EXPORTACIÓN DE
CACAO DURANTE LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA
Cuando, en el Convenio
de 25 de septiembre de 1728 entre Guipúzcoa y la Corona de España por el
que nacía la Compañía Guipuzcoana de Caracas, leemos, en la Real Cédula
que lo encabeza, aquello de que "Por cuanto que para remediar la
escasez del cacao que se experimentaba en estos mis Reinos, ocasionada de
la tibieza de mis vasallos en aplicarse al tráfico de este género con
las provincias de América sin pender del arbitrio de extranjeros que
indebida y fraudulentamente lo disfrutaban...", tenemos ya ante
nuestros ojos los dos motivos determinantes de la creación de la
Guipuzcoana: remediar la escasez que del precioso fruto se dejaba sentir
en la metrópoli, y acudir, al mismo tiempo, a terminar con una de las
principales causas de esa escasez, el tráfico ilícito que había llegado
a adueñarse de los mercados venezolanos en casi increíbles proporciones.
De hasta dónde
llegaban éstas podemos darnos cuenta por las cartas del gobernador don
José Francisco de Cañas, quien toma posesión de su cargo en julio de
1711 y con un dolorido acento en el que resplandece la veracidad de sus
informes, nos muestra palpablemente la amplitud e intensidad que para
entonces había adquirido el contrabando de los holandeses, que no se
limitaban a operar desde la isla de Curazao, sino que se habían
establecido en tierra firme, en Tucacas, donde poseían heredades, casas y
rebaños. Los españoles, por su parte, cómplices suyos, actuaban como
espías y aun como aliados, si era preciso, en las acciones de armas. Clérigos,
hidalgos y oficiales estaban implicados como los demás en el negocio y
para darnos idea de lo arraigado del mal, basta que el mismo Cañas nos
testifique el ofrecimiento de sumas de dinero que le fue hecho y que, según
le dijeron, debía aceptar "como regalías suyas".
El "Informe"
de don Antonio Alvarez y Abreu (Caracas, marzo de 1715) es aún más
completo y concíuyente. Como dice Hussey1, su tono es moderado y la
información tan imparcial y exacta como puede esperarse de un hombre que,
como su compañero Pintado, hubo de obtenerla trabajando en un clima de
universal disgusto y oposición a sus tareas de investigación. Según
Alvarez Abreu, el contrabando se ejercía por navios procedentes de todas
las colonias extranjeras, y, por su parte, los barcos españoles, también
implicados, zarpaban de Venezuela para contrabandear
cuanto podían tocando en Santo Tomás o Curazao. Cada casa en cada
puerto y ciudad de la provincia era un almacén que vendía, sin traba ni
embarazo alguno, mercaderías extranjeras. En el trato ilícito estaban
implicados no sólo los oficiales, sino aun los alcaldes, corregidores y
el gobernador. Los oficiales conectados con la Real Hacienda llevaban una
vida "que no podía ser más libre y licenciosa: viven tan ajenos a
las costumbres de Europa que su conducta es la de hombres sin rey ni
ley".
En esta situación, no
es de admirar que, como dice De Pons (11, 11) al tiempo de la organización
de la Guipuzcoana, de los 65.000 quintales de cacao que Venezuela producía
anualmente, sólo 21.000 iban en las exportaciones legales a España,
Veracruz, Santo Domingo y Canarias. Los otros dos tercios desaparecían
como contrabando.
Y, sin embargo, la gran
producción de Venezuela y la más codiciada por España era el cacao, del
cual no se sabe exactamente cuándo se convirtió en objeto de comercio
ultramarino, pero sí que se usaba en América desde el tiempo de la
Conquista. Según una leyenda mexicana, Quazalcoult, jardinero del edén
donde vivieron los primeros hijos del sol, trajo a la tierra las semillas
del quacahualt (árbol del cacao) para ofrecer a los hombres un manjar
apreciado por los dioses. "Theobroma" (de (heos. Dios, y broma,
manjar), nombre científico con que bautizó Linneo al género de plantas
a que pertenece el árbol del cacao, alude, sin duda, a esa leyenda.
