SEGUNDA PARTE
VICENTE ANTONIO DE ICUZA EN EL
CORSO DE LA REAL COMPAÑÍA GUIPUZCOANA
1757 –1781
AL SERVICIO DE LA REAL COMPAÑÍA
GUIPUZCOANA
1 — El medio
Tomaremos un amable guía: es el Padre Manuel de Larramendi. Este
sabio jesuíta "de estatura alta, de bella fisonomía, de
complexión de hierro" y en cuyos ojos "como en su
frente brilla la augusta llama del genio", al decir del Padre
Fita, había ocupado altos cargos docentes y llegado a confesor de
la reina María Ana de Newburg, viuda de Carlos II. Pero sintiendo
muy en lo hondo la llamada de su tierra, renunció a todos esos
altos puestos cuando sólo tenía aun poco más de cuarenta años,
para retirarse a Loyola en donde murió poco menos de cuarenta años
después. Este retiro fue fecundo en obras como el capital
Diccionario trilingüe castellano, vascuence y latín, publicado
en San Sebastián en 1745 y primero en el orden del tiempo entre
los del idioma vasco. Antes y después, escribió