LEIZAOLA:
CULTURA V RESPONSABILIDAD*
San Sebastián-Donoslia,
1826-1988
Están ya
un poco lejanos aquellos días en que dos jóvenes patriotas
vascos, a raíz de haberse lanzado a las calles de Gernika con
un cartel en que se leía "Queremos la Universidad
vasca", fueron detenidos e inmediatamente conducidos,
esposados como criminales, y a pie, entre parejas de la
guardia civil, que oportunamente se iban relevando, desde la
villa santa, donde se estaba celebrando uno de aquellos
memorables Congresos de Estudios Vascos, hasta la de Bilbao.
La clásica incomprensión española — que en el espíritu
de la Inquisición de ningún modo fue ni es allí monopolio
de los poderes eclesiásticos— daba una vez más brutal
respuesta a una demanda que sólo simpatía o, en el peor de
los casos, comprensión podía despertar en cualquier país
civilizado.
Pero, si en
la demanda nada de reprobable había, menos excusa podía aún
encontrarse para tal trato en las personas de los jóvenes,
ambos de moral inmaculada y de dotes intelectuales poco
comunes. Para referirnos sólo al que hoy nos ocupa, diremos
se trataba de un joven que licenciado en Derecho a los 19 años
había ya adelantado brillantísimas pruebas de su valía en
varias oposiciones en las que invariablemente hubo de obtener
los primeros puestos, ya en la Diputación de Guipúzcoa, ya
en el Ayuntamiento bilbaíno, ya en las primeras oposiciones
celebradas en Madrid para la constitución del Cuerpo de
Secretarios de Administración Local, donde obtuvo el número
uno de la promoción de la primera categoría. Y, continuando
con su brillante carrera, tras haber sido elegido Diputado a
las Cortes Constituyentes en 193O y reelegido más tarde en
las de 1933, llegó el momento en que, desempeñando la
cartera de Justicia y Cultura del Gobierno de Euz-kadi,
constituido en 1936 bajo la presidencia de José Antonio de
Aguirre (G.B.) en Gernika, se halló en condiciones de tomar
la única cumplida venganza de aquel agravio que en Gernika le
fue inferido creando, en pleno fragor de nuesta guerra, la
Universidad vasca. En nada disminuye los méritos de esta
creación la fugacidad que las circunstancias impusieron a la
obra. Ella, lo mismo que tantas otras realizadas en aquellos
azarosos días —la puesta en marcha de docenas de escuelas
puramente euskéricas, la edición de los textos a ellas
adecuados, la guarda y conservación de nuestros tesoros
artísticos, tantas otras cosas que en el plano meramente
cultural entonces se hicieron— apenas si, desgraciadamente,
alcanzaron a dar fruto, por el rumbo que las circunstancias bélicas
tomaron, pero no hay duda de que, en su gestión, el Consejero
hizo cuanto humanamente entonces podía hacerse y esto es lo
que cuenta.
En ese
ministerio, a lo largo de toda la guerra, en Euzkadí y en el
exilio, tuvimos ocasión de conocer de cerca al hombre
l.eizaola a quien hasta entonces sólo habíamos ahondado en
la faceta intelectual. Sabíamos del hombre que, especializado
en temas económicos y sociales, era, al mismo tiempo, un
estupendo conocedor de la literatura euskérica y un
incansable escudriñador de los rincones de nuestra historia.
Conocíamos
su profunda preocupación por la revalorización de nuestra
cultura y la exaltación de todos los aspectos universales de
nuestra vida pasada y presente; su pasión por la jerarquización
de nuestro idioma hasta elevarlo como instrumento de cultura a
las altísimas cimas donde aletea el espíritu en sus más
puras vibraciones y las ideas se revisten de ese ropaje sutil
en cuyo tejer hallan sus delicias las mentes superiores; sabíamos,
y entonces lo supimos mejor, del hombre cuya prodigiosa
memoria le permitía, en cualquier oportunidad, describirnos
bien la regia estampa de doña Toda de Navarra con todos los
avalares y episodios de su larga y fecunda existencia, o la
del gran conductor guipuzcoano Domenjon de Andia, otra de sus
grandes admiraciones, para —entre bombardeo y bombardeo—
realizar de pronto una nueva evasión a través de los tiempos
y contarnos como allá, por las tierras natales de los
ascendientes de Bolívar, hubo de crearse la Colegiata de
enarruza con estos y aquellos detalles —siempre nombres y
fechas al canto— del papel que en vuestra vida religiosa,
cultural y social esa institución realizó. En cualquier otro
momento propicio surgiría de pronto una disertación sobre
las vías romanas en nuestro suelo, las influencias culturales
de los monasterios navarros o los azares de la lucha en
nuestra frontera de moros, para desde allí, en estupendo
salto cronológico, situarnos espiritualmente en su Donostía
natal y recordarla por los días de Vi-linch, el delicado
poeta, en la declamación de algunas de cuyas estrofas euskéricas
encontraba evidente delectación. Conocíamos y tuvimos ocasión
de conocer mejor esta faceta tan típica de su personalidad
que, por lo demás, a través de sus libros fácilmente se
descubre, pero hubimos de aprender también otras lecciones aún
más altas, puesto que con los hechos y no con las palabras
nos fueron dadas; conocimos al hombre de la responsabilidad,
el que nunca supo rehuirla en tantos difíciles y amargos
momentos como la gestión de la cartera de Justicia hubo de
procurarle en los tremendos días del Bilbao bloqueado, donde
entre el resonar de las armas había que luchar no menos
contra la silenciosa obra de la traición; donde pese a todo
había que atender, porque así lo reclamaba nuestro buen
nombre, a la humanización de la guerra; donde, cuando agotada
la capacidad de resistencia, hubo de ordenarse la evacuación,
para que ésta se realizara con el decoro que a través de la
lucha siempre había sido mantenido, quedó al frente de los
que asumieron tan sacrificado servicio, sencillo e impasible
como siempre, el Consejero Leizaola quien de milagro se salvó
de caer en las manos del enemigo que ya franqueaba las puertas
de Bilbao. Y conocimos ese su profundo sentido de
responsabilidad en el destierro de Francia, ya como encargado
que fue de preparar la emigración a América de los exilados
vascos, ya en sus afanes para rescatar los niños evacuados a
Rusia, ya en la atención a los de las colonias de Inglaterra
y otras partes, ya en su decisión de quedarse en Francia,
corriendo con todos los riesgos de la ocupación alemana.
En los años
que han pasado después, siempre al lado de nuestro llorado
primer Lendakari José Antonio, y en constante toma de pulso
de las corrientes de pensamiento y acción dentro de Euzkadi,
de una parte, y de los problemas europeos, de la otra, sus
naturales talentos y temple moral no han podido sino
acendrarse. Por eso saludamos con íntima satisfacción su
elevación a la presidencia del Gobierno vasco; por eso lo
recibimos con el máximo afecto y esperanza en su próxima
visita aquí. Porque, en su dignidad de Lendakari, esperamos
mucho de su mente esclarecida; porque lo esperamos todo de su
insobornable sentido de responsabilidad.
Euzko
Gastedi, Caracas, Diciembre 12 de 1960.