SEGUNDA PARTE
SEGUNDA
PARTE Icuza en el curso de la R. C. G
1757 –1781
6 — Escarceos diplomáticos
Al mismo tiempo que, como vemos,
atendía al ascenso de Icuza, la junta de la Real Compañía
Guipuzcoana, que seguía reunida en Madrid en asamblea que duraría
hasta el 24 de noviembre de dicho año de 1772, trataba de ir
hasta el fondo hasta aquí nuestras costas y buques.
El 18 de noviembre se dirigía al Primer Ministro, Marqués de
Grimaldi, haciéndole una amplia exposición de los hechos de que
había sido protagonista Icuza y cargando el acento sobre las
salidas de los holandeses de Curazao con el decidido intento de
quemar las naves de la Compañía, así como otros atentados que
le eran denunciados por el Factor Amenabar. «Y reconociendo la
Junta que de repetirse semejantes armamentos de intento por los
holandeses pueden resultar sucesos contrarios a las embarcaciones
de la Compañía, ha suplicado a Su Majestad se sirva disponer que
los holandeses de la citada isla de Curazao se contengan en los límites
de los tratados. He hecho presente al Rey esta instancia y en su
consecuencia me manda S.M. remitirla a V.E., como lo ejecuto, para
que haga de ella el uso que le parezca.
»Dios guarde, etc. San Lorenzo, 18 de Noviembre de 1772..=
Cinco días después, Grimaldi contesta a Arriaga diciéndole:
>
Devuelvo a V.E. la representación
de la Junta General de la Real Compañía de Caracas que, con
fecha 18 del corriente, me remitió V.E. y, en virtud de su
contenido, he escrito al Vizconde de la Herrería, Ministro
Plenipotenciario de S.M. cerca de los Estados Generales, pida, en
nombre del Bey, satisfacción a aquel Gobierno de los atentados
cometidos por los habitantes de Curazao contra las balandras
guardacostas de la Compañía como también el castigo de los
agresores y autores del proyecto de quemarlas y que se providencie
se abstengan aquellos negociantes y naturales de insultar como
hasta aquí nuestras costas y buques.
» Para conseguir más seguramente estos objetos declara el
Vizconde de la Herrería al Gobierno holandés que, si no pone
remedio pronto, está S.M., resuelto a dar a la Compañía de
Caracas el auxilio más poderoso a fin de que obre hostilmente
contra las embarcaciones holandesas que frecuentan aquellos mares
atraídas del trato ilícito; sin que por parte de S.M. se desista
de esta idea hasta extirpar y destruir enteramente dichas
embarcaciones >
Es de fecha 30 de diciembre, de dicho año de 1772, una carta que
escriben S.A. y los Directores de la Compañía de las Indias
Occidentales de la Cámara de Amsterdam en la que se refieren a la
resolución tomada sobre el Memorial del Vizconde de la Herrería
tocante a las insolencias cometidas en las costas de Caracas.
Expresan que no tienen conocimiento alguno de las tales y terminan
de escurrir lindamente el cuerpo, diciendo van a escribir a los
Directores y Consejeros de Curazao ordenándoles se abstegan de
cometer violencias.
Las negociaciones se prolongan
vanamente y es ya julio de 1774 cuando los Estados Generales
componen un largo Memorial en el que no se limitan a desconocer
los delitos de BUS compatriotas, sino que retorciendo el
argumento, echan toda la culpa a las balandras de la Compañía.
Podemos llegar tan lejos como al 1 de marzo de 1776 enque vemos
que los Directores de la Compañía de Caracas:
consideran carta de su Factor
Principal en Venezuela en que se pone de manifiesto la insolencia
de los holandeses de Curazao; refiere varios hechos de presas que
se les han tomado a fuerza de combate en que han resultado no
pocas muertes
« evidenciándose que buscan de intento a, nuestros corsarios
cuando se consideran con mayores fuerzas ».
El Factor sigue diciendo que, pues se reconoce, por los hechos,
tratarse más bien de piratas que de contrabandistas, se faculte a
los corsarios para que, pudiéndoles aprehender, los pasen a
cuchillo.
También habla de la conveniencia de que a los holandeses
apresados se les traslade a San Juan de Ulúa y no, como hasta
ahora, a Puerto Cabello de donde, se dice, huyen con facilidad.
