PALABRAS DE
AGRADECIMIENTO
En este acto en que
Galeuzca inicia su vida pública; en este acto de conmemoración de
Guernica, me corresponde dirigir breves palabras, muy gratas por ser de
reconocimiento, pero, por eso mismo, no tan fáciles de pronunciar.
Palabras que debo dirigiros como vasco y como de Galeuzca en Montevideo.
Como vasco, vayan mis
primeras palabras a los amigos gallegos y catalanes que tuvieron la
exquisita delicadeza de querer que la iniciación de la vida pública de
Galeuzca en Montevideo coincidiera con esta conmemoración de Guernica,
que tiene para nosotros un significado tan hondo.
Esta lluvia que ahora
está cayendo me recordaba, contemplando estas flores, que gallegos y
catalanes depositaron frente al monumento a Guernica aquella otra que
cubre constantemente como un velo los campos verdes y los valles húmedos
de Galicia, y que nos trae continuamente el recuerdo de aquellos versos de
la divina Rosalía de Castro (1837-1885):
"Como chove
miudinho, como, miudinho, chove. Como chove miudinho pol-a banda de Lainho,
pol-a banda de Lestrove".
Y quería figurarme yo
que esta lluvia era una ráfaga que venía de la tierra de Galicia para
que sus botas cayeran sobre esas flores a fin de que, en esta conmemoración
de Guernica, fueran, en su ofrenda, más frescas, más jugosas, rnás
lozanas...
Es la misma lluvia que
ennegrece, a través de los siglos, las piedras sagradas de Compostela; es
la misma lluvia que satura de saudades el espíritu gallego, y que, al
mismo tiempo, va manteniendo ese verde manto de verdura que cubre el
cuerpo santo de Galicia.
Está ausente el sol
que nos habían de traer los amigos de Cataluña; aquel sol mediterráneo
con resplandores helénicos; aquel sol que hizo hervir la sangre de Auzias
March, el más grande de sus poetas, en la expresión de los afectos del
amor humano; aquel sol que abrasó y purificó la entraña de Mosén
Cinto, que también en vuestro lenguaje catalán supo cantar con versos
áureos las inefables exquisiteces del amor de Dios; aquel sol que se
refleja en las costas catalanas, y que colma de frutas sus espléndidas
planas; aquel sol que fue quemando como a un gran cirio que iluminó a su
tierra a aquel gran varón de Cataluña que se llamó el Presidente Maciá;
aquel sol que templó el espíritu de aquel otro Presidente, que quiso
morir con los pies descalzos para afianzarse, por última vez, en mejor y
más íntimo contacto con aquella tierra que fue toda la razón de su
existir.
Yo quisiera que un
reflejo de ese sol diera también sobre esas flores, para que ellas
tuvieran más riqueza en sus matices, más generosidad en su aroma. ¡De
todas maneras, amigos catalanes, amigos gallegos; muchas gracias!
¡Y muchas gracias
también —y no por no haberlas expresado primeramente, menos sentidas—
a vosotros, uruguayos, a vosotros, autoridades y pueblo del Uruguay;
autoridades que habéis dado todas las facilidades posibles; pueblo del
Uruguay, que habéis venido a prestar vuestra generosidad y apoyo a este
acto magnífico. Autoridades y pueblo del Uruguay, para quienes parece que
fueran connaturales todas las empresas justas y todas las causas nobles!
Y si en alguna persona,
si en alguien tuviera que concretarse este agradecimiento al Uruguay, que
esa persona sea esa gran figura, esa mente clara, ese corazón de fuego,
este gran vate Carlos Sábat Ercasty... que de modo tan maravilloso, con
su altísimo acento supo hablarnos de la libertad, y de la significación
de Guernica en la Historia de la Humanidad.
Muchas gracias, pues, a
todos; y nada más.
Euzko Deya, Buenos
Aires, Mayo 5 de 1945.