aquel gallardo joven que habiendo rechazado, por ello mismo, la Subtenencia que al salir de la Academia se le ofrece en Inglaterra, emprende su aventura americana, lo mismo que de niño emprendió su viaje a París; en rescate del buen nombre de los Wilson que él, en su noble orgullo, está seguro que ha de triunfar del todo. Y, asomándose a sus veinte años, comparece ante el Libertador quien, sagaz escrutador de almas, al primer golpe de vista comprende al joven Belford y escribe a su padre: "He visto con verdadero gozo al tierno retoño de la familia de Wilson; lo he adoptado en la mía; y quisiera servirle de padre" (Padvílca, 27-1-1824). Y el tiempo va confirmando los primeros sentimientos de Bolívar hacia el joven, según lo atestigua Perú de Lacroix al decir que Wilson era de todos los edecanes de su tiempo aquél al que trataba con más familiaridad, y como lo revelan las cartas del Libertador al general inglés: "El joven Wilson se conduce cada día más a mi satisfacción: su respeto y su amor al padre lo liga de tal modo en los sentimientos que me profesa que algunas veces me parece tener en él un hijo" (Potosí, 24-X-825); "Mi querido edecán se porta con un celo y un juicio admirable; es dicha para usted tal hijo, pero él es la obra de Vd., y no debe ser menos" (Caracas, 26-V-827), hasta llegar a estas expresiones: "El hijo de Vd. se ha hecho digno de toda mi estimación. Su celo y su fidelidad no tienen paralelo... quiera Vd., mi querido general, amar a su hijo, como yo he amado a mi edecán" (Bogotá, 21-VI1I-828); "Cuando quiera Vd. volverme al coronel Wilson, será para mí un día de alegría. Yo lo quiero con la ternura de un amigo y con el amor de un pariente que no tiene hijos" (Quito, 27-IV-829); "¡Ah, qué nobles sentimientos tiene! Los he envidiado con toda sinceridad, y los desearía para mi hijo si la Providencia me lo hubiera dado" (Guayaquil, 27-VII-29). Bolívar ha encontrado un hijo, y el joven Belford, a su vez, siente que su desbordante carga de piedad filial puede volcarse a su anchura en el generoso pecho de un Padre de hombres y de pueblos.

Junto a Bolívar. —Desde principios del 1824, lo tenemos al lado del Libertador con quien hace la campaña decisiva de ese año. Vive el glorioso sol de Junín, y sigue con Bolívar al entrar éste en Lima. Tras una breve separación que quebrantos de salud le imponen, se reúne en Chancay con el Héroe, quien en mayo de 1826 lo envía a Bolivia con la honrosa comisión de entregar la Constitución que para aquel país había elaborado. "Deseaba hacer este servicio —escribe Bolívar a Sir Robert— sin duda para decir un día que él ha sido el portador de las tablas de la ley de una nueva nación. He tenido mucha satisfacción en complacerle". El joven Teniente Coronel viaja a Chuquisaca donde Sucre lo asciende a Coronel, con sanción del Congreso, ascenso que, por delicadeza, rehusa aceptar. El año siguiente de 1827 cumple otra comisión, enviado esta vez a Bogotá, con despachos para el Congreso; y, tras una permanencia de 48 horas en el cumplimiento de sus instrucciones confidenciales, vuelve a unirse al Libertador en Socorro. En las cartas que, por septiembre de ese año, dirige a su amigo Sir Robert Ker Porter, describe entusiasmado el triunfal regreso de Bolívar a Colombia: "Nada podía exceder al arrebatado entusiasmo con que el Libertador fue recibido en todas las ciudades del Magdalena y en las provincias de Ocaña, Pamplona, Socorro y Bogotá. Su entrada en la capital fue saludada como la aurora de la prosperidad que retornaba a Colombia... El Congreso aprobará todo lo por él hecho en Venezuela...". Pero en los brillantes días que saluda alborozado Wilson amenaza siempre una nube negra. Es la de Santander a quien —todos los enemigos de Bolívar serán enemigos para Wilson— acusa constantemente de maniobrar en la sombra "manejando todas las artes que su talento, fértil en intrigas, le sugiere", etc. etc. Y llega a enfrentarse con él en un incidente que retrata de cuerpo entero al joven bolivariano: "El Coronel Stopford escribió al Vice-Presidente que yo mantenía correspondencia con el Coronel Campbell y le envió todos los papeles ofensivos para él. Dije al Vice-Presidente que no era sorprendente que yo hiciera eso, cuando el Coronel Campbell, a su vez me envió todo el violento denuesto publicado en los periódicos que Santander editaba contra el Libertador; que yo era libre de expresar mi opinión sobre su conducta y que la manifestaría, siempre según mi conciencia, en la medida que las acciones de Su Excelencia lo merecieran" (Bogotá, 23-X-827).