Termina pidiendo se haga saber a las autoridades holandesas los
hechos relatados y las medidas que se piensan tomar.
7 — Sigue Icuza en sus actividades
Mientras estas interminables e inútiles
negociaciones proseguían, Icuza, por su parte, continuaba
entregado a sus actividades. Aunque nos consta que al de poco de
entrar en posesión de su nuevo titulo, ya fuera arrastrado de un
movimiento de ambición, ya de mostrar de algún modo su
agradecimiento, expresó deseos de servir en la Real Armada con la
graduación que acababa de obtener,2 el caso es que la cosa no
tuvo efecto y, según sus propias palabras * Continuando el corso
hasta 1776, apresó, echó a pique e hizo varar hasta 70
embarcaciones del trato ilícito. Consta todo ello, por relaciones
remitidas a la Compañía de Caracas y por informes dirigidos al
superior Ministerio por los Gobernadores de aquella Provincia, don
José de Solano, el Marqués de la Torre y don José Carlos Agüero
».B
Pero el éxito del mejorado
servicio de guardacostas producía otro resultado: las privaciones
o por lo menos escasea de suministro de algunos artículos de
primera necesidad que, como la harina, por los años 1773 y 1774
llegaron a límites extremos. Y la escasez continuaba en 1775 en
que el Rey hubo de acceder a una petición de los accionistas
estableciendo que, cuando los venezolanos navegaban hacia o desde
las Antillas españolas, el Factor de la Compañía podía vigilar
los trámites y la Compañía participar en el tráfico como
cualquier otra persona. Ambos a la vez, Compañía y Corona,
confesaron que estas medidas eran tomadas para reprimir el
contrabando. Añadidas a los esfuerzos de Icuza, dice Hussey,
probablemente hicieron más por el fortalecimiento del monopolio cíe
la Compañía.
No es mucho lo que en detalle sabemos de las actividades de Icuza
por esa época. En el año 1774 apenas sí conocemos de él mas
que el apresamiento que hace, con su balandra "Aran-zazu"
de la holandesa "La Candelaria".2 Sabemos también que
por ese año alguna enfermedad que no creemos fuera de importancia
le aquejó, como se deduce de un despacHo que el Capitán del
puerto de Puerto Cabello dirige al Gobernador Agüero y que reza
así:
* Muy señor mío: Paso a noticia de V.S. que de las resultas de
los cañonazos que se oyeron la otra noche y nada más que por
inferirse así, se han persuadido todos a que fue encuentro de las
tres balandras de la Real Compañía Guipuzcoana con no se sabe
aun el número que fuesen las goletas holandesas con quien se
batieron; y sólo se echa de menos a esta fecha la balandra
"Santa Gertrudis", alias La Francesa, al cargo de don
Vicente Alozen, por enfermedad de su comandante don Vicente de
Icuza, cuyo barco se ha dado parte por los otros, desde el valle
de Ocumare, de no saberse nada de él, en pro ni en contra. Lo que
me ha parecido informar a V.S. para su inteligencia, etc., etc. »
Lo firma, Manuel de Agreda, en Puerto Cabello a 16 de Abril de
1774.3
En el año 1775 tampoco vemos su
nombre entre los diversos apresadores y, en cambio, comprobamos lo
que parece ser una mudanza de actuación, puesto que lo vemos como
capitán y maestre del navio "San Miguel y Santiago" de
la Real Compañía Guizpuzcoana « en su cuarto tornaviaje con
destino a Cádiz. La Guaira, a 6 de Marzo de mil setecientos
setenta y cinco años ».4
No sabemos a que pudo obedecer
este cambio del Icuza, a quien siempre hemos visto navegando en un
buque corsario, a capitán de uno de los navios de carga — que
no por eso dejaban de estar fuertemente armados — de la Compañía.