Sabemos que en 1580 enviaron los españoles chocolate a España, donde
pronto se erigieron fábricas, y nos es conocido también que los españoles
mantuvieron secreto largo tiempo después de la conquista de México su
descubrimiento del cacao, estando severamente castigados los que lo
transportaban sin especial autorización para ello. De todos modos, para
1728 ya se conocía en Francia, porque la Corte de Madrid había enviado,
como valioso regalo, a la de París, cierta cantidad de cacao, y Ana de
Austria y María Teresa, engolosinadas con el nuevo manjar, introdujeron
la moda de tomar chocolate, que fue llevada también a Italia por Carletti
(1606), a Inglaterra (1657) y a Alemania por Bontekoe (1679). Pero, todavía
en 1686, un escritor español observaba que estaba poco en favor en otras
tierras europeas; no obstante lo cual, ya se traficaba mucho por los
holandeses desde que se apoderaron de Curazao, hasta el punto de que,
hacia 1681, el gobernador de Cumaná consideraba el tráfico de
contrabando de cacao como una de sus principales dificultades.
Concretamente, por lo
que hace a Venezuela, una riña que siguió al descubrimiento de una
arboleda de cacao en Maracaibo, en 1612, indica que
la cosecha se estaba haciendo de valor, aunque posiblemente no se
exportaba aún mucho de esa región. Que esa exportación no aumentó en
la proporción que cabía esperar y que, desde luego, el contrabando
holandés seguía desviando esa riqueza de sus debidos cauces, lo vemos en
la interesantísima y aún inédita "Instrucción General y
Particular del estado presente de Venezuela en los años de 1720 y
21", obra del vasco don Pedro José de Olavarriaga en la cual no
falta, entre otros preciosos informes, la reseña minuciosa de todas las
principales haciendas de cacao de la Provincia con el recuerdo de los árboles
de cada una ni la referencia a lo aniquilado que estaba el comercio de
Venezuela que vemos reducido a un navio registro de España "que aun
no viene todos los años", y otro de Canarias cargado de caldo y
cuatro o cinco embarcaciones que cargan todos los años una partida de
cacao para la Nueva España.
Dos años después de
que Olavarriaga escribiese esas palabras y otras aún más duras
directamente relacionadas con las inexplotadas posibilidades del país,
sentimos que un vaho de melancolía empaña la clara prosa de Oviedo y Baños
cuando, al referirse a la tierra bien amada, ha de estampar aquello de que
"si a su fertilidad acompañara la aplicación de sus moradores y
supieran aprovecharse de las conveniencias que ofrece, fuera la más
abastecida y rica que tuviera la América".
Cinco años después de
que apareciese esa contenida reconvención, y con la vista puesta,
principalmente, en los dos grandes objetivos de que venimos hablando
—explotación del cacao y represión del contrabando— surgía la Real
Compañía Guipuzcoana de Caracas.
Aquí sólo hemos de
ocuparnos de su labor referente al comcTcio del cacao, y, para mayor
concreción, consideraremos la gestión de la Compañía dividiéndola en
tres períodos:
1.- Desde el comienzo
de sus actividades hasta el levantamiento de don Juan Francisco de León.
(1730-1749).
2.- Desde la reforma de
la Compañía hasta el decreto sobre la libertad de comercio (1750-1778).
3.- Últimos años de
la Compañía (1779-1785).
Primer período
(1730-1749)
Una de las providencias
tomadas por el gobernador don Sebastián García de la Torre, llegado a
bordo de la primera expedición de la Guipuzcoa-na que arribó al puerto
de La Guaira el año de 1730, siguiendo instrucciones del Ministro de
Marina e Indias don José Patino, que le llegaron en carta de 29 de mayo
de 1731 (Archivo General de la Nación, Colección "Diversos".
Tomo XIV, ff. 283-296) fue la de constituir una Junta de Comercio para que
determinase, de una parte, el monto del consumo de géneros de la
provincia, y, de la otra, la exportación del cacao de la misma; y, para
ambos casos, el número de navios y bajeles suficientes para los
correspondientes servicios.
La Junta, reunida el 24
de octubre de dicho año de 1731, estableció que el consumo de géneros
europeos se estimaba en 600.000 pesos anuales. En cuanto al número de
fanegas de cacao que quedaban libres para exportar se calculó en 45 a
46.000, descontado el consumo interno estimado en 12.000 fanegas.