Ahora, el gentil caballero se halla preocupado ante la próxima Convención de Ocaña, por la actitud de no interferir que su delicadeza y "el temor de perder su gloria" imponen al Libertador, actitud que en el fondo aprueba "como celoso admirador de la gloria del General Bolívar" (Bogotá, 30-XI-827). Asiste a las deliberaciones de la Convención y en sus cartas de esos días se reflejan las esperanzas y temores entre los que se debaten, hasta el momento en que puede anunciar a su amigo Porter, no menos impaciente que él en Caracas, la disolución de la Convención y el arrollador movimiento que en junio conduce a Bolívar a la suprema investidura. "Está ahora colocado —dice— en una situación muy gloriosa, pero crítica para conservar inmaculada su reputación" (Bogotá, 7-V1I-828). Pero el optimismo va ganando a nuestro gentil caballero; el afianzamiento de Bolívar en el pleno ejercicio del poder trae a su espíritu, junto con sentimientos de definitiva paz y prosperidad, otros que durante cinco años dormitaban en el hondón de su alma, y ahora despiertan para conminarle con imperiosas voces: es hora de volver a la vieja Inglaterra. En la carta que al respecto dirige a Bolívar, invoca sus motivos: "...un deber, el más sagrado me llama a mi país: el de atender a los intereses de mi familia y el de tributar mis débiles pero celosos servicios al suelo que me vio nacer...". Y en la que envía a su amigo Porter (10-VIII-828) explica que el momento es el más a propósito para realizar su idea, porque nadie podrá decir que abandona al Libertador en un momento de adversidad o peligro: "nunca podré ser tampoco sospechoso de motivos interesados, mi pérdida es positiva...". Bolívar que escribe: "...he sentido infinito que mi edecán no me acompañara todo el tiempo que durara mi carrera pública", comprende como nadie la nobleza de los móviles que empujan a Wilson y lo recomienda a su agente en Londres J.F, Madrid porque "...este paso puede contribuir a la carrera de un joven que nos profesa una pasión de lo más desinteresada''. Y regala al viajero una miniatura suya que será para éste el más precioso de los obsequios. Ya la fecha de la partida está fijada: "Mañana a las seis, parto de esta ciudad hacia Cartagena para seguir, vía Jamaica, México y Estados Unidos a Inglaterra" (28-VIII-828). Se siente palpitar en las líneas que siguen la llamada de la tierra; de la tierra natal que tiene para todos los pechos bien nacidos acentos inefables a los que no hay resistir... Y e! viajero va soñando en la gloriosa etapa vivida en el suelo de América junto al Héroe; en el dulce sabor de la patria que de nuevo ha de gustar; en la nueva vida que en ella ha de comenzar a vivir. Pero... Nuestro Viajero se halla en las primeras etapas de su ruta, cuando el golpe del 25 de septiembre sacude al alma de América. Belford por esos días sigue escribiendo al Libertador desde distintos lugares de su itinerario, ignorante de lo sucedido hasta el 2.° de noviembre en que, desde México, escribe a su padre: "Me detuvo esta mañana... la llegada de las noticias sobre el horrible atentado contra la vida del Libertador...". Y en la misma carta vemos su hermosa reacción ante el hecho abominable: "...si no fuera por la vergüenza que me causa el haberme hallado ausente en tal momento, volvería, aun ahora mismo, a Colombia... No estoy satisfecho de mí mismo; mi conciencia me acusa diciéndome que el dia del ataque debía yo haber terminado mi carrera..." Y en la que por el siguiente mes de diciembre, escribe a Bolívar, desde Nueva Orleans, revela como su corazón sigue abundando en los mismos sentimientos: "Ninguna de las varias emociones que me causó el horrible atentado del General Santander, me ha hecho tanta impresión como el sentimiento del remordimiento y de la eterna vergüenza al no haber participado de la gloriosa suerte de mis compañeros Fergusson y Bolívar cuya pérdida como amigos me ha sido tan sensible..." ...y termina ofreciéndose para volver a servir como edecán o como soldado en la guerra que, dice, ha oído ha comenzado con el Perú. En la que le envía el 10 de febrero insiste sobre el tema: "Todavía no conozco ninguno de los pormenores del último atentado... esta incertidumbre de cosas me tiene atormentado en extremo; puedo decir, con verdad, que no he tenido un momento de contento desde que supe las primeras noticias del delito del 25 de septiembre''. Desde Baltimo-re, Nueva York, Boston... sigue escribiendo al Libertador hasta el 2 de junio en que le dice: "Al fin, mi General, tengo el placer de dirigirme a V.E. desde el seno de mi patria y mi familia...". Pero en las soñadas dulzuras de la patria y la familia se ha derramado el agrior del sentimiento que viene poseyendo irresistiblemente a Belford. Ni siquiera hará falta que Bolívar escriba a su padre: "...siempre estaré dispuesto a recibir con gusto a mi digno edecán" (Quito 27-IV-29); el gentil caballero ha de arrancarse a las delicias del suelo nativo y, para el 1.° de septiembre, ya está escribiendo a Bolívar: "Lord Aberdeen me ha ofrecido un pasaje en el mismo buque en que va el señor Turnen.. Saldremos de Inglaterra al principiar el mes entrante". Bien siente él que Bolívar está en uno de esos momentos en que aun el más heroico de los hombres grita ayuda a los amigos de verdad. Son los días en que en carta al General Wilson (Guayaquil, 27-VII-829), después de lamentarse de que le motejen de tirano, dice: "Me queda un consuelo... el Coronel Wilson está bien instruido de los hechos históricos de los que ruego a Ud. se sirva para comunicarlos a la imprenta... y este servicio es de la mayor importancia para quien no tiene otra vida que la que recibe de la estimación de los demás hombres". Poco después (17-VIII-829) escribirá a O'Leary: "Sólo me consuela la esperanza de que Ud. y Wilson hagan frente y me defiendan".