El que tengamos noticia de un documento que contiene la
"Lista de los 20 hombres que se aumentan a la tripulación
del navio 'San Julián' de la R.C. Guipuzcoana, para su tercer
viaje a Cádiz, al mando de don José Lorenzo de
Goicoechea",1 fechado a fines del mismo año de 1775; el que
Goicoechea fuese también uno de los mejores marinos corsarios con
que en cualquiera de sus épocas contara la Compañía
Guipuzcoana; el que ambos zarparan para la Península con
importantes cargas de cacao nos permite aventurar la idea de qiie,
por alguna razón, urgía el que esos cargamentos llegaran sin pérdida
ni demora a la Península y por eso se confiara el mando de ellos
a hombres tan probados por su valor como por su pericia sobre las
aguas del mar.
Por el mismo Icuza sabemos que durante 1776 permaneció alejado de
las actividades del corso y apenas si tenemos este año noticia de
él. Seguramente continuaba en sus viajes trasatlánticos, pues, a
principios de 1777, lo encontramos en Madrid donde rindió a los
Directores de la Compañía un valioso informe sobre asunto que
sabemos que por aquellos momentos preocupaba en la metrópoli: la
construcción de buques en Venezuela y el previo corte de madera
para ello.
Podemos citar al efecto una
comunicación que desde Puerto Cabello envía al Gobernador don
José Carlos de Agüero, el capitán de aquel puerto don Manuel de
Agreda, cuyo tenor es el siguiente:
« Muy señor mío: En el bergantín del corso de la Real Compañía
Guipuzcoana, al mando de su Comandante don Martín de Salabarria
que se hizo a la vela hoy, cumpliendo con la orden de V.S. remito
treinta carpinteros de ribera que he podido conseguir en este
puerto sin subministración de alguno de los de la Maestranza de
dicha R.C.G. porque, aunque los he pedido para completar el número
de cuarenta que son los que V.S. me ordena, no se me han dado
porque me ha expresado su nuevo Factor necesitarlos para las
faenas dia-
rías. Y los nombres de los que van son los que parecen de la
adjunta nómina, sobre lo que tengo avisado al Comandante del
puerto de La Guaira para que también lo participe como ahora lo
hago por ésta. Y por ser una cierta noticia, a mi ver importante
al Real servicio, me ha parecido conveniente detener el correo
como ha acontecido por no poder averiguar el número que se me daría
por el dicho Factor. Nuestro Señor guarde, etc. Puerto Cabello, 9
de Enero de 1776 «-1
La nómina adjunta a que Agreda
se refiere, se titula "Maestros y carpinteros de ribera que
salen de este puerto de La Guaira con destino a la Provincia de
Cumaná al corte de madera solicitada por esta Comandancia de
orden Superior, con exclusión de los de la Maestranza de la Real
Compañía" Guipuzcoana porque su Factor no ha suministrado
ninguno". No sabemos a que obedecería esta actitud de no
colaboración en que Agreda insiste en señalar a la Compañía,
pero si podemos decir una cosa: que en esa lista que da de treinta
carpinteros de ribera, por lo menos veinticuatro, con el capataz
Martín de Aristimuno a la cabeza, son vascos.
Por otra parte, de muy cercana
fecha — 1 de abril de 1776 — es otro documento que revela
también, como decíamos, la preocupación que en el momento se
sentía en la Península. Su título es el de « Reglamento que
debe observarse en las obras de construcción, carena y recorridas
de las embarcaciones del Rey y reforma en algunos puntos de los
particulares, métodos de seguirlas, admisión de Maestranza y
como deben emplearse en sus trabajos todos los individuos
destinados a ellos en Puerto Cabello, comprehendiéndose en él
todas las obligaciones de los que salen a navegar en los buques
del Rey, mientras residieren en el puerto, las excepciones y
privilegios que S.M. dispensa a los matriculados para que sirva de
estímulo a estos operarios al mejor servicio, todo con arreglo a
la Real Ordenanza de la Armada y a la de Arsenales de 1 de abril
de 1776 >.a
Como su largo título lo está
indicando, se trata de una minuciosa reglamentación que abarca 39
capítulos en los que se trata de los calafates y carpinteros, de
la necesidad de que estén matriculados para que sean admitidos a
las labores de la Maestranza, de las horas de trabajo, jornales,
de como debe sacarse y meterse la madera en los almacenes y todo
lo demás pertinente a los trabajos de la dicha Maestranza que
funciona en Puerto Cabello. Al Reglamento acompañan algunos
modelos de las revistas diarias pasadas por el Interventor de
Hacienda en la Maestranza e incluso nombres de algunos operarios
allí ocupados con indicación de sus respectivos oficios,
jornales y otros detalles.