De esas 45 ó 46.000
fanegas, 15 ó 16.000 iban regularmente para Nueva España; de 5 a 6.000
para las Islas Canarias, 3.000 se llevaban los ingleses a cambio de
negros; 1.000 se enviaban a las islas españolas de Barlovento, Santo
Domingo y Puerto Rico; de manera que quedaban de 19 a 20.000 libres para
remitir a España.
El mismo García de la
Torre pidió certificación de las cantidades de cacao conducidas a España
y México en el último bienio. He aquí el informe del contador:
Cacao llevado a España
1730, octubre:
"San Francisco
Javier"........................
5.983 fan. 58 libras
1730. noviembre:
"Ntra. Sra. del
Carmen" ...................
7.569 fan. 74 libras
1731. junio:
"Santa Rosa"
........................................
4.162 fan. 21 libras
Total,
..................................
17.715 fan. 43 libras.
Lo que, al precio medio
de 17 pesos por fanega, nos da un total de 311.155 pesos plata.
Cacao llevado a
Veracruz
En 1730 salen tres
navios y en 1731 salen cinco con un total de 26.405 fan. 81 libras, o sea,
448.885 pesos (Diversos, T. XIV, ff. 283-296). Evidentemente, las cifras
de la Compañía eran bajas, lo que se explica por las dificultades que
encontró en los primeros tiempos de su instalación con la oposición de
los comerciantes criollos que se decía hacían, en su cólera, especiales
esfuerzos para embarcar más contrabando que antes, la revuelca de
Andresote y los demás acontecimientos que determinaron la destitución
del gobernador García de la Torre, quien fue sustituido por el Comandante
General don Martín de Lardizábal.
Este, que se había
hecho cargo del gobierno en diciembre de 1732, dictó, en 14 de enero de
1734, un auto en que se declaraba que en el último año de 1733 habían
salido de Venezuela, para diferentes partes, 54.148 fanegas de cacao, de
las cuales sólo 13.187 eran de la Compañía. Las restantes correspondían
a mercaderes y cosecheros a los que acusaba de no vender el fruto a los
guipuzcoanos con lo que dejaban sin provisión de cacao a España, ya que
lo enviado no era suficiente. Para impedir que eso volviera a ocurrir,
Lardizábal fijó en 21.000 fanegas las que podrían exportarse a México;
y no estando permitido enviar a Canarias sino hasta 4.000, resultaba un
sobrante de fanegas 30.000 para enviar a España sobre el cual la Compañía
podría operar, pues los cosecheros habían de venderle, como fuese, esa
cantidad (Diversos, XIV, 314).
Con este nuevo régimen,
las cifras de exportación aumentaron de modo que ya, en el año siguiente
de 1735, salieron para España 36.648 fanegas de cacao, que al precio de
18 pesos cada una dan un valor total de 659.664 pesos. Sin embargo, en el
decenio 1740-49 la exportación, en conjunto, hubo de bajar a causa de la
guerra contra Inglaterra durante la cual nueve navios de la Compañía
Guipuzcoana, seis de ellos, por lo menos, cargados de cacao y rumbo a la
metrópoli fueron capturados. Pero, a pesar de esas y otras pérdidas, y
de que la Compañía hubo de dedicar sus mejores esfuerzos a la defensa de
las costas venezolanas que por esos años sufrieron en La Guaira y Puerto
Cabello muy fuertes ataques de los ingleses, los guipuzcoanos podían
hacer constar, con razón, que si en los treinta años anteriores a la
instalación de la Compañía salieron por registro de Venezuela 643.215
fanegas de cacao, solamente en esos duros primeros años de la Compañía
la cifra ascendía a 869.247. Si añadiéramos los doce siguientes, tendríamos
la cifra de exportación elevada a 1.508.179 fanegas. Lo que quiere decir
que en los treinta años de actuación de la Compañía, las cifras
casi triplicaron a las de igual período de
tiempo anterior a su constitución (V. Diversos, T. XXXIX, f. 264).
Damos a continuación
las cifras de exportación de cacao a España en el citado decenio de
1740-49 (Diversos, T. XVII, ff. 227-47).