Y Belford se reúne con Bolívar para no abandonarlo ya más. En los días cada vez más tristes del 1830, rubricados por el signo de la ingratitud y [a desafección, estará siempre junto a él, ganando aún más en su estimación "Que él merece —escribe Bolívar— cada día más por su consagración, entusiasmo y lealtad" (Cartagena, 5-V1I-1830). Mientras tanto, la enfermedad va minando implacablemente el cuerpo del Libertador. "S.E. El Libertador está muy enfermo, muy destruido..." leemos en una carta (13-X-30) que dirige a O'Leary, a quien unos días después escribe desde Santa Marta a donde ha ido "...para suplicar al capitán del "Shannon" dé hospedaje en su buque al Libertador, pues se cree que un corto paseo por mar le sea provechoso..." Pero, "Al volver de Santa Marta he tenido la más profunda pena y sentido el más acerbo dolor al ver el cambio que ha habido en S.E. Está débil que apenas puede atravesar el cuarto... mucho me alarma su estado" (Soledad, 31-X-30). "Su salud decae más y más" (23-XI-30). "S.E., que cada día está más malo, saldrá mañana para Santa Marta, aunque lo que él desea es irse a los Montes Azules de Jamaica o volverse a Cartagena" (Barranquilla 28-X1-30). Y continúa siempre, en el cortejo de los fieles, caminando con el Héroe por la vía dolorosa que conduce a San Pedro Alejandrino donde, aquel triste 17 de diciembre, el destino concederá a su ejemplar devoción la recompensa de poder decir más tarde con noble orgullo: "Murió en mis brazos".

Cuatro meses más tarde, regresa de nuevo a su pais natal. Lleva el joven Belford crespones de luto sobre su corazón. Pero, esta vez, mucho ha de consolar al intachable caballero bolivariano aquella cláusula 12 del testamento del Libertador desde donde la Historia proclamará siempre: "Mando que mis albaceas den las gracias al señor General Roberto Wilson por el buen comportamiento de su hijo el Coronel Eelford Wilson que tan fielmente me ha acompañado hasta los últimos instantes de mi vida".