Como dato curioso diremos que, al
paso que los carpinteros con su maestro mayor al frente, Agustín
de Indo, son vascos, entre los calafates apenas se ve uno de los
nombrados que lo sea.
Volviendo ya a! informe de Icuza a que nos hemos referido, vemos
que es como signe:
* Noticia del modo en que se hace y puede executarse el corte de
madera en la costa de Caracas.
' En las inmediaciones del río Yaracuy y Aroa hay montes espesos
de los que se sacan muchas cantidades de caobas y cedros gruesos,
conduciéndose por ellos en balsas a Puerto Cabello, sin el mayor
trabajo.
" Los cortes en estas montañas los hacen los naturales de
aquella provincia; pero poniendo los dueños de las haciendas
inmediatas a sus negros y dándoles hachas, podrán conducirse, a
poco costo, las maderas a Puerto Cabello; asi mismo, podrán
extraerse éstas por los ríos Aroa y Tocuyo; y según lo que he oído
al maestro Garay, constructor que es de la Compañía en el citado
Puerto Cabello, en conversación expresa que con él he tenido,
podrán sacarse curvas de manzanillos para dos navios de guerra,
de las inmediaciones de dicho río Tocuyo, pues por lo respectivo
a baos y tablazones ofrecen lo que se necesite los montes
expresados. Por el R. P. Fray Gerónimo de Gibraltar, religioso
capuchino, y hombre curioso, que se ha mantenido por espacio de 27
años en las misiones de aquella provincia, me hallo enterado que,
desde la boca del río San Carlos, que desagua por el de Cojedes,
que es navegable y limpio de carameros, se encuentran a la parte
de abajo, curvas de media vara de diámetro en cuadro, y también
menores, y que asimismo las hay a la parte de arriba; bien que la
mucha palazón que se encuentra en este paraje, impide su extracción;
pero establecido el corte se podrán quemar en tiempo de verano
los carameras o balsas de maderas, siendo más fácil proveerse de
curvas medianas, porque se conducen en canoas, y hay muchas y
buenas, a aun a las grandes se les arriman boyas de bujano, y se
sacan por los ríos.
» Para poder establecer con seguridad y conocimiento práctico el
corte de maderas con mayor beneficio de la Real Hacienda, será lo
más acertado que el referido constructor de la Compañía, acompañado
de sujeto íntegro y real, haga reconocimiento tanto de las
inmediaciones de Puerto Cabello como de los ríos expresados, en
Capaya, la costa de Paria, la isla de \a Trinidad y contornos do
Guayana, pues por más que quieran aparentar algunos, no ha habido
sujeto que prolijamente haya examinado estos parajes. Los
naturales e indios del día no están impuestos en el manejo del
hacha; pero siempre que se juzgue conveniente establecer el corte
en alguno de aquellos sitios, se les puede aplicar e instruir en
su uso, pues son naturalmente inclinados a instrumentos de corte,
como son el hacha y machete, haciéndoles servir a los principios
para derribar los árboles, y siempre que se envíen los modelos
del grueso que deberán tener las curvas, baos y tablazón, se
puede trabajar para los dos navios en las inmediaciones de los ríos
Yaracuy, Aroa y Tocuyo.
