SABINO
DE ARANA GOIRI: EL LIBERTADOR VASCO*
Abatido,
1865 - Sukarríela, 1903
El día 26
de este mes se cumplirán cien años del nacimiento, en la
pequeña república bizcaína de Abando, de este hombre cuyo
recuerdo se venera como el de un apóstol y un mártir a lo
largo y a lo ancho de toda Euskal Erria.
Porque
Sabino de Arana Goiri fue, por encima de todo, un hombre puro,
de total pureza, rico, sacrificó toda su fortuna al ideal al
que consagró todo su ser; fuerte, perdió su salud entre los
múltiples encarcelamientos y persecuciones que hubo de sufrir
a través de una vida vivida bajo el signo de una conducta
rectilínea; una vida de esas que honran a la condición
humana porque contra ella, ni la incomprensión ni la mala fe
ni el odio, que no perdieron oportunidad de hundirle su acero
hasta la empuñadura, se atrevieron a esgrimir la calumnia que
ni por un momento hubiera podido ensayar su mordedura en
aquella alma cristalina, en "aquel hombre singular todo
poeta", como dijo de él Unamuno.
Tenía
Arana Goiri once años cuando, en 1876, se consumó el último
atentado contra las libertades vascas de las que bien se puede
decir que, si en su milenaria antigüedad habían hecho la
honra del pueblo que de ellas supo disfrutar, eran, ante todo
y por encima de todo, de la altísima condición de las que a
nadie ofenden ni a nadie pueden dañar. Porque no era sólo
que, a través de las mil contingencias de la historia, el
pequeño pueblo vasco tuviera el privilegio o la fortuna de
mantenerse siempre invariablemente libre; no es que, a través
de varias invasiones que asolaron y subyugaron la Península,
el gladio romano, la francisca goda y el alfanje musulmán se
mellaron contra los riscos de una tierra cuya gente, sin
mezcla alguna de tales invasores, siguió constituyendo una
sigularísima nación —"tierra apartada", como
dicen los viejos documentos—, en su sangre, en su idioma, en
sus leyes y en todas las expresiones más íntimas de su alma;
había mucho más que eso: si ese pueblo jamás fue
conquistado por nadie, tampoco nunca intentó señorear a otro
alguno. Tras la derrota de los invasores castellanos en
Arrigorriaga, el gesto simbólico del jefe bizcaí-no Jaun
Zuria que clava su daga en el árbol Malato, límite allí de
la tierra
* Muchos
artículos y una conferencia impartió Amezaga sobre Sabino
Arana Goiri, (Abando, 186J - Sukarricta, Bi/kaia, 19Ü3),
llamado el Libertador vasco. Insertamos este articulo, el dei
Centenario de su nacimiento, por pareeernob el más
significativo. Un capitulo de su libro E! Hombre Vasco eslá
dedicado a Arana. vasca,
basta para frenar en seco el ímpetu de sus huestes en la
plena embriaguez de la victoria; cuando Sancho VI, el rey de
Navarra, recupera el territorio que por el de Castilla le había
sido usurpado, al llegar al límite de su tierra, clava también
sus armas victoriosas en el tronco de un árbol, mientras
dice: "Hasta aquí es el reino de Navarra". Era una
tradición milenaria de libertad que había enseñado a ese
pueblo la verdad sencilla pero profunda de que sólo pueden
merecer ser libres los que saben respetar la libertad ajena.
Este era el pueblo donde, en los siglos de una Europa dividida
en castas, todos sus hijos eran igualmente nobles y nunca se
conoció la esclavitud; donde, religioso hasta los tuétanos,
la Inquisición no pudo arraigar y en cuyas soberanas cortes
de Gernika —que comenzaban con la firmación del dogma de la
Inmaculada Concepción— no podían tomar parte los clérigos,
llegándose en las juntas de Guípuzkoa hasta a retirar los
poderes al delegado a quien unas horas antes de la sesión se
le hubiere visto hablando eon un sacerdote; porque ese pueblo
había aprendido bien a dar al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios, como lo supo enunciar con su
"Papa non est domínus civilis aut tempolis totius
orbis", el Padre Vitoria, aquel gran hijo de su sangre,
sangre que habló con inigualable grandeza en un Bolívar,
libertador de naciones y en un Lavigeric, figura descollante
en la abolición de la esclavitud.
El tesoro
de las libertades vascas se acababa de perder. Las dos guerras
carlistas dieron ocasión al enemigo que de antiguo acechaba y
que en las cortes españolas asestó el golpe mortal. En vano
la voz del tribuno vasco Glano se alzó para gritan "Lo
que yo prometo a un hombre armado, lo cumplo aunque luego lo
vea desarmado", aludiendo a las promesas hechas por el
"ayacucho" Espartero a los batallones carlistas
concentrados para la traición de Bergara. Olano pudo ver que
entre los parlamentarios españoles, sólo la voz del marqués
de Viluma supo señalar noblemente el camino del honor.
Cuando
Arana Goiri llegó a su juventud se encontró, pues, eon un
pueblo que, perdido su rumbo, se despeñaba por el precipicio
de su desnacionalización. Y él se dio a la tarea sobrehumana
de detenerlo en su marcha suicida y ponerlo en el camino de la
salud. Toda su fortuna, toda su energía, la luz de su
privilegiada inteligencia y el calor de su purísimo corazón
Jos entregó sin reservas en una lucha de todos los días que
no terminó hasta el de su muerte, todavía en plena juventud,
a los 38 años, agotado en e! combate desigual. Fue el precio
pagado por el Héroe para que el renacimiento vasco se pusiera
en marcha con pujanza incontenible. El estudio y
enriquecimiento del idioma propio, de la historia, de todas
las peculiaridades nacionales fue apasionando a los mejores
hijos del país y el movimiento político y social que, como
el filológico y el histórico, habían sido por él
iniciados, fue rápidamente conquistando, una a una, a rodas
las regiones vascas. Y hoy, tras una guerra en la que, con su
nombre y el de la Patria que él proclamó, en los labios, sus
compatriotas murieron a millares en los frentes de batalla y
ante los pelotones de ejecución; hoy en que todo el pueblo
vasco padece bajo el látigo y la mordaza impuestos por la
total vaciedad ideológica de la estirpe de los que llamaron
criminal a Martí y fusilaron a Rizal, la semilla sabiniana,
con la silenciosa virtud de las fuerzas naturales, va
germinando en los corazones de la inmensa mayoría de toda la
juventud de Euzkadi para estallar en cualquier momento en una
victoriosa floración que los tristes poderes de la
anti-libertad serán impotentes para detener; porque ya lo
proclamó Bolívar: "El pueblo que ama su independencia
al fin la logra".
Mientras
esperamos, con iodos los hombres de buena voluntad, que ese
hecho de justicia y de reparación no tarde, saludamos, con
todo nuestro amor y nuestra gratitud, en este centenario de su
providencial nacimiento, a Sabino de Arana Goiri, aquel
hombre-pueblo cuyo corazón seráfico supo dar con su
sacrificio, nuevo calor, nuevos ideales y nueva vida a la
patria más vieja de la vieja Europa.
El
Nacional, Caracas, Enero 28 de 1965.