Años de Lima.- Pero su estada en Inglaterra será breve. Wilson se ha hecho ya un alma viajera a la que una y otra orilla del Atlántico atraen poderosamente sin acabar ninguna de ellas de colmar, por sí sola, sus indefinibles anhelos. En 1832 viene al Perú como Encargado de Negocios y, aunque trabaja con ardor para llenar, como él dice, el vacío en que se debate, sólo a medias consigue sus propósitos. Son años de soledad éstos de Lima en que los recuerdos le visitan de continuo y la nostalgia se hace sentir.

Ahí tenemos a nuestro caballero confortablemente instalado en su propia casa, una de las mejores de Lima que sabemos le ha costado 700 libras. Su cocinero es un verdadero artista; tiene un excelente mayordomo y un magnífico lacayo; dispone de un faetón, una muía y un caballo de silla; y, por tener cocinero, está obligado a verse acompañado en las comidas. Cierto que la sociedad femenina, incluso la inglesa, no le parece de lo mejor, pero puede sentar a su mesa a "una sociedad masculina de comensales apacibles y de buenas lecturas". Pero nada de esto puede bastarle. Si, corno escribía por esos años a Sir Robert Ker Poner, hubiera ido a Inglaterra en busca de una esposa... Y ha de refugiarse en el recuerdo obsesionante de Bolívar, cuya miniatura contempla ensimismado... Y no sólo la que el Libertador le obsequió al despedirse, sino esa otra que ahora vuelve entre sus manos y adquirió, por esos años (1837) en la capital peruana, de un italiano llamado Meucci, porque ella, nos dice, "...es la mejor interpretación que jamás haya visto del General Simón Bolívar y así ha sido reconocido por el General [Diego Ibarra] y por el Coronel [Andrés] Ibarra sus edecanes...", (Alfredo Boulton, Los retratos de Bolívar, pág. 87).

¿Cómo podrá soportar la diatriba anti-bolivariana de estos días el que escribe que la gloria del Libertador es el más puro y mejor tesoro de América? Que sus enemigos destruyan su obra lo comprende, pero nunca los ataques a la reputación inmaculada de quien lo dio todo por la libertad de los pueblos y los hombres. "La situación confidencial que ocupé cerca del Libertador me hizo, naturalmente, celoso de su gloria, y, por tanto, incapaz de sufrir las atroces calumnias fulminadas contra él...". Antes, todavía en Inglaterra, confesaba la angustia que le oprimía al ver lejos de su tierra natal los restos del amado Padre. "Que la República de Venezuela decrete honores a los restos del Libertador y sufra que sea sepultado con él todo, excepto lo que es la gloria de Colombia: la Reputación del Libertador... Si alguna vez place a Dios concederme los medios, no faltará... un amigo fiel que rinda el último homenaje a la finada grandeza. Nada sino mi falta de medios me ha impedido conseguir una tumba digna de un objeto tan sagrado". Y pensamos nosotros que en esa tumba grabaría, sin duda, nuestro caballero la inscripción que pocos años antes había recomendado para la medalla acuñada, según el retrato del Héroe hecho por Porten "Colombia a su Padre y mejor Hijo", porque siempre en los mejores momentos de su corazón se ha de oír resonar la voz de su piedad filial.

Los recuerdos vuelan también a los más fieles amigos del Libertador: "Salom es uno de los pocos, Montüla es otro, como también Clemente, que en su conducta hacia el General Bolívar fueron sin miedo y sin tacha. El cuarto puede ser Carreño... aunque sería difícil completar la media docena. Todos éstos, así como Diego y Andrés Ibarra, son honorables en todos los aspectos. Todos excepto éstos tienen sus puntos débiles. Salom, Clemente, Montilla y Briceño Méndez tienen los menos. Urdaneta es un excelente ministro de la guerra. Mis afectuosos recuerdos a Miguel Aris-mendi; admiro su noble y admirable conducta hacia el Libertador".

Su mente está ahora en la tierra venezolana: "Todo el corazón y esperanza del Libertador en sus últimos momentos, como durante su vida, fue Venezuela". Y añade, por su cuenta: "Venezuela, en particular, reclamará siempre mi más amistoso y celoso interés por su prosperidad. Venero en ella a la cuna de Bolívar y de la libertad de Sud América, y admiro en sus hijos ese ferviente valor y sacrificio que, combinados con muchas otras nobles características, le confieren una indudable preeminencia sobre toda Hispano-America... Por ello me siento satisfecho al saber que las leyes han reemplazado a la lanza del Llanero". "Tomo gran interés en todo lo que se refiere a Venezuela, mi región favorita de Sud América, e, indudablemente, la más humanizada..." (Lima, 25-VIII-837).

