ESTA ES LA JUSTICIA
QUE MANDAN HACER
Parecería que en
quince años de recorrer incesantemente la vía dolo-rosa, el pueblo vasco
hubiera agotado ya todas las formas y grados posibles de sufrimiento.
Arrastrado y envuelto en una guerra para la que no dio sombra de pretexto
y que no pudo prever ni eludir; caminando en un tiempo por las rutas del
destierro cerca de la cuarta parte de sus hijos; sufriendo el resto, en la
que hasta entonces fuera la tierra más libre del mundo, los desmanes de
una tiranía que ha impuesto allí la hipocresía en la religión; la
enfermedad y la ruina en los hogares; la inmoralidad en la administración;
el terror en todas partes; una tiranía que se ha posado sobre nuestra
patria como el gusano más repugnante sobre la rosa más pura...
Pero nuestro pueblo no
ha cedido jamás. Con una tradición de libertad que no se improvisa; con
una fe inquebrantable en el futuro que hunde sus raíces en la voluntad
actual unánime de sus hijos que en vano se pretende amordazar; con un
caudal vivo de ideas madres, ideas corno las quería Víctor Hugo con boca
para gritar, con dientes para morder, con uñas para aferrarse y arañar;
ideas de libertad que son como la esencia misma y la razón de ser de su
personalidad milenaria, el pueblo vasco sigue en la brecha sin ceder un
punto y en ella seguirá hasta ver el derrumbe del franquismo al que
desprecia y aborrece desde el fondo mismo de su corazón.
El triunfo obtenido por
nuestro pueblo, en las últimas huelgas y movimientos de protesta que
alcanzaron su culminación en ia de Pamplona, aún no tan bien valorada
como se merece en sus orígenes y alcances, ha sacado de sus quicios al
tirano que, a ía persecución fría y despiadada en el interior contra
los presuntos responsables, ha unido su firme decisión de concluir con lo
que él estima el foco y dirección de todos esos movimientos: el núcleo
central del legítimo Gobierno vasco situado en París.
Hace ya más de un mes,
Franco dirigió un ultimátum al Gobierno francés diciéndole que si no
se entregaba el edificio 11, Avenue Marceau, dispersando los servicios
vascos allí centralizados, cerraría todas las escuelas francesas que hay
en España y que tienen un cuadro de 80 profesores y de 5 a 6.000 alumnos;
pondría dificultades a los comerciantes e industriales franceses
radicados en Madrid y en otras parles y no cedería en llegar incluso a la
ruptura diplomática. El fruto de esas amenazas es ya conocido de nuestros
lectores, la prensa de estos días da cuenta de cómo el Presidente
Aguirre ha sido desposeído de su sede en el número 11 de la Avenida
Marceau. V lo ha sido en virtud de un mandamienlo de ejecución dictado
por el Tribunal Civil del Sena que se
fundamenta en la sentencia dictada por ese mismo Tribunal el año 1943 en
plena ocupación alemana; la misma ocupación que hizo posible la
extradición y fusilamiento del Presidente Com-panys, de nuestro
compatriota Zugazagoitia y de otras victimas del ensañamiento franquista.
Recordamos bien esa
casa 11, Avenue Marceau. En ella trabajábamos con nuestro Gobierno cuando
el peligro nazi amenazaba devorar a Francia y Europa entera. Y en aquellas
horas de supremo peligro, ¡os vascos que en aquella casa estábamos nos
inscribimos como voluntarios en las filas del Ejército francés. No se
trataba de pagar ni de pedir favores: entendíamos que era un simple, pero
imperioso deber. La causa de Francia era la nuestra; era la de todos los
hombres libres que queríamos seguir viviendo en una línea de dignidad.
La irresistible invasión alemana nos dispersó a todos y, al amparo de
ella, los franquistas recibieron nuestra sede de manos de los nazis; era
natural. Como lo fue que después que la liberación de París fuese
encabezada por aquel tanque que llevaba el nombre simbólico de
"Guernica"; que después que el propio General De Gaulle
prendiera las más altas condecoraciones militares en nuestra bandera
bicrucífera y en el pecho del comandante Ordoki y otros muchos de la
Brigada vasca "bravos entre los bravos", la sede de Marceau
volviera inmediatamente a nosotros, sus legítimos poseedores.
Pero ahora, ¿qué ha
pasado aquí? Pedimos a nuestros amigos uruguayos que reflexionen bien
sobre ello, porque es un agravio inmenso el que, dirigido contra nosotros,
se ha inferido de hecho a todos los hombres honrados y libres con la
consumación de esta iniquidad. Con Marcean o sin Marceau, seguirá lo
mismo nuestra lucha de la que ciertamente no hemos de desistir por esta ni
ninguna otra contrariedad. Pero si esto puede pasar en el mundo democrático,
si en él los mejores pueden ser así atropellados sólo por ser los más
débiles, cuando lanzamos esas hermosas palabras de "justicia",
"democracia", "libertad", "frente
anlitotalitario", etc., etc., ¿a quién pretendemos engañar?
Y entiéndase bien que
no acusamos a Francia. Ella representa algo muy grande y muy alto en
nuestro espíritu. Nunca la confundimos con sus gobernantes que entregaron
a Companys; nunca la confundiremos con su actual Minstro de Justicia Rene
Mayer, acreditado amigo de los franquistas.
El Plata, Montevideo,
Julio 3 de 1951.