»De estos mismos ríos podrán
sacarse las balsas con menor costo, aplicando las canoas que
mantiene el Rey en el castillo de Puerto Cabello y equipándolas
con los desterrados que siempre hay gente que entiende de mar,
llevando solo un patrón libre con el competente resguardo de
tropa, para que no hagan fuga, pues de este modo se evitan los
gastos de jornales y barco para el remolque.Vicente Antonio, de
Icuza
El informe es elevado por los Directores al Ministro Gálvez
acompañado del siguiente escrito:
«Ilustrísimo Señor, Señor: Habiendo venido a esta Corte Don
Vicente Antonio de Icuza, Comandante de los Guarda Costas que la
Compañía de Caracas mantiene en la Provincia de Venezuela, me ha
dado la noticia que expresa el adjunto forma parte del expediente
incoado con motivo de la pérdida de la balandra
"Aranzazu" (16 Abril 1777) que, por entonces, él había
dejado de mandar. Se atribuía la pérdida a negligencia del práctico
de la misma Francisco Garachico. Depone en estos autos Icuza y,
como capitán que fue de Garachico durante cinco años en los
guardacostas de la Compañía y: * Ofreciendo su espada con la
mano derecha, por Dios y el Rey, ofreció decir verdad de cuanto
sepa y se le pregunte», y saliendo por los fueros de su antiguo
subordinado, declara que Garachico < se desempeñó siempre a
satisfacción y en todas las ocurrencias se le ha reconocido por
hombre'de valor, liberal y experto en el cumplimiento de sus
obligaciones y no admite duda es un buen práctico y hombre de
satisfacción, y que el haberle sucedido el presente infortunio,
atribuye el declarante a error de la imaginación como acontece en
muchas ocasiones a los navegantes que, por ser de noche o estar el
tiempo toldado, según el alto o bajo de las tierras, presumiendo
que se hallan en tal sitio, sucede lo contrario, sin que por ello
se pueda decir ser impericia, y no puede darse en el presente caso
haya acaecido con depravada intención por no ser Gara-chico
hombre de esta clase. Que el declarante (Icuza) ha salido por tres
ocasiones a reconocer el bajo donde se perdió este barco y no lo
hallo »,
Por su parte, Garachico sabe
corresponder a los buenos oficios de sa antiguo capitán —
aunque, naturalmente, con su buena cuenta y razón — al declarar
que: «No puede negarse que de los capitanes más diestros y
experimentados que ha tenido la Compañía han sido Don Vicente
Icuza y Don Lorenzo Goicoechea que andaban en el propio corso y
con todo muchas veces hicieron exquisitas diligencias con la sonda
en la mano para descubrir aquellos bajos y jamás pudieron dar con
ellos, no obstante la habilidad y consumada práctica de unos
hombres como éstos a investigar tales arrecifes de donde ha
dimanado que cuantos toman el rumbo que llevaba la
"Aranzazu" se gobiernan por puras conjeturas sin que
nadie pueda afirmar con certeza la seguridad de su nao
Apenas sabemos nada de Icuza en los meses posteriores al de su
intervención en el expediente del naufragio de la
"Aranzazu". Sin duda, seguía navegando en los navios de
carga de la Compañía, pues así lo hallamos, para marzo de 1778,
en que comanda el "San Miguel" que zarpa el día 12 de
dicho mes y año de Puerto Cabello para La Guaira «... con 9.011
fanegas y 74 libras de cacao de la Real Compañía y 94 fanegas y
85 libras de particulares «-1
Por él sabemos que; « El año
1778, volvió a tomar el mando de los citados guardacostas y lo
ejerció hasta la apertura del libre comercio, habiendo hecho 55
presas y limpiado enteramente de contrabandistas aquellos mares y
servido con igual esmero, celo y actividad que siempre ... ».2
Esta vuelta a los guardacostas
debió de realizarse hacia mayo de ese año de 1778, como se verá
por los documentos a que nos vamos a referir que tratan del mejor
armamento de los guardacostas, preocupación no sólo de la Compañía
sino también del Intendente General de Ejército y Real Hacienda.
Por lo que hace a la Compañía, no estará de más recordar que,
a los comienzos de 1778, presentó amplios informes sobre sus
actividades en la producción de armamento. En uno de esos
informes se historiaba el resultado de su contrato de la factoría
de armas de Soraluze,3 cuyo manejo, como se sabe, asumió en 1735.
Debía administrarla como contratista de la Corona, y las sumas
que de tal empresa resultasen se aplicarían al pago de los
derechos que se debiesen a la Corona como consecuencia de los
negocios mercantiles de la Compañía. Fue ésta una empresa
atendida por la Guipuzcoana mientras ella existió y de la cual
con razón podía estar orgullosa, pues si al hacerse cargo de
ella en 1735, la fábrica no llegaba a una producción anual de
ocho mil fusiles con bayonetas, y se veía precisada a comprar en
Lieja la mayor parte de las llaves, sólo en diez años esa
producción se había elevado a doce mil por año integradas por
piezas fabricadas en su totalidad en la Península. Por el año
1778, fecha del informe, una fábrica de espadas sita en Tolosa
asociaba a ella su propia producción. Más importante aun en
estos informes, como lo señala Hussey,'*resguardo contra el espíritu
de contrabando que tanto infesta nuestros puertos y a un poderoso
contraste a las invasiones de los de Curazao me persuaden la
necesidad de algunos de ellos sin mezclarme en las contestaciones
que ha experimentado la calidad de su fundición. Y inducido de un
verdadero deseo de aplicar los remedios más oportunos a atajar un
vicio tan inveterado y digno de la atención más seria, he
ocurrido a la Dirección de la Compañía, pidiéndole la remisión
y socorro de aquéllos que considerase competentes para el fin.