Todo gira en los afectos de Wilson bajo el signo bolivariano; si en esos años salva la vida a Santa Cruz, tras la rota de Yungay, puede estar seguro el caudillo vencido de que el haber sido fiel amigo de Bolívar es lo que determinó, en mayor grado, los humanitarios esfuerzos de nuestro gentil caballero quien siente que poco le queda ya por hacer en el Perú. En 1841 regresa a Inglaterra.

Retorno y tránsito.- Pero tampoco esta vez afincará en el suelo natal. Al año siguiente, su entrañable amigo Robert Ker Porter, Encargado de Negodos británico en Caracas, y a la sazón viajando con Ucencia por Europa, muere en Rusia (mayo, 1842). I_a nostalgia venezolana acucia ahora más fuerte que nunca a Wilson y hace revivir en él antiguas aspiraciones a ese cargo que, interinamente, está desempeñando O'Leary. El 1 de febrero de 1843 Lord Aberdeen firma el nombramiento de Wilson quien, el 11 de abril, toma posesión de su empleo en Caracas, en un ambiente de general simpatía que será ampliamente retribuida. La labor de Wilson estos años lúe la de un cultivo constante de la amistad hacia Venezuela y sus hijos, notándose, eso sí, inocultable "preferencia hacia toda persona alta o baja que hubiera sido amiga de Bolívar". (Azpúrua).

Esa generosa amistad se hará patente en las más difíciles circunstancias. Así en enero de 1848 da asilo y salva la vida a los miembros del Congreso víctimas de los sucesos. Recoge en su casa a Michelena herido de muerte; asila a Ustáriz en la Legación; socorre en su propia casa a Rojas y otros diputados... Nadie acudirá en vano a nuestro caballero sin miedo y sin tacha quien, un año después, en el conflicto sobre la ley de quita y espera, hace gala de un exquisito tacto diplomático que le permite, sin dejar de servir a su Gobierno, contemplar con ojos de verdadero amigo los intereses de Venezuela y hallar la difícil armonía entre unos y otros.

Pero ese mismo año de 1849 el general Wilson cierra para siempre sus ojos en Londres. El buen hijo siente que su corazón le empuja, otra vez, a la vieja patria donde debe continuar el hogar de sus antepasados. Y deja a Venezuela, esta vez para siempre.

De cómo le seguía siempre recordando y hasta qué punto la veneración a Bolívar era el eje de su vida sentimental, da magnífico testimonio esto que escribe al dorso del marco de la miniatura de Meucci: "Es mi deseo que este retrato sea considerado por mi familia como un legado a perpetuidad y que uno de mis descendientes lleve siempre el nombre de Bolívar o Bolivia si es hembra, en grato recuerdo a la asociación que tuve con esa ilustre persona. Mayo, 18 de 1853. 130 Park Street. Grosvenor Squarc. Londres. Belford Hinton Wilson".

Pocos años después (1859), entre las brumas que rodean la señorial morada de Grosvenor Square que el retrato de Bolívar preside, se desvanece la noble figura de Belford Hinton Wilson, el gentil caballero inglés que tan fielmente acompañó al Libertador hasta los últimos instantes de su vida; que tuvo el supremo dolor y honor de sentir cómo ésta se desvanecía entre sus brazos, y cuyo vivir, desde que conoció a Bolívar, no fue sino una guardia montada, sin descanso ni desmayo, a la gloria de su nombre.

Revista Sociedad Bolivariana de Venezuela, Caracas, Julio de 1961.

 

 

 

 

VENEZUELA.

