LA LENGUA VASCA
De ningún modo podríamos pretender conocer al hombre vasco si dejáramos
de tener en cuenta a su idioma. Si la lengua, en todo caso, es algo que
esencialmente caracteriza a cada grupo humano, con tanta mayor razón ha
de serlo cuando se trata del euskera, idioma singular, verdadero enigma
lingüístico, testigo de antiquísimas épocas de la vida vasca de cuyo
origen poco o nada se sabe y del cual lo único que con seguridad se
conoce hasta el día de hoy es que se sale de todos los encasillamientos
para permanecer en su singularidad sin pariente alguno entre las lenguas
antiguas o modernas de que se tiene noticia.
En cuanto a su antigüedad, siguen
siendo valederas las palabras de André Leíevre: "El finés, el
ma-gyar y el turco han sido depositados en Europa por invasiones cuya
fecha nos es conocida; pero el establecimiento, al pie de los Pirineos
occidentales, del euskera y de los que lo hablan, es UE hecho anterior a
la Historia y que ni la Antropología ni la Etnografía pueden
explicar".
Lo que eso significa en cuanto a la
singularidad del hombre vasco podríamos valorarlo de acuerdo a aquellas
palabras de Taine, tan verdaderas en cuanto al fondo como exageradas
pudieran parecer en su enunciado: "En el fondo no hay lenguas, sino
únicamente hombres que coordinan palabras e imágenes según las
exigencias de sus órganos y la forma original de su espíritu".
Por otra parte, uno de los varios importantes aspectos que esta realidad
ioUomática vasca señala en el campo de la Historia nos lo declaran
estas palabras de Américo Castro: "El no haberse romanizado lingüísticamente
(el vasco) descubre, sin más, su escasa participación en la vida del
resto de la Península".
Efectivamente, como bien dice Ferdinand
de Saussure: "El término idioma designa muy justamente la lengua
en cuanto refleja los rasgos propios de una comunidad (el griego idioma
tenía ya el sentido de costumbre 'especial'). Esto nos lleva a la
cuestión que se plantea J. Vendryes de a si cada lengua corresponde
cierta mentalidad y a la definición que, saliéndose ya del campo científico,
pero cargando a las palabras de emoción humana, nos da el mismo autor
al llamarlo "Patria del espíritu". Lo que nos recuerda
aquello de "Sangre del alma" que decía Unamuno quien por tan
completo echó en olvido lo que a esa sangre espiritual debía y nos
lleva, como de la mano, a lo de Víctor Hugo: "La langue basque est
une patrie, j'ai presque dit une religión".
El idioma, en general, es un organismo
vivo. Nace de la vida y ésta lo alimenta. Pero la lengua de cada pueblo
es el archivo de su vivir y el espejo fiel de su pasado. Pudiéramos
decir de él que es una invención de doble efecto pues lo crea el
pueblo como instrumento de comunicación y de registro de sus
experiencias vitales, pero he aquí que, después de que por
generalización y por abstracción fija conceptos y traza normas de
expresión, lo que al principio fue creación se impone después a su
mismo creador como algo que forzosamente debe influir en la concepción
de sus pensamientos y en el modo de expresarlo, sin que, por otra parte,
cada pueblo renuncie nunca a sus derechos de creador, como lo hace
constar en la continua aunque casi imperceptible transformación que en
el curso de cada generación ésta impone en el fluir vital de su
lenguaje.
Y tras estas palabras de preámbulo nos preguntamos: ¿Qué es y cómo
es el euskeraP ¿Qué problemas nos plantea?
Para mayor claridad en nuestra exposición, vamos a considerar la
historia del euskera y de la euskera-logía a partir del siglo xvm que
es desde cuando podemos conocerlas mejor, en tres etapas que se nos
permitirá llamemos: 1. La época del mito; 2. Los albores de la ciencia
lingüística; S. La ciencia del lenguaje. Tras esto veremos
sumariamente, cómo es el euskera: a) en cuanto a sus características más
destacadas; b) en su morfología; c) en su sintaxis; d) en su prosodia y
fonología, y e) en su carácter general.
1. La época del mito.
Para hablar de esta época debemos empezar por referirnos a los vascólogos
del siglo xvm cuyas notas características son la falta de métodos
científicos y el exceso de entusiasmo. Tenían, como muy bien lo señaló
Julio de Urquijo, muy adentrados los prejuicios de la primordialidad, de
la universidad, de la perfección y de la inmutabilidad del euskera. Lo
curioso del caso, como lo señaló Urquijo es que estos vascos tan
entusiastas de su idioma escribieron, casi sin excepción, no en él
sino en castellano. Era la época a la que ha podido referirse Menéndez
Pidal al decir que: "El vascuence ha compartido con la lengua santa
un triste privilegio: todo el que quería decir los mayores disparates
lingüísticos se encaramaba en el vasco o en el hebreo, para gritar su
desatino desde lo alto. Los vascos llevaban por derecho propio la palma
en considerar su idioma como la lengua primitiva, revelada por Dios al
primer hombre, y en servirse de ella para romper el misterio siete veces
sellado en los profetices enigmas del Apocalipsis". Veamos algunos
de los más destacados representantes de esta época.