Exportación de cacao
para España PERIODO 1740-1749
Años
Navios
Fanegas Libras
Precio
Total pesos
'40
5
40.341 80
11
443.751
'41
5
21.119 45
9,5
200.630
'42
2
4.168 84
12
50.016
'43
5
19.001 71
12
228.012
'44
4
11.347 23
10
1 13.470
'45
2
8.092 47
10,5
84.966
'46
4
28.070 56
10
280.700
'47
4
21.137 31
9
190.233
'48
1
11.192 11
8,5
95.132
'49
3
6.731 83
35
171.202 91
1.686.910
En el anterior período,
y según la misma certificación (Diversos, T. XVII, ff. 255-82), el resto
de la aportación asciende a la suma de 258.324 fanegas y 102 libras, se
ha querido deducir de ello una diferencia de 87.122 fanegas a favor de la
actividad de los mercaderes criollos. Pero la cosa no nos parece tan clara
como se ha creído. SÍ la Guipuzcoana fracasó oficialmente en sus
intentos de hacerse cargo de la producción de cacao venezolano que se
conducía a Veracruz, basta leer atentamente los folios que integran la
certificación indicada (Diversos, XVII, 255-82) para entrar en sospechas,
más que vehementes, de que los guipuzcoanos abandonaron, en la práctica,
la deseada empresa. En efecto, más de 100.000 fanegas de las 258.324
comprendidas en esa relación vemos que son transportadas en navios cuyos
nombres —"Aranzazu", "Iciar", "Begoña"—
y los de sus capitanes —Luzuriaga, Azpiroz, Echeverri, Alberto— son
inequívocamente "guipuzcoanos". Sumadas las cifras que ellos
encabezan a las del anterior cuadro, la diferencia queda tan largamente a
su favor que vienen, justamente, a duplicar a los demás.
Segundo período
(17504778)
En 1749 se produce la
revuelta de don Juan Francisco León que trae, como consecuencia, la
expulsión de la compañía en abril de esc'año. Al ser repuesta (R.D. 15
de diciembre del mismo año) sufre reformas como la del traslado de su
sede a Madrid, duplicación de sus acciones, etc., etc., etc., y la de más
interés para nosotros concretamente es un nuevo régimen de regulación
de precios que en adelante debería estar a cargo de un comité formado
por el gobernador, un regidor y el factor de la compañía, quienes habían
de ponerse de acuerdo para fijar cada año el justo precio del cacao y
otros productos de la tierra. Esto constituyó una medida acertada y que
se reveló eficaz, no obstante las naturales discrepancias que a veces
surgían en el seno de ese comité o junta. Además, fue fecundo en
consecuencias políticas, pues esta intervención del Cabildo en negocio
de tanta trascendencia para la vida de la Provincia fue robusteciendo su
autoridad e influyendo cada vez más en la formación de la conciencia
nacional venezolana cuya eclosión iba aproximándose.
En estas condiciones de
pacificación interna y paz exterior, la exportación del cacao conoce, en
los años siguientes, su período de auge. Los datos de los años 1750 a
1764, según el cuadro que hallamos en la interesante exposición del
Factor principal Martín de Goicoechea (Diversos, T. XXXIX, ff. 250-77),
nos muestran que ella asciende a la cantidad de 875.641 fanegas y 50
libras, distribuidas como sigue:
Veracruz
..............................
270.889 fanegas y 71 libras
Canarias
..............................
76.141 fanegas y 38 libras
Barlovento
.........................
28.196 fanegas y 64 libras
España
.................................
500.313 fanegas y 97 libras
A 13 pesos, precio
medio de la fanega en esos años, las citadas 875.641 fanegas nos darían
un valor total de 11.352.057 pesos plata.
La exportación a España,
detallada por años, es como sigue:
Libras 42 36
Fanegas 27.701 20.924
Ibtal pesos
Años
1750
1751
Precio Medio
Desconocido
Años
Fanegas
Libras
1752
27.984
17
1753
33.420
108
1754
46.968
66
1755
29.430
89
1756
20.896
2
1757
28.615
26
1758
34.706
88
1759
43.534
1760
31.724
47
1761
30.974
100
1762
20.593
43
1763
50.319
42
1764
52.889
27
Precio Medio 12
Bien podía decir el
Factor Goicoechea, en su citado informe (año 1768) que "...el último
estado en que hoy vive la Provincia es el más floreciente por todas sus
circunstancias", ya que venían a exportarse de ella, un año con
otro, las 60.000 fanegas disponibles de su producción anual.
