LUCIO DE
ARETXABALETA*
Recordamos
a Lucio de Aretxabaleta en los ya lejanos días de nuestra
juventud cuando encarnando, con insuperable emoción, la
figura de "Pedro Mari", supo dar perennidad al mito
sobre los escenarios de la tierra vasca que se sentía
conmovida hasta el hondón de sí misma en aquellas
representaciones reveladoras de los aspectos más profundos y
desconocidos de su propio ser.
Después, a
lo largo de los años de su vida de patriota, siguió siendo
siempre el mismo. Porque Lucio de Aretxabaleta, hombre de una
causa santa, no era de la clase de aquellos a quienes fortuna
ni reveses puedan cambiar. Cuando nos trajeron la guerra, la
recibió sirviendo a su pueblo en el alto puesto que su
gobierno le confió. Y, al llegar lo inevitable, lo aceptó en
silencio, como siempre, y, con el corazón sangrante hubo de
dejar a su tierra ocupada y a la Europa enloquecida, tomando
los únicos caminos de esperanza que el mundo ofrecía a los
expatriados. Y compañeros fuimos en aquel viaje pensado de
quince días y que duró quince meses, de temor continuo y de
angustiosa espera, sobre las aguas del Atlántico, en tierras
del Senegal y en los campos de concentración de Marruecos.
Al llegar a
América el destino nos separó. Cuando, al cabo de unos años,
volvió a reunimos lo encontramos aqui como tenía que estar:
al frente de toda actividad y presente en toda ocasión en que
se tratase de servir a la causa de su pueblo de la que nada
podía desviarlo; de su pueblo al que ha estado representado
en Venezuela de la mejor manera en que un hombre puede
representar a los suyos: con una conducta siempre limpia y
recta y como jefe de una ejemplar familia a la que dedicó su
trabajo y a la que ilustró con su proceder. Y como nadie hay
tan capaz como el patriota que de verdad lo es de comprender y
amar a todas las otras patrias, al llegar aquí muy pronto se
sintió ganado por el generoso calor de Venezuela a la que,
con su invariable condición de hombre de trabajo, ha estado
sirviendo en varias calificadas empresas y en todo momento en
las últimas décadas de su vida.
Dios ha
dispuesto que, al estremecerse las entrañas de Caracas, la
tierra venezolana reciba los restos de este vasco ejemplar y
de su buena esposa Miren. Aquí quedan, llorándolos, sus
hijos, igualmente firmes en el servicio de Venezuela y de
Euzkadi. Aquí lamentamos su desaparición todos los que, de
cualquier parte y condición, fuimos amigos de aquel hombre
que, ferviente enamorado de su tierra nativa, supo hacer
florecer, al servicio de la de su adopción, sin cacareos ni
relumbrones, las sencillas pero difíciles virtudes de una
honestidad sin tacha, una dedicación sin mengua y una lealtad
sin fallas.
El
Universal, Caracas, Agosto 9 de 1967.
* Arelxabaleta, Lucio y
Tximxurreta, Miren Kathcriñe, ambos mutuos en el terremoto Je
Caracas, julio 29, 1967. Aretsabaleta fue Presidente del
Centro Vasco de Caracas, Directivo en mucha? de sus Juntas
Directivas, Delegado del Gobierno Vasco en Venezuela.