Padre Manuel de Larramendi (1690, Andoaín -1766 Loyola). Es la primera
figura entre los vascófilos del siglo xvm. Excesivamente exaltado en un
tiempo, desdeñado injustamente después, se va hoy en día acordando a
su figura
las debidas proporciones que merece el
autor de "El imposible vencido" (año 1729) que con los
defectos inherentes a una gramática compuesta sobre el pie forzado de
las de su tiempo, resume lo esencial de la estructura del idioma vasco
con relación a tres de sus dialetos y siempre tendrá el mérito de la
prioridad en cuanto a publicación, en el campo de las gramáticas
vascas.
Larramendi, si bien pecó, como ya lo
decíamos de los vascófilos de esta época en general, de escribir la
mayor parte de su obra de exaltación del euskera en idioma castellano,
en lugar de templarla y entonarla para que sirviera a más altos
destinos, sobre todo al de superior instrumento de la cultura nacional,
no deja de ofrecernos, aun en este aspecto de cultor de la prosa euskérica,
muestras como su prólogo al "Je-susen Biotzaren Devocioa",
que consagran su pluma, así como la gran parte de su correspondencia
escrita en euskera, según el Padre Fita, que esperamos no tardar en
conocer.
Estos y otros méritos, como el de su
condición de removedor de inquietudes vascófilas, si bien éstas no
fueran encauzadas como desearíamos, hacen que perdonemos a Larramendi,
como a aquél que amó mucho a su idioma, los muchos pecados que contra
él cometió al llevar a la exageración cosas a las que, por otra
parte, se vio forzado, bien por su innata condición de polemista que se
goza en la controversia, bien por su calidad de humorista de primer
orden que nos hace pensar que al dar p. ej. muchas de sus fantásticas
estimologías como aquellas de Eros, naipe, etc., etc., "la risa me
retoza", como confesaba a propósito de su explicación de la voz
España por el vasco ezpaña, (labio).
Juan de Perochcgiiy. Sólo dos años
después de la aparición de "El imposible vencido", es decir,
el año 1731, veía la luz una obra cuyo soio titulo basta para ganar a
su autor un puesto de primera fila entre los vascófilos de la época
del mito. En efecto, la obra se anuncia nada menos que como:
"Origen y antigüedad de la lengua vascongada y de la Nobleza de
Cantabria, sacada a luz por el capitán don I van de Perocheguy,
Comisario Ordinario de la Artillería de España, en que se hace ver que
dicha lengua fue la primera que se habló en el mundo, y la misma que
traxo Tubal a España, en el año 1800 de la Creación, con la
particularidad de cómo, y por dóndse se intro-duxo para poblar esta
Monarquía, y assimismo se expressa cómo se introduxeron los Agotes en
el valle de Baztan y en el País de Bascos, en el año de 506, de espíritu
científico y su carencia de método son absolutas.
Es hora ya de que cerremos este capítulo. Baste dar los nombres de
Bidassouet, Lahetjuzan, García Oregui, Aramburu y otros que hacen sonar
la misma cuerda de los ya citados.
2. Albores de la ciencia lingüística. Con la entrada del siglo xix
recibe el País Vasco la visita de un hombre que dejará huella
perdurable en su cultura. Estamos hablando de Guillermo Humboldt quien
se convierte en el gran animador de los estudios vascos, sobre todo en
Vizcaya. A él se debe, en gran parte, la labor que en el campo del
euskera realizan escritores vizcaínos de primera fila como los Padres Añibarro
y Bartolomé de Santa Teresa, los Mogeles con Juan Antonio Mogel y
Urquiza a la cabeza y los dos As-tarloas. Para lo que en este momento
nos interesa nos concretaremos al propio Humboldt (1767-1835) y a Pablo
de Astarloa (1752-1808).
El valor de Guillermo de Humboldt en el
campo de las ciencias del lenguaje es el de un gran precursor de la lingüística
cuyo nacimiento coincidió casi con el de su muerte. Él se movió en la
etapa de la filología que con la anterior, la de la gramática, fueron
las dos fases que sucesivamente antecedieron a la de la verdadera
ciencia. Humboldt tuvo concepciones de gran valor y, por otra parte,
mantuvo teorías que como la del vasco-iberismo, —según la cual el
euskera es el idioma que se habló antiguamente en toda España— que,
si no ha demostrado científicamente su validez, fue por lo menos de
gran resonancia en su tiempo y alineó en su bando a lingüistas de la
talla de Schuchardt, Luchaire, Uhlenbeck y otros y mereció ser
combatida por otros de no menos valor como Vinson, Van Eys y Lafon.
Por su parte, Astarloa que mereció grandes elogios de Humboldt como
"el primero que ha trabajado en su lengua con espíritu
investigador... el único que haya descubierto el verdadero sistema
formativo de la conjugación vasca...", etc., etc. tampoco dejó de
recibir sus críticas, ya p. ej. en cuanto a su teoría del significado
de cada letra aislada, ya en cuanto a sus "prejuicios nacionales
que le hacían tener a su lengua por la única completa y por tan
asombrosa y perfecta que no se la puede comparar con ninguna otra, como
no sea de origen divino directo". Parecería que estábamos
volviendo otra vez a la época del mito.
