EL MARTIRIO DE
GUERNICA
"Arrasaré
Vizcaya. Tengo motivos sobrados para ello", nos anunciaba Mola, el
organizador de la gran ofensiva sobre Bilbao en aquellas octavillas que,
intimándonos la rendición, llovían de sus aviones, mucho más pródigos
en la lluvia de bombas.
La ofensiva había sido
preparada con todos los medios y en coordinación de todos ios elementos.
Un centenar de aviones alemanes e italianos esperaban en sus bases de
Vitoria, Burgos, Logroño y Soria; más de la mitad de ellos fueron pronto
dispuestos a distancia de sólo 15 kilómetros del frente. En las
fábricas de Vitoria y Burgos fue distribuido un enorme stock de bombas de
fabricación alemana; desde las de 500 kilos hasta la pequeña incendiaria
de aluminio que los alemanes iban a ensayar y perfeccionar sobre nuestro
suelo. Y a esta aviación, predominante alemana, se sumaban las columnas
italianas, las banderas africanas, la legiones del Tercio Extranjero y,
finalmente, tropas españolas, requetés navarros para mayor dolor de la
Patria. Y esas fuerzas, que al comienzo fueron de 85.000 hombres porque se
calculó opt¡mistamente por los franquistas que, con los poderosos medios
materiales de que disponían, eran suficientes para entrar en Bilbao en
tres semanas, llegaron a sumar 120.000 hombres —cerca del doble del
ejército vasco— cuando al cabo de 80 días de épica resistencia
consiguieron entrar en Bilbao en un avance en profundidad de 600 metros de
promedio diario, ya que del frente a la capital vasca la distancia media
era de 49 kilómetros.
Había que destruir el
más formidable testimonio contra la mentira de la "cruzada"
franquista que estaban dando los vascos, pueblo religioso y de orden si
los hay; había que pagar a Alemania su ayuda decisiva al precio del
mineral de hierro de Bilbao, y así, el 31 de marzo con el feroz bombardeo
de la villa natal del fundador de Montevideo, la vieja Durango, que quedó
semi-aniquilada ese día, comenzó la terrible ofensiva en el curso de la
cual la aviación lanzó 162.000 bombas con un peso total de 2.842
toneladas sobre los campos vascos que carecían en absoluto de armas
aéreas o antiaéreas para contrarrestar este ataque.
La vieja patria fue
desgarrada hasta sus entrañas; ardieron sus bosques, cayeron destrozados
sus blancos caseríos y, el 26 de abril de 1937, hace hoy justamente
catorce años, la aviación alemana reducía Guernica a una inmensa
hoguera en que se consumían los cuerpos de muchos de sus hijos. Muchos
otros yacían en los bordes de las carreteras ametrallados por
los cazas en una persecución implacable. La civilización se cubría de
luto y Guernica, símbolo hasta entonces de las libertades vascas,
adquiría, con su martirio, significación universal.
Hemos meditado una vez
más en este nuevo aniversario en el bárbaro hecho y nuestra meditación
nos ha llevado a la consideración de uno de los aspectos menos estudiados
del franquismo: el de su aterradora vacuidad espiritual. El crimen de
Guernica, todo el diluvio de sangre, dolor y lágrimas que el
levantamiento militar ha hecho correr a todo lo largo y lo ancho del suelo
español, ¿por qué y para qué? Y no nos referimos aquí a sus
resultados definitivos que bien a la vista están: miseria espantosa,
tuberculosis generalizada, incapacidad e inmoralidad en todos los
organismos de gobierno, prostitución como nunca fue conocida, esterilidad
en las ciencias, en las letras, en las artes... Todo eso, si no
justificación, alguna excusa podría tener al menos en el ensayo
práctico de alguna nueva ideología hecho por sus místicos y fervorosos
adeptos. Pero, ¿puede decirnos alguno cuál es la instaurada por el
movimiento "salvador" triunfante? Difícilmente, a lo largo de
la historia del mundo, se habrá dado jamás vacuidad ideológica como la
de ese movimiento que, al precio de la matanza de más de un millón de
ciudadanos y de la miseria y desesperación de la inmensa mayoría del
resto, no ha servido para otra cosa que para destruir la República,
imposibilitar la Monarquía y perpetuar en los regios salones de El Pardo
al responsable de toda la catástrofe.
Los trescientos mil
vascos que en estos días desafían su poder, en una huelga que es toda
una lección de virilidad, civismo y disciplina, recuerdan una vez más
estas cosas a todo el mundo civilizado que hace catorce años se
estremeció ante el crimen de Guernica.
El Plata, Montevideo,
Abril 27 de 1951.