Los años que siguen,
hasta el 1788, marcan una proporción pareja, ya que, para las 500.313
fanegas exportadas a España en los quince años anteriores, las
extracciones correspondientes a los catorce años comprendidos entre 1765
y 1778 arrojan una cifra de 490.196 fanegas, distribuidas por años como
sigue, según datos que tomamos de Hussey:
Años
Fanegas
1765
26.906
1766
23.602
1767
30.559
1768
21.759
1769
37.605
1770
43.189
1771
35.019
1772
30.946
1773
43.955
1774
31.400
Como en la relación de
que tomamos estos datos hay dos navios cuyo cargamento no consta, bien
podemos dejar esa suma en 500.000 fanegas en cifras redondas. Es decir,
que en el período 1750-78 corresponde a la Compañía la exportación de
un millón de fanegas de cacao.
Sabemos, por otra parte
(Informe del Factor principal don José de Amenabar, Diversos, T. XLV, f.
236), que en los años 1750 a 1769 salieron, en total, de Venezuela con
registro, fanegas 1.140.595 y desde el 1770 al 73 inclusive, 245.664, es
decir, 1.386.259 en total.
No tenemos a mano datos
de algunos de los cinco años posteriores hasta el 1778. Pero calculando,
con la seguridad de errar en muy poco, por los que tenemos y los
anteriores, podemos estimar que continuó en ellos la exportación con un
promedio anual de 60.000 fanegas. Esto nos daría 300.000 en esos cinco años
que, agregadas a las 1.386.259 anteriores, eleva-rían la cifra a
1.686.259 como exportación total del país en esos años de 1750 al 78,
que al precio medio de 14 pesos durante ese período, darían un valor
total de exportación de cacao de 23.607.626 pesos. De ella correspondería
a la Compañía casi los dos tercios.
Esto en cuanto a su
actuación oficial. Pero, si como hicimos para el período anterior,
echamos una mirada al tráfico con Veracruz, que es el que seguía en
importancia al de la metrópoli, vemos inmediatamente que los guipuzcoanos
constituían la gran mayoría de los dueños de las embarcaciones con
derecho de turno en la carrera de ese comercio. Así se comprueba por
documento autenticado por el teniente escribano de Registros y Real
Hacienda, fechado en 14 de enero de 1778 y cuyo primer asiento es de 1764
por lo que cubre, justamente, el período que acabamos de considerar.
Tercer periodo
(1779-1785)
Tías los años de
florecimiento del período anterior, asistimos a una rápida declinación
de la Guipuzcoana, cuya existencia venía peligrando por causas
internas y externas. Estaban entre las primeras el fracaso de varias
empresas, ajenas, por cierto, a su específica misión, en que la Compañía
se había embarcado, como la Compañía Ballenera instaurada con la
esperanza de renovar antiguas y gloriosas tradiciones; los intentos de
volver a la explotación de la pesca del bacalao en los bancos de
Terranova, y las experiencias realizadas en 1770 para la instalación de
pesquerías en las costas de Cumaná.
Los ensayos de comercio
europeo con el envío de cacao a Italia, y los esfuerzos para establecer
un monopolio sobre la región del Orinoco, etc., etc., de nada sirvieron
ante los acontecimientos que sobrevienen.
El primero y principal
de ellos es el Decreto de Comercio Libre de 1778 con el que se preparaba
el golpe mortal al sistema en que la Compañía tenía su fundamento. TVas
él, la guerra contra Inglaterra que estalló el año 1779 y que vino a
afectar a la Guipuzcoana de tal suerte que sólo en el siguiente año de
1780 experimentó la pérdida de siete navios hundidos por el almirante
Rodney. Ni una fanega de cacao llegó este año a España. Y, a pesar de
los intentos que en el siguiente realizó la Compañía para intensificar
el comercio con Veracruz y para proseguir el europeo, utilizando los
servicios de navios de bandera neutral, el retorno a la paz la encuentra
tan paralizada que ya nada puede impedir su fin, decretado el año 1785.
Sólo 40.633 fanegas de
cacao pudo conducir a España en estos últimos siete años de su vida la
Compañía Guipuzcoana que, en el conjunto de sus magníficas
realizaciones y graves culpas, ostenta una grandeza de la que mejor que
nada da la medida el apasionamiento que su recuerdo ha suscitado y
suscita, lo mismo entre sus apologistas que entre sus opositores.
El Farol, Caracas, N.a
204, Enero - Febrero de 1963.