A principios de este siglo estuvo en
moda subestimar más de lo debido al gran filólogo durangués, aunque
como en cierta ocasión confesaba Julio de Ur-quijo, sucedía que el
nombre de Astarloa servía de cabeza de turco para el ataque a otras
personas. Pero, pese a todo lo que contra él pueda decirse y que más
que errores suyos lo fueron de su tiempo, siempre se recordará con
gratitud y gloria el nombre del autor de la "Apología de la lengua
bascongada" y de los "Discursos filosóficos sobre la lengua
primitiva"...
3. La Lingüística. Se puede decir que esta ciencia nace cuando Franz
Bopp publica en 1816 su obra "Sistema de conjugación del sánscrito"
donde estudia las relaciones que unen a dicho idioma con el germánico,
el griego, el latín, etc. Junto a Bopp surgen otros lingüistas como
Grim, Pott, Kuhn: después Max Müller, Georg Curtius y August
Schleicher. Más tarde otra etapa, la de los neogramáticos y entre
todos van dando impulso y consistencia a la ciencia en formación que
continúa logrando nuevos avances basta
nuestros días.
Una de las realizaciones de la nueva ciencia fue la de poder ofrecemos
el cuadro completo de las lenguas de Europa con sus respectivas
filiaciones donde se pudo ver cómo la vasca quedaba al margen de toda
clasificación.
No era una creación divina; no se
trataba del "testamento eterno que salió de la boca del
Padre", ni surgió de la torre de Babel ni de ninguna, en fin, de
todas aquellas fantasías florecidas en la época del mito y que aun
perduraban en los albores del nacimiento de la nueva ciencia; pero ella
al ser estudiada por los más eminentes lingüistas como debía serlo,
como un idioma más, planteó un enigma que sigue siendo hoy en día uno
de los más curiosos interrogantes: el de su origen.
Esto fue, quizá, lo que más movió el
interés de los tantos lingüistas que se dedicaron a su estudio sin que
quedara apenas nación alguna de Europa que no estuviera representada
por uno o varios de sus hombres destacados en este ramo del saber. Asi,
y sin agotar ni mucho menos la lista, podemos citar en Alemania, además
de Humboldt, a Linshman, Hannemann, Winckler, Stempf, Urtel, Baehr,
Giese, Bouda, Spit-zer...; en Austria a Hugo Schuchardt; en Bélgica a
Bourgeois; en Francia al Príncipe Bonaparte, Vinson, Luchaire, Albert
León, Sarohaindy, Gavel, Lacombre, Lafon; en Holanda a Uhlenbeck,
Faddegon, Van Eys...; en Inglaterra a W. Webster, Spencer Dog-aon,
Rollo, Rodney Gallop...; en Italia a Trombetti; en Rusia a Shishmajov,
Goittman, Nicolaus Marr...
Las teorías elaboradas para la solución
del enigma son casi tan numerosas como los lingüistas que sobre él han
trabajado. Para Schuchardt el vasco estaba emparentado con el hamítico
y el nubio; más tarde se inclinó por las lenguas caucásicas; para
Topolovsek es en las lenguas eslavas donde hay que buscar a los
familiares del vasco; Bonaparte nos dirá que es en las lenguas finesas;
Gabelentz y Eickhoff sostienen su parentesco con el beréber; para Mahn
el emparentamiento hay que buscarlo en los idiomas de América;
Charencey se inclina por el algonquín; Sayce, en cambio, por el caldeo;
para G. Leibnitz es el copto el que debe darnos la solución, pero para
Wiseman es el antiguo egipcio... La teoría caucásica es la que más
adeptos ha conseguido desde los primeros trabajos hasta la actualidad.
Agrupa entre sus partidarios a Schuchardt, Tombetti, Winckler, Marr,
Uhlenbeck, Bouda, Dumezil, Lafon...
Como puede verse hay teorías para todos los gustos y aun dando de lado
a varias que al primer golpe de vista resultan fantásticas, no sólo el
número de esas teorías sino la radical diferencia entre varios de los
idiomas con que el nuestro ha sido comparado nos dice elocuentemente
que, hoy por hoy, sólo se trata de esfuerzos más o menos meritorios
pero que siguen dejando el problema sin resolver. La doctrina que hoy
parece gozar de más predicamento es la del parentesco con los idiomas
caucásicos, pero a pesar de la autoridad de algunos de sus actuales
mantenedores como Bouda y Lafon, en realidad apenas se ha llegado más
que a algunas aproximaciones léxicas más o menos seductoras que están
aguardando a la comprobación, y la filiación del euskera sigue siendo
una esfinge que aun espera a su Edipo.