» Pero como esta instancia puede tener algún embarazo sin la
autoridad de V.E. le suplico se digne inclinársela para que lleve
su más cumplido efecto una disposición que como la superior
sabiduría de V.E. lo reconocerá mejor, ha de ceder, sin duda, en
grande servicio del Rey y beneficio común de sus vasallos.
> Nuestro Señor dilate la importante vida de V.E. los muchos años
que puede, Caracas y Mayo 13 de 1778.
» Beso la mano. . . «
El informe cíe Icuza que acompaña
al anterior documento y sobre el que vemos que éste básicamente
se funda, es como sigue:
* Señor Intendente General de Ejército y Real Hacienda.
» Muy señor mío: En respuesta del papel de V.S. que trata de
las ventajas que tendrían los guardacostas con los cañones de la
fábrica de D. Manuel de Anciola, debo hacer presente a V.S. que
serían grandes las que experimentarían los expresados
guardacostas, y, por tanto, resultaría mucho daño en los que se
emplean en el comercio ilícito y principalmente, contra las
embarcaciones que salen de la isla de Curazao, pues siendo así
que nuestro corso se compone de balandras de 12 cañones y lanchas
cañoneras, resultaría que llevando hoy una balandra artillería
del calibre de a cuatro, entonces podría llevar de a 8, y aún
con menos peso, y por lo tanto, serían mucho más respetables, y
aun cuando una balandra nuestra se hallase con dos holandesas de
igual porte, podría más bien, no sólo dar cara, sino lograr
ventajas. Además que los holandeses envían en el día goletas de
4 y hasta de 8 cañones, por la ligereza de su andar, y traen
hasta 50 y 60 hombres de tripulación, y como esta Provincia en su
marina, tiene cordilleras de montañas muy elevadas, por lo mesmo
se experimentan muchas calmas, lo que les favorece para escaparse
de las balandras a remo, como sucede diariamente, y aunque se
quisieran armar una o dos goletas del mismo porte de las que traen
de Curazao, al abrigo de una balandra le darían cara y aun, cogiéndola
algo separada de la balandra, cuando pudiesen atacarla, entre dos
o tres la quemarían, como sucedió con un jabequito que se fabricó
con esta mira, pero teniendo de los expresados cañones se podrían
armar dos goletas iguales a las holandesas en el porte, pero como
éstas no llevan ni pueden llevar más cañones que de a 3, las
nuestras llevarían de a 6 y aún sería tal vez, el medio de
acabar con los holandeses. También las lanchas cañoneras llevarían
cañón de a 6, y en las calmas podrían entretener a la holandesa
a que se diese caza, mientras llegaba la balandra guardacosta, y
podía la lancha hacer fuego y ofender las goletas holandesas, sin
que el alcance de sus cañones la ofendiese, además que, como en
otros tiempos ha sucedido, si recalasen algunos bergantines o
paquebotes a tratar a la costa, teniendo de la mencionada artillería
las balandras, los podrían buscar y atacar por lo grueso de su cañón,
lo que no en el día. Además de la grande ventaja que se
conseguiría en cuanto a la fuerza, no resultaría menor en el
andar de las embarcaciones, pues entonces, teniendo cañón de
doble calibre, será con menos peso que el antecedente, lo que hará
que las balandras anden mejor a la vela.
Y así no puedo menos que hacer
presente a V.S. que serían grandes las ventajas que se
experimentarían y no menos el terror que, sin remedio, causaría
a los holandeses.