 

  1. Diálogos de ausencia y presencia 

  2. Begoña de Naguanagua 

  3. Problema de jóvenes 

  4. Yunque y martillo 

  5. Esto es Pizkunde 

  6. Artistas vascos en Venezuela 

  7. Diálogos de emigrados 

  8. Carta de Caracas 

  9. Hombres de la Compañía Guipuzcoana 

  10. Política y Patriotismo 

  11. El Himno nacional vasco 

  12. Ideas simples 

  13. Sinfonía de Guecho 

  14. Belford Hinton Wilson 

  15. El caso vasco 

  16. Resistir y persistir 

  17. Exportación de cacao 

  18. Información bibliográfica 

  19. Bolívar y los vascos 

  20. A un joven vasco 

  21. El humorismo vasco 

  22. Tres emigraciones 

  23. El Bilbao de Bolívar 

  24. Un reflejo del País Vasco 

  25. Hacia la Libertad 

  26. Los libros de la Caracas Colonial 

  27. Publicaciones del Cuatricentenario de Caracas 

  28. La "gens" caraqueña de los Landaeta

INDICE COMPLETO de ARTICULOS de PRENSA

I) INIDICE OBRAS COMPLETAS PUBLICADAS INTERNET

 

I.1 Linea de Vida  y su Obra

I.2 Poesias en Euskera Recopilacion Total

I.3 Conferencias Recopilacion

I,4 Articulos Periodisticos Recopilacion Total

I.5 Lengua Vasca

I.6 Gernika

I.7 Uruguay

I.8 Venezuela

I.9 Reseñas Biograficas

I.10 Traducciones

I.11 Obras Publicadas

I.12 Semana Vasca en Montevideo

I.13 Ciclo de Clases

I.14 Nota Bio-Bibliografica

I,15 Biografia en Euskera

I.16 Sitio en Internet en Euskera

I.17 Nostalgia

I.18 Articulos Periodisticos Indice Cronologico

I.19 Articulos Periodisticos Indice Alfafabetico

II) OBRAS COMPLETAS - Libros Publicados en Internet

 

II.1  El Hombre Vasco

II.2 Hombres de la Compañia  Guipuzcoana

II.3  El Elemento Vasco en el siglo XVIII Venezolano

II.4 Vicente Antonio de Icuza

III) INDICE de TEMAS RELACIONADOS. Libros publicados por sus hijos;

 

III.1 Nere Aita - el exilio vasco - Mirentxu Amezaga 

III.2 Cronicas del Alsina -  Arantzazu Amezaga de Irujo

IV) Sus Hijos Escriben;

 

IV.1 Los tres Barcos que llevaron a Ama y Aita

IV.2 Travesia

V) Sus Hijos Escriben tras su muerte;

 

V.1 A mi Aita

V.2 La cancion de mi Padre

VI) Otros aspectos

 

VI.1 Reunion Familar en su Memoria

VI.2 Exodo

VI.3 Comision del Cuatricentenario de Caracas

VI.4 Inauguracion de la Plaza que lleva su nombre en Algorta

VI.5 Su Pequeño Poema en la Nota Necrologica 4 Febrero 1969

VII) Toda su Obra Publicada convertida en Formato PDF- puede ser leida en dispositivos  e-Book

 

 VII.1 Amézaga Vicente  Autor Irujo Ametzaga Xabier

 VII.2 Articulos de Prensa

 VII.3 Bio Biografica

 VII.4 Biografia en Euskera

 VII.5 Ciclo de Clases

 VII.6 Ciclo de Conferencias

 VII.7 Nostalgia

 VII.8 El Elemento vasco en el Siglo XVIII Venezolano

 VII.9 El Hombre Vasco

 VII.10 Los Hombres de la Compañia Guipuzcoana

 VII.11 Obras Publicadas

 VII.12 Vicente Antonio de Icuza

 VII.13 Poesias

 VII.14 Relacion de Escritos como Autor

 VII.15 Reseñas Biograficas

 VII.16 Semana Vasca Montevideo

 VII.17 Semana Vasca Montevideo Indice de Articulos

 VII.18 Traducciones

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Dedicatoria y mi homenaje a Mercedes Iribarren Gorostegui - Su esposa y mi ama

 
Sitio en Internet en homenaje a Vicente de Ametzaga Aresti.
http://vicenteamezagaaresti.blogspot.com
Unico sitio en Internet, que lleva su nombre, de referencia completa de su vida y su Obra totalmente publicada en Internet, 
Poesias, Articulos de Prensa, sus Libros, completando asi, y cerrando todo lo que se habia escrito en libros sobre el y su vida
Creacion, Edicion y contacto: Xabier Iñaki Ametzaga Iribarren
e-mail: xabieramezaga@gmail.com
Blog Xabier Amezaga Iribarren: http://xabieramezaga.blogspot.com
Editoriales relacionadas con sus Publicaciones