YUNQUE Y MARTILLO
Más de una vez he
recordado en estos últimos tiempos un episodio antiguo. Era por los
tiempos en que Filipo, rey de Macedonia, ambicionaba dominar la Grecia, y
veía facilitada su empresa por la abulia de los atenienses, que, en plano
de decadencia, olvidaban su incomparable pasado de luz y libertad.
Sólo una voz se
levantaba en Atenas; eso sí, quizá la más perfecta que en tribuna
alguna jamás haya resonado; era la voz encendida de Démoste -nes, uno de
los grandes patriotas, también, de la Historia, quien en una de tantas
ocasiones increpaba a sus compatriotas, didéndoles más o menos así:
"¿A qué esperáis para reaccionar como os corresponde, hombres de
Atenas? Por lo que decís, a que algo extraordinario suceda. ¿Y qué más
extraordinario que ver a un bárbaro ya casi dueño de la Grecia y a punto
de convertir su voluntad en ley de Atenas? Y vais por las esquinas
cuchicheando: "Dicen que Filipo ha muerto". "No, pero está
muy enfermo". ¡Y qué importa que esté enfermo o muera!, sí
vosotros, con vuestra abulia, crearíais en seguida otro Filipo".
Lo que quiere decir,
aplicado a nuestro caso: ¿A qué esperamos, patriotas vascos, para poner
en tensión toda nueva voluntad en un esfuerzo supremo por la causa de la
patria? ¿A qué esperamos para que nuestro pensar se convierta, como
quería Víctor Hugo, en una idea con uñas para arañar, con dientes para
morder, con nervios y músculos para actuar? Tal vez a que algo
extraordinario suceda. ¿Y qué mas extraordinario que ver al pueblo
dueño de una inigualada tradición de libertad, sometido a la más vil,
la más despreciable, la más abominable de las tiranías? ¿Qué más
extraordinario que ver a la nación de más larga perduración que en
Europa se conozca, en inminente peligro de extinguirse.
Y como los degenerados
atenienses de tiempos de Demóstenes, vamos también muchos de nosotros
por ahí diciendo: "Dicen que Franco está muy enfermo; dicen que es
enfermedad mortal". ¿Y qué importa que ese desgraciado muera, si
nosotros, con nuestra abulia, habríamos de crear en seguida otro
caudillo?
Porque es rebajar hasta
los suelos el nivel de nuestro problema esto de condicionar su éxito a
que el dictador de España se vaya o deje de irse. Con toda la innegable
importancia que ello pueda tener para nuestra causa, es preciso tener
siempre delante de los ojos que esa causa, la de la libertad y la
independencia nacional vasca, la tenemos que encarar desde el ángulo
vasco y nada más. Sin perder de visca nunca —y de esto ya hay quien se
encargue— oportunidades de las que siempre debemos estar al acecho, la
causa de la libertad vasca la tenemos que trabajar, poniendo en actividad
todos los resortes del alma nacional, sin comprometer a ésta para nada en
ideales ajenos. Es mucho más importante para nosotros el conseguir,
mediante nuestra incesante acción, que un vasco que aún no es patriota
llegue a serlo, que todas las promesas que puedan dimanar de alianzas con
extraños, que sólo durarán mientras a ellos convenga su duración.
Afortunadamente ha
crecido estos años en Euzkadi una generación que se ha dado muy bien
cuenta de estas y otras verdades. Es una generación en la que, al lado de
los jóvenes en que florece la sangre de viejos patriotas, forman los
hijos de los carlistas, de los monárquicos, de los enemigos de antes de
la guerra. Y es ya una generación mayoritaria, que ha comprendido muy
bien que le ha llegado la hora de actuar. Todas las noticias que de allí
nos llegan nos hacen pensar firmemente en que ha llegado la hora en que la
Resistencia está pasando de yunque a martillo; de la etapa en que todo
era aguantar, a aquélla en que deberá golpear y golpear duro. Estamos
viviendo promisorios momentos. Y nos alcanza a todos una enorme
responsabilidad que no podemos soslayar: la de ayudar a aquellos valientes
que están dispuestos a forjar, de una vez, al precio de todos los
sacrificios, la patria libre y feliz, que ha sido el sueño de toda
nuestra vida. Es preciso ayudarles por todos los medios; los económicos,
desde luego, y algo más si el caso llega. Porque, al fin y al cabo, para
los que ya no somos jóvenes, no es mucha generosidad ofrendar una vida
que ya mucho no puede durar, para que por los siglos que han de venir sea
libre y digno el vivir de nuestra patria.
Euzko Gastedi, Caracas,
1956.