»Nuestro Señor guarde a V.S.
muchos años. A bordo del "San Miguel y Santiago", en La
Guaira y Abril, 24 de 1778. »Beso la mano a V.S. su más atento
rendido servidor.
f Vicente Antonio de Icuza,'.1
La comunicación del Intendente
es bien recibida por el ministro Gálvez, a juzgar por una nota
puesta al fin de la
misma en la que se dice que < Se tendrá presente si los
Directores manifestasen que se ofrece alguna dificultad para el
envío de estos cañones », pero nada más nos consta al
respecto. Quizás el estado de fricción continua en que por esa
época se hallaban ya las relaciones entre la Compañía y el
Intendente hizo que el proyecto no llegara a tener andamiento en
la práctica, como hubiera sido de desear.
El hecho es que Icuza, de nuevo
al mando de los Corsarios de la Compañía, volvía a sus
actividades con el celo y habilidad de siempre. Los datos que
podemos consultar del año 1779 demuestran un apreciable aumento
en las presas realizadas. Copiaremos, por vía de ilustración un
documento de este año que dice asi:
« Don Vicente Antonio de Icuza, Teniente de Fragata de la Real
Armada y Comandante de todas las embarcaciones guardacostas de la
Compañía Guipuzcoana de Caracas:
» Certifico que habiendo varado en esta costa los Guardacostas de
mi mando una goletilla chica de bandera dinamarquesa (cuyo nombre
se ignora) y salvado totalmente estropeada e imposible de seguir
viaje al puerto de La Guaira, en la Provincia de Caracas, de
acuerdo con los Capitanes y demás oficiales de las tres balandras
y goleta corsarios, resolví venderla y la he vendido a don
Fernando Yerobi, residente en el puerto nombrado El Rincón, en la
cantidad de cien pesos, y para que le sirva y haga constar la
legitimidad de su haber, doy la presente certificación firmada de
mi mano en la balandra "Nuestra Señora de Aranzazu", en
la aguada de Puerto Rico, a 28 de Mayo de 1779.
» Vicente Antonio de Icuza. » Por mandato del Sr. Comandante
» Francisco Miguel de Goicoechea. a1
8 — Fin del corso de la Compañía
Pero el corso de la Compañía
iba tocando a su fin. El comercio libre establecido primero en las
Antillas (1765), extendido a toda la América española (1778) con
excepción de Venezuela y Nueva España, prosiguió en su
incontenible avance hasta la supresión de esas excepciones. En
febrero de 1781, la Dirección de la Compañía se vio en el
trance de dirigirse al Rey pidiéndole la confirmación de su
monopolio o bien que le relevase de la carga de la guarda de la
costa. Inmediatamente fue conocida la real decisión por la
segunda alternativa. En adelante, sería el Intendente quien
practicaría la guarda de la costa por cuenta de la Corona;
emplearía con ese fin los buques de la empresa como parte del
pago de las deudas de ese cuerpo con la tesorería, y trataría a
la empresa como a cualquier persona particular. La corporación
podía traficar con España, o con colonias amigas durante la
guerra, pero no poseía privilegios exclusivos. El Intendente debía
cobrar su contribución proporcional para el mantenimiento de la
guarda de la costa.1
La vida de Icuza entraba en una
nueva fase. En principio, aceptó 3a comisión que le confió el
Intendente Abalos, con quien debió estar siempre en buenas
relaciones, a juzgar por lo que nos dice de su correspondencia con
él « que no la exhibe por ser voluminosa • y se fue a la
Tortuga al frente de una expedición cuyo objeto era la demolición
de la salina de dicha isla, importante en las circunstancias de
guerra que otra vez corría contra Inglaterra. « Arrojó de ella
a unos SO ingleses que trabajaban en extraer sal. Después de
sacar la que había, arrasó todo. Condujo la sal recogida a La
Guaira donde se vendió y, con su importe, se costeó enteramente
el aumento de jornaleros que se hizo para esta maniobra y sus víveres;
por manera que no costó un real al erario de S.M. »
Pero, < Perdió Icuza su salud
en esta expedición por levantarse al rayar el alba asistiendo
personalmente a la faena para su pronta ejecución, antes que
llegasen algunos buques enemigos y tuvo que sufrir el rigor del
sol que en aquel paraje es terrible >.z
Con la salud quebrantada y el
cese de las actividades corsarias por parte de la Compañía
Guipuzcoana, Icuaa hubo de pensar que temporariamente al menos, se
imponía la vuelta al hogar para recobrar, en contacto con la
tierra natal, nuevas fuerzas que le capacitasen para otra etapa de
su vida. Precisamente, en noviembre de 1781, el Factor Principal
de la Compañía en Caracas había iniciado los preparativos para
despachar en un convoy, que sería convenientemente escoltado,
todos los barcos que a la sazón se hallaban en puerto, confiándose
a Icuza el mando de los que navegasen en conserva del convoy francés
que era de salir para Europa, bajo las ordeños de De Grasse.