¡Cómo e» el euakeraS Algunas características.
a) Originalidad. Surge de lo que acabamos de decir. Hoy por hoy, el
euskera sigue siendo una lengua isla, sin parientes conocidos. ¿Se
trata del último miembro de una familia desaparecida? ¿Se logrará
alguna vez su entroncamiento en alguna de las familias de lenguas que
son o fueron? Sólo una paciente, tenaz y seria labor científica podrá
traer la respuesta a estas cuestiones.
b) División en dialetos. El euskera es uno, sin duda, pero desde hace
siglos lo sabemos dividido en dialectos, cosa que nada debe extrañarnos
pues hace ya mucho tiempo que Max Müller nos enseñó que esta división
es el estado natural de toda lengua. La clasificación más valedera
sigue siendo la establecida por el Príncipe Bonaparte que considera a
nuestro idioma dividido en tres dialetos: el vizcaíno, el vascón (que
comprende al guipuzcoano, el laburdino y el alto navarro) y el
pirenaico. Don Resurrección María de Azkue quien es, después del Príncipe,
el hombre que más ha trabajado en nuestra dialectología, propuso la
ansiada unificación literaria a base del guipuzcoano ("Gipuzkera
osotua") por su condición de central —como el toscano en Italia,
el castellano en España, el de la región de Londres en
Inglaterra...— completándolo y enriqueciéndolo con elementos de los
otros dialectos. Se trata de una empresa sobre cuya necesidad no hace
falta insistir.
c) Antigüedad. Es otra cualidad del euskera sobre la cual tanto se ha
dicho que nos releva de insistir. Nos bastará recordar, una vez más,
que nuestro idioma era viejo con vejez de siglos y aun podríamos decir
de milenios cuando las dos lenguas que hoy le rodean y van comprimiendo
no habían aun soñado en nacer.
d) Perdurabilidad. Estrechamente ligada a la anterior característica,
ésta nos habla de un llamémosle "instinto de conservación"
nada común. Quizá el momento histórico más critico en la vida del
vasco hay que situarlo en los tiempos inmediatamente cercanos a la
llegada de la invasión de los bárbaros. La romanización del país
empezaba a tomar proporciones inquietantes, pero quedó interrumpida por
ese acontecimiento, naturalmente con la pérdida de algunas áreas lingüísticas,
pérdida que continuó después con las invasiones de godos y moros,
pero sin que ya en estos períodos históricos la amenaza pareciera
significar la suplantación de lengua y cultura como en los tiempos de
Roma.
e) Capacidad de renovación. Otra característica estrechamente ligada a
las anteriores y que no deja de parecer sorprendente en una lengua que
conoció la edad de piedra. En el apartado dedicado a la Morfología señalaremos
algunas notas relativas a este aspecto.
f) Finalmente, se suele señalar como característica del euskera su
tendencia a lo concreto. Lo cual se ha exagerado hasta llegarse a decir
que carece de términos abstractos o que, en todo caso, estos son de
procedencia extraña. Así Unamuno señalaba las palabras arbola y
arima, sencillamente porque desconocía a zugatz y gago que son, sin
embargo, tan nuestras. El que su uso haya decaído más o menos, culpa
es de nuestra falta de cultura literaria y de la acción política y
cultural de los poderes extraños. Por lo demás, cada lengua refleja a
su pueblo y a las circunstancias de éste como en el caso del latín p.
ej
"idiome assez frustre, assez grossier", como dice Bour-giez,
como lenguaje de una raza práctica y utilitaria. Pero el éxito político
de esa raza lo hizo ilustre cuando llegó a convertirse en el idioma
oficial de] imperio romano y aun cuando éste cayó pudo tener por unos
siglos alto predominio al convertirlo las circunstancias en verbo
oficial de la Iglesia. Por otra parte, vida rica tiene, si alguno, el
sufijo —tasu-n-, que indica cualidad abstracta y mayor aun puede tener
si el cultivo en ello se empeña. Y temas como egi, argí, oroi, nai,
olde y tantos otros «hí están ofreciendo la base a tantos vocablos en
potencia como la imaginación creadora del pueblo, debidamente educado o
simplemente orientado por los literatos vascos puede hacer surgir en
cada caso.
Para completar la caracterización del
euskera, hagamos ahora, en forma somera, un breve recorrido a través de
las partes principales de su gramática.
Morfología. El elemento primario del
lenguaje es la palabra, unidad que no se puede descomponer o de la cual
no se pueden aislar sus partes integrantes sin que sea modificado el
valor del conjunto.
Las palabras, como los organismos vivos, envejecen y mueren. Son los
arcaísmos de los que para conocer unos cuantos de nuestro idioma no
tenemos sino recorrer un poco, p. ej., los "Refranes y
Sentencias..." de 1596. Hay otras que nacen, es decir, los
neologismos de los que hemos tenido una excesiva y no siempre bien
acertada cosecha en los primeros tiempos de nuestro Renacimiento. Hay
unas palabras —y aquí entramos de lleno en el campo de la gramática—
que sirven para nombrar los objetos o sea los sustantivos; y otras que
sirven para sustituir a éstos o determinarlos —pronombres y artículos;
otras que nos dicen cómo son esos objetos— adjetivos; y otras que
expresan lo que hacen— verbos; otras cuyo oficio es señalar la relación
de lugar, tiempo, modo, etc. de esa acción, adverbios; y, finalmente,
otras cuyo cometido es ligar palabras o conjuntos de palabras unas con
otras.
