JUAN DE ZUMARRAGA*
Durango
1463 (?) - 1548
Hoy 3 de
junio se cumple el cuarto centenario de la muerte del primer
obispo de Méjico, Fray Juan de Zumarraga, gran figura de la
raza vasca y la civilización americana, introductor de la
imprenta en este continente. Había nacido en 1463 en Durango
(Vizcaya), el mismo lugar en que, al correr de los años, iba
a ver la luz primera Bruno Mauricio de Zabala, el fundador de
Montevideo, y, tras profesar en la Orden franciscana en el célebre
monasterio de Arantzazu, su talento y méritos le hicieron
ascender en su carrera religiosa hasta llegar en 1527 a ser
presentado por el Emperador Carlos V para obispo de México,
dignidad en que fue constituido por Clemente Vil en 1530.
Los veinte
años —1528 al 48— de su vida mexicana están llenos de
fecundas empresas apostólicas que han perpetuado su nombre.
En estas breves líneas, nosotros sólo le consideraremos en
dos aspectos que especialmente le caracterizan: como amante de
las luces y como protector de los indios.
En cuanto a
lo primero, ello aparece, entre oíros hechos, en la fundación
del famoso colegio de la Sania Cruz de Tlatelolco debida a la
iniciativa de Zumarraga, según en cédula especial hubo de
reconocer la reina y resplandece, sobre todo, en su preocupación
y esfuerzos por la introducción de la imprenta en el Nuevo
Mundo. Se ve ya en 1533 a nuestro prelado presentando al
Consejo de Indias un memorial en el que se pide el envío de
la imprenta a América; se le puede contemplar en 1534 en su
regreso del viaje a España navegando en compañía del
impresor Esteban Martín, primero de su oficio que pisó
tierras americanas; lo podemos considerar, finalmente, el año
1539 cuando, de acuerdo con el virrey Mendoza, contrata la
venida del impresor lombardo Juan Pablos con una imprenta
completa y los tipógrafos necesarios, todos los cuales
llegaron para que la gloria de los vascos en este punto
inicial de la cultura americana fuese compleía, en la nave de
nuestro compatriota Miguel de Jauregui. Zumarraga dio a los
impresores como local la casa llamada *-de las campanas"
inmediata a la residencia episcopal y allí apareció la
primera obra impresa en América a la cual siguieron otras
varias mandadas imprimir por Zumarraga.
El segundo
aspecto enunciado lo ilustraremos brevemente con dos hechos:
e! uno, lo encontramos el año 1529 cuando habiendo salido Ñuño
de Guzmán, presidente de la Audiencia mexicana, a la
conquista de los indios chichimecas, Zumarraga, antes que la
expedición partiese, declara que tal empresa es injusta. El
otro cuando en 1546 concluye una asamblea de obispos del vireínato
que adopta, a favor de los indios, resoluciones análogas a
las establecidas por el inmortal P. Vitoria en sus relaciones.
Dos años más
tarde terminaba el ilustre franciscano vasco su vida ejemplar
declarando en el testamento otorgado la víspera de su
fallecimiento que "Nada le inquietaba sino el quedar
adeudado con su buen mayordomo Martín de Aranguren".
Entre los
miles y miles de vascos que vinieron desde el dia mismo del
descubrimiento a fecundizar con su esfuerzo las tierras vírgenes
de América, pensamos que serán muy raros aquellos cuyos
nombres están inscritos en las listas de conquistadores y
opresores; si los hay, preferimos no recordarlos. Pero, en
cambio, nunca dejaremos de reclamar, como una de las mayores
glorias de nuestro pequeño pueblo la nómina impresionante de
navegantes, fundadores, colonizadores y misioneros que
cumplieron una obra fecunda marcándola inconfundiblemente con
el sello de su raza que supo adelantarse en siglos a todas las
de Europa en su culto a la libertad, la democracia y la
dignidad del hombre. Recordemos hoy solamente, entre los
juristas, al padre Vitoria, inconmovible defensor de los
derechos de los pueblos recién descubiertos; citemos en la
grey de los poetas a Ercilla que con rendida admiración
escribe la gloriosa epopeya de la nación araucana; miremos en
las filas de los caudillos a Bolívar, el Libertador por
antonomasia y en las pacíficas huestes de los civilizadores
religiosos, al saludar la obra ingente de un Lasuen en
California, un Anchieta en el Brasil, o un Larrañaga, entre
nosotros, dediquemos hoy un recuerdo de homenaje y gratitud a
Juan de Zumarraga, el vasco ejemplar que trajo a América la
imprenta para que con ella viniesen la luz y la verdad
engendradoras del bien supremo de la Libertad, así en los
pueblos como en los hombres.
El Plata,
Montevideo, Junio 3 de 1948.
* Zumarraga os otro de sus
personajes favoritos. En 1944 disertó en el Paraninfo (le la
Universidad de Montevideo. Luego lo incluye en su obra El
Hombre Vasco.