En el Archivo General de la Nación
encontramos varios documentos en relación con esta empresa. Así
un borrador para el Corregidor de Maiquetía en que se le dice
que: « desde el instante en que lleguen los navios de la Compañía
que están aprontándose en Puerto Cabello, no permitirá pasar
por ese pueblo a ningún marinero, y si pasa, lo detendrá y
remitirá al Comandante don Vicente de Icuza ».J En otro, fechado
unos días después del anterior — 24 Noviembre 1781 —, Icuza
se dirige al Intendente General del Ejército comunicándole que
acaba de fondear en La Guaira « con los cuatro navios y el
bergantín de la Real Compañía, y también la fragata particular
nombrada la "Diana" que en mi conserva salió de Puerto
Cabello el 14 del presente mes », firmando su comunicación «A
bordo del "San Miguel y Santiago" ».2 Dos días después,
el 26, se dirige al Gobernador para decirle que: «Inmediatamente
que recibí la superior orden de V.S. del día 23, dirigida al
buen gobierno y subordinación de los navios de la Real Compañía
de mi Comando, hice saber a sus respectivos Capitanes para que
concurran al cumplimiento de lo que V.S. previene ». Hallamos
también un borrador sin firma para el Gobernador y Capitán
General del Guárico en el que se dice: « Que pasen a ese puerto
siete embarcaciones de la Real Compañía Guipuzcoana al cargo del
Teniente de Fragata de la Real Armada de S.M.C. don Vicente
Antonio de Icuza. Coro, 3 de enero de 1782 s.
Desarrollo, sin duda, del
anterior apunte, pues trata del asunto en este citado y es de su
misma fecha, es el despacho que a continuación copiamos íntegramente:
« Muy señor mío: Favorecido de la escolta que se ha servido
franquearme el Excmo. Conde de Gras (sic), pasan a ese puerto
siete embarcaciones de la Real Compañía Guipuz-coana del cargo
del Comandante de ellas, el Teniente de Fragata de la Real Armada
de S.M.C. don Vicente Antonio de Icuza, a fin de incorporarse y
navegar en conserva del convoy que debe salir para Europa, y
confiando yo en la buena recíproca unión con que proceden
nuestras respectivas naciones, he de merecer de V.E. me haga el
honor de recomendar al señor Comandante del convoy la buena
conserva de la pequeña flota de esta Provincia y la seguridad
hasta llegar al puerto de su destino.
»Igualmente espero merecer de V.E. que si las referidas
embarcaciones de la Real Compañía, sin embargo de que salen bien
provistas de víveres y pertrechos para el viaje y detención en
la bahía, necesitasen por accidente de algunos víveres u otra
cualquiera cosa, se le faciliten al referido Icuza o a el oficial
que, por su falta, hiciere de Comandante de dichos navios no
habiendo lo que le falte en otra parte que en los almacenes del
Rey por su real valor, bajo la seguridad de que con aviso de V.E.
y recibo del expresado Comandante se satisfará el importe, sea en
Francia por la citada Real Compañía o en esta Provincia por el
Factor Principal de eila dot José de Amenabar.
• Las repetidas noticias que
vienen de aprontarse en esa isla una considerable expedición
compuesta de fuerzas francesas y españolas me tiene en la más
cuidadosa expectación y deseo de saber a su tiempo las resultas a
la posible brevedad y no pudiendo valerme yo de mejor conducto que
el de V.E. para conseguirlo, no excuso suplicarle me dispense esta
satis-I facción, tomándose la pena de escribirme las cartas en
duplica-| do por el Presidente de Santo Domingo de donde se
presentan frecuentes ocasiones para esta Provincia en la cual me
tiene
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