Sin entrar en otras particularidades sobre las cuales no podríamos
profundizar aquí, diremos que el nombre en euskera carece de género lo
mismo que el adjetivo que siempre va pospuesto a él; que ei artículo
singular es uno solo para las tres formas el, la, lo del castellano; que
las relaciones gramaticales que en castellano se expresan por medio de
preposiciones, se traducen en euskera por sufijos que son distintos, según
la relación afecte a seres animados o a cosas. Finalmente, al verbo,
principal pieza gramatical apenas podemos referirnos en esta ocasión
sino para decir que se divide en dos grandes grupos: transitivos e
intransitivos que se conjugan con distinto auxiliar. Otra división de
la conjugación es la que la clasifica en respetuosa y familiar o en
otros términos dialogada e indialogada. Y, por fin, tenemos la tercera,
la de los verbos que gozan de conjugación sintética que parece ser la
auténtica y originaria a todos, pero que de siglo en siglo ha ido
viendo reducido su campo de expansión, y del otro lado la perifrástica,
según la cual se conjugan hoy la casi totalidad de los verbos vascos.
Partiendo del criterio de origen —en
cuanto en este punto pueda con seguridad hablarse—, podemos considerar
a las palabras vascas en dos grandes grupos: las castizas y las
importadas.
Las primeras son las que forman el fondo antiguo y propio del idioma. Ya
apuntábamos que hay en esto mucho de relativo y el constante estudio
depara cada día nuevas sorpresas, pero creo que podemos entendernos
cuando al hablar del fondo autóctono del idioma señalamos a vocablos
como su (fuego), ur (agua) luir (tierra), bero (calor), otz (frío),
jaio (nacer), il (morir), y unas miles más así.
Pero, junto 8 este fondo idiomático o más exactamente, junto a este
fondo léxico genuino surge el caudal de voces importadas que es —y
esto no debe escandalizarnos porque es la ley de vida a la que todos los
idiomas están sometidos— de una enorme importancia y significa el
aporte que en el fluir de milenios, las lenguas y culturas que han
convivido o estado en relaciones de vecindad con el euskera han ido
depositando en él.
Sin hablar de la época pre-romana en
la que necesariamente pueblos antiguos influyeron en grado que, hoy por
hoy, no estamos en condiciones de precisar, en nuestro vivir y en este
archivo de nuestra vida histórica que es el idioma, debemos referirnos
a la presión latino-románica que de modo tan intenso ha actuado en
nuestra vida a través de dos milenios.
Tengo delante un estudio del lingüista
G. Rohlfs "La influencia latina en la lengua y cultura vascas"
que, si bien fue escrito hace casi treinta años (Vid. Revista
Internacional de los Estudios Vascos, 1933), sigue teniendo validez como
uno de los mejores trabajos de introducción a este tema hasta la fecha
realizados. Señala el autor las tres vías de penetración romana en el
Pirineo vasco en el siglo I d. C. y va haciendo ver, ordenada y metódicamente,
lo que esa penetración hubo de significar a través de la organización
administrativa y jurídica (lege, errege, etc.); la terminología eclesiástica
(eUza, gurutz, aingeru.. .1 la escuela romana (esfcola, liburu,
maiiu...); el comercio (merke, merkatu, merhaiari...); los medios de
comunicación (galtzada, estaría, kale, karrika.,.); la vivienda
(borda, gaztelu, torre, teiUa...); la flora (gerezi, gaztaiña, piku,
jago...}; la fauna (aate, artizar, luma...); el pensamiento abstracto
(zenízu, pentsatu, borondate, izpiritu-..), etc., etc.
No todo lo que Rohlfs señala es
convincente. Es claro, por otra parte, que su estudio puede ampliarse en
ese y otros campos de influencia. Lo que importa es que hace ver, de
modo fundamental, el valor cuantitativo y cualitativo del aporte foráneo
que, a través de la influencia latina, recibió el euskera.
Esto es cosa natural y que idiomas más
poderosos que el nuestro han sufrido y sufren a través de las
vicisitudes históricas. Si términos ingleses del deporte —fútbol, córner,
tennis...— vemos que invaden día a día y toman carta de naturaleza
en idioma tan difundido, cultivado y con abundantes medios de defensa
como el español p. ej. ¿qué pretendemos que hiciera el pobre euskera
cuando una cultura superior le invadía con tan formidables conceptos
como eliza, fede... ? como liburu, maisu, errege, lege, etc., etc. ¿qué
iba a hacer sino aceptar las voces en que esos conceptos le eran
transmitidos?
En rigor, el pobre euskera hizo mucho más
de lo que cabía esperar. Porque, en primer lugar, sobrevivió, cosa que
otros no lograron, y después, haciendo gala de un poder asimilador
asombroso, hizo suyos esos términos, y los incorporó a su caudal léxico
vital, obligándoles a que de orgullosos intrusos se convirtieran en útiles
servidores.
Aquí hay que señalar que, como
confiesa García de Diego: "Si el vasco es tradicional y
conservador por el apego a su voces, es también de una singular
vitalidad para modificar las formas, desfigurando las voces importadas
con arreglo a sus peculiares normas fonéticas y morfológicas ... posee
ante todo una gran fuerza productiva para construir voces nuevas sobre
un término propio o importado". Como si dijéramos que admitió a
los extraños, pero que les impuso como condición de vida en sus
dominios el vestido que habrían de usar y el tono en que habrían de
producirse.
Y si el poder asimilador del euskera es
grande, no es menos magnífico su poder reproductivo, como lo podemos
ver a través de sus sistemas de derivación y de composición.
La derivación la verifica por medio de
su juego de sufijos que ofrecen potencialmente una formidable riqueza,
en sus diversos aspectos: derivación nominal, adjetival, verbal,
adverbial... No podemos extendernos aquí en el tema, pero creo que lo
ilustrarán suficientemente estas líneas que copio de aquel insigne
vascólogo que fue mi amado maestro y amigo, don Resurrección María de
Azkue: "Los que poseen bien el vascuence pueden hacerse cargo de la
significación, muy difícil de expresar en lengua extraña, de este
trozo de oración inédita a la Santísima Virgen: "Ama laztana...
zeutartu naizu, zeuretu naizu, zeu-gandu naizu (B.): "Madre
amada..., hacedme partidario vuestro, hacer que yo sea de vos, haced que
yo llegue a vos". El sufijo verbal —tú es uno de los más
fecundos que puedan concebirse en lengua alguna—. Con la misma
espontaneidad que brotan de zeu estas tres significativas palabras,
zeutartu, zeuretu y zeugandu, pueden brotar millares y millares, tanto
de este sufijo como de otras partículas fecundísimas de nuestra
lengua. Si hombres de ilustración e ingenuo se dedicaran a, dar vida a
nuestra pobre literatura, pero teniendo siempre su inteligencia saturada
de su propia lengua, el vascuence seria en lingüística lo que son en
agricultura las tierras vírgenes de América: la profundidad y calidad
excelente del suelo, favorecidas por su secular improductividad, premiarían
el trabajo del cultivador con una vegetación primorosa y
exhuberante".
En cuanto a la otra fuente creadora de léxico, la composición, diremos
que rectificando la definición de Darmestetter, según el cual la
composición es "unión íntim ade vocablos, cuya aproximación
tiene su razón de ser en la elipsis", nuestro citado maestro Azkue
dice que, por lo que hace a nuestra lengua: "No la unión más o
menos íntima, sino la elipsis es el alma de la composición léxica".
Elipsis que es a veces omisión de conjunción copulativa, como en
senar-emazteak, por senarra ta emaztea (marido y mujer); gaur-biarretan,
por gaur ta biar (hoy y mañana); Mundaka-Bermeotan (en Mundaca y en
Bermeo); otras veces es omisión del sufijo —dun, como en buru-aundi,
begi-luze, esku-zabal y otras del —ko, como en lau-begi, lauortz,
zazpisuete...; y otras veces se da el caso de que la omisión incluye a
toda una frase. Así en barutxistua equivalente a baraurik ateratzen
degun txistua (saliva que sacamos estando en ayunas) ; kanpanbaru, ayuno
riguroso que duraba desde el mediodía del jueves hasta la mañana del Sábado
Santo; literalmente ayuno de campanas, ayuno mientras no suenan las
campanas; egur-yan liter, comida de leña, equivalente a egurra
lortzearren ematen dan y ana, comida que se da por acarrerar leña;
nun-ze-barri, liter, donde-que-noticia, es decir, curioso corre-ve-y
dile, y tantos y tantos otros.
Los que están acostumbrados a leer en
las sucesivas ediciones del Diccionario de la Academia Española aquella
acepción del vascuence: "Lo que está tan confuso y oscuro que no
se puede entender", o aquellos que recuerdan p. ej. las
disparatadas razones con que el vizcaíno Sancho de Azpeitía replica a
don Quijote antes de trabarse con él en descomunal batalla, es muy
explicable —si no conocen la lengua vasca—• que se hayan formado
un concepto bastante pintoresco, pero desde luego completamente
equivocado de la misma. A juzgar por la forma en que Cervantes que por
tan divino modo hizo hablar al caballero de la Triste Figura, hace
expresarse al vizcaíno, pudiera llegar a pensarse que los de esta nación
cuando en su propia lengua quieren comunicar sus conceptos, arrojan al
azar las palabras como el jugador que tras agitar el cubilete arroja los
dados sobre la mesa a la espera de un golpe de suerte.
Pero claro está que la construcción
vasca nada tiene que ver con esa supuesta anarquía. Las palabras vascas
se conciertan en la frase con arreglo a normas claras y precisas. Lo que
sucede es que en la sintaxis es donde se revela mucho más que en el léxico
el alma de cada idioma y el del pueblo que lo habla y en el modo de
disponer las palabras, mucho más que en estas mismas es donde puede
verse lo que el espíritu vasco dista del español y del de otros
pueblos.
Muchas veces he pensado en aquellas
frases de "euskera mordoillo" atribuidas al famoso eibarrés
Amunategui. En algunas que recuerdo apenas hay vocablo que no sea de
procedencia extraña, apenas tienen de vasco otra cosa que la sintaxis,
el orden en que están construidas. Pues bien, esto basta para que
resulten ininteligibles a cualquiera que no sea vasco.
Más de una vez habréis visto frases de esas con las que se hace ver
esta oposición sintática vasco-castellana.
Permitidme que os cite una cualquiera:
GERNIKA TIK ATZO ETORRI DAN GIZONA-REN EMAZTEA. O sea, en español: La
esposa del hombre que ha venido ayer de Guernica. Sí colocáis un número
sobre cada componente de la vasca veréis que los diez elementos de la
castellana están en orden rigurosamente inverso de los de aquella. Y de
diez podríamos subir fácilmente a quince o más en oraciones que a
cada momento salen de labios vascos.
A propósito de la sintaxis vasca
escribió el maestro Campión: "La posposición es de uso general
en eus-kerai se posponen las terminaciones que sirven para formar los
nombres: se posponen los sufijos que marcan las relaciones de éstos: se
posponen las partículas y conjuntivas al verbo: se posponen la cosa
poseída al agente poseedor en el genitivo; se posponen las palabras que
marcan una modificación de tiempo, de modo, dé lugar, etc., en la acción
expresada y se pospone el verbo a todos los demás miembros de la frase
por él acabada y concluida con majestad ciceroniana".
Arana Goiri, aquel a quien, como
noblemente supo reconocerlo quien tantas veces fuera su contendor en las
lides euskeralógicas, el gran Azkue, "se debe fundamentalmente e!
renacimiento vasco en todas sus simpáticas manifestaciones" dijo
que: "La sintaxis más característica del euskera establece este
orden: Todo-parte, sustancia-accidente, género-egpecie, poseedor-poseído,
continente-contenido, naturaleza-cir-cunstancia".
Una de las reglas fundamentales de la
construcción gramatical vasca es la llamada del "elemento
inquirido" que es aquel que reviste el carácter de principal en
cada frase la que en cada caso se ordena con sujeción a él. Regla que
descubierta por Azkue y desarrollada, sobre todo, por Severo de Altube
en su magnífica obra "Erderismos", ha contribuido eficazmente
a ilustrar el vasto campo de la sintaxis vasca.
Prosodia. La prosodia vasca ofrece pocas dificultades o así al menos lo
creemos nosotros, aunque para el latino Pomponio Mela los nombres vascos
resultaran impronunciables. Severo juicio del que parece eco, casi en
nuestro días aquello de Theophile Gautier "TJrrugne, nom rauque
dont le son a la rime repugne".
He aquí algunas características de la
fonología vasca:
a) Proporción de vocales y consonantes. Es característica del euskera
una proporción armoniosa y equitativa de estos sonidos: ur, gozo, ezti,
btilatu, atera, etcétera.
b) No hay grupos líquidos. Sonidos como los de bra, pra, ira, bla, -pía,
tía, etc., etc., solo existen en algunas voces importadas y algunas
onomatopeyas.
c) Repugnancia a la r inicial. Ninguna palabra vasca empieza con esta
consonante y sí el euskaldún nato ha de citar alguna de otro idioma
colocará invariablemente antes de la r original una vocal que evite
comenzar ninguna palabra lo que por lo visto a oídos vasco parece un
redoble de tambor: Erroma, Urrupiño, etc., etc.
d) Incompatibilidad entre ciertas consonantes. Las labiales, dentales y
palatales resulten incompatibles vecinos.. No se conciben en labios
vascos palabras como apto, adicto, objeto, agnóstico, etc. Claro qu«
98 VICENTE DE AMEZAGA ABESTI
hoy en día es posible tropezarse con pseudo euske-rismos como konzeptu,
aktu y otras lindezas por el estilo que ninguna necesidad justifica y al
buen gusto y al oído vasco por igual repugnan.
e) Agrupación de vocales. Se evita en general el hiato. Así aita—a^aíta,
etxe—etan=etxetan o etxie-tan, tendiéndose a la sucesión de vocales
diversas.
f) Volumen de la "palabra. Es corriente que las palabras primitivas
sean breves. Así las que designan los cuatro elementos: ur, lur, su,
ats. Pero la sufija-ción hace que parezcan largas muchas que en rigor
constituyen frases enteras de otros idiomas: así, Eli-zarakoan = Al ir
para la iglesia; Etxeratu = Ir o llevar a casa, etc., etc.
Nos tendríamos que extender mucho más
de lo que aquí podemos para abarcar otros interesantes extremos.
Finalmente, en cuanto al acento
olvidamos decir que no existe el ortográfico, pues las palabras vascas
tomadas aisladamente no tienen acento caracterizado en la mayoría de
sus dialectos, es decir que sus sílabas tienen sensiblemente el mismo
valor. Esto no impide que se pueda notar en la frase euskéríca sílabas
de diversa altura e intensidad. Pero ésto es ya cuestión que requiere
un estudio que no es para esta ocasión.
Conclusión. El problema actual.
Un tanto atropellada y superficialmente
como la ocasión lo impone, hemos procurado dar un esbozo de imagen de
nuestro idioma nacional, a través de algunas de sus características. Sólo
nos resta ahora hacer algunas consideraciones sobre el problema que en
el día nos plantea su perduración.
Porque el euskera es un idioma que
siglo tras siglo viene perdiendo sus dominios. Desde los lejanos tiempos
que se habló en la Aquitania y en la Rioja, pasamos a los otros más
cercanos en que fue expatriado de casi toda Álava y de la mitad de
Navarra para llegar a los actuales en que se retira de gran parte de
Vizcaya y lucha por su existencia en Guipúzcoa con una pérdida que la
enorme invasión de gente extraña, la plaga mayor que sobre nuestra
Patria haya caído a lo largo de toda su historia, la amenaza, no ya
como una presión externa sino como el más poderoso disolvente que se
expande desde el interior de su organismo.
No cabe engañarse sobre la gravedad
del momento ni podemos rehuir la responsabilidad que a cada uno de
nosotros hoy en día toca. Porque si es verdad que en estos momentos
todo conspira contra la vida de nuestra lengua; si es cierto que los
poderes del Estado que tanto podrían hacer en circunstancias de
libertad patria por su resurgimiento son los que, precisamente, en la
situación de tiránica opresión de un poder para nosotros doblemente
ilegítimo de estos años, más han hecho por su destrucción, no es
menos verdad que hay zonas como la individual y la familiar a los que ni
la omnipotente mano del extraño poder genocida puede llegar. No hay que
olvidar que un idioma se pierde tanto o más que por las persecuciones
por los de fuera desatadas por la falta de afecto y de interés del
pueblo que lo habla, de aquel pueblo que lo heredó de sus padres y deja
de sentir en lo más hondo de su entraña la sagrada responsabilidad de
legarlo a sus hijos.
Recordaba yo ahora el amor con que nuestra lengua ha sido mirada por
tantos extranjeros insignes cuyos nombres hace poco citábamos.
Recordaba de nuevo, entre los franceses a aquel Príncipe Eonaparte,
verdadero caballero andante de la Señora Euskera; entre los alemanes a
aquel Stempf de quien la pasión se apodera hasta el punto de convertir
a quien era un negociante de vinos radicado en Burdeos en uno de los
primeros estudiosos de nuestros viejos textos; entre los ingleses a
Dogson cuyo nombre fue en su tiempo registrado en un hotel o posada de
cada uno de nuestros pueblos vascohablantes; entre !os rusos a Nícülaus
Marr, el que fue ministro de Cultura del gobierno soviético y a quien e¡
afecto por nuestro idioma llevó a encerrarse por un tiempo entre los
muros del colegio de los P. P. Jesuítas de Loyola; y entre los austríacos
a Hugo Schucardt quien fuera en sus días príncipe de la moderna
filología europea y que enfermo escribía a nuestro meritísirno Julio
de Ur-quijo que hasta in artículo mortis su estudio predilecto sería
el del euskera....
Estos ejemplos y otros que pudiéramos dar de hombres de tan distintas
procedencias y de tan diversas condiciones debemos tenerlos siempre
delante. Por gratitud y para estímulo. Si alguno necesitáramos para
amar por sobre todas las cosas al idioma que por siglos que la historia
no puede contar, fue el vehículo de los sentires y quereres de tantas
generaciones de antepasados; el que dio nombre a nuestras casas
pobladoras y se convirtió en nuestros apellidos; al pueblo en que
nacimos a la casa en que nos criamos, a los ríos y a las fuentes, a los
prados y a los montes en que de niños jugamos y que de mayores amamos y
aquí ahora de lejos todos los días añoramos; a la tierra verde de
nuestra raza santificada por los huesos blancos de nuestros mártires y
la sangre roja de nuestros héroes; al idioma que ha sido el mejor
escudo de nuestra libertad milenaria; el de nuestros padres recios y
honrados, el de nuestras madres santas... No podemos los vascos de esta
generación resignarnos a ser el eslabón roto de la cadena de oro que
ha de enlazar nuestro presente ansioso de cultura y progreso con nuestro
magnífico pasado de libertad irrenunciable. Nosotros no podemos como
aquellos fantasiosos vascófilos de la época del mito exaltar al
euskera hasta las regiones del paraíso terrenal mientras cultivando
otro extraño, lo abandonamos y condenamos a morir, eso sí, cuidando de
embalsamarlo muy bien.
Hemos dicho y repetido demasiado que es tal la antigüedad de nuestro
idioma que nadie conoce su principio.
Pues bien, ha llegado la hora en que
juremos que nadie tampoco, en lo que de nosotros dependa, ha de
conocerle el fin.
Para que merezcamos hacer nuestras aquéllas
nobilísimas palabras del viejo gales de Pancader al intruso monarca
normando:
"Esta nación jamás será
enteramente sojuzgada por la ira del hombre, a menos que vaya acompañada
de la ira de Dios. Y no creo que otra nación distinta de ésta de Gales
ni otra lengua que la suya, responda por este rincón de la tierra
cuando llegue el día de la comparecencia ante el Juez Supremo".
Caracas, Centro Vasco, I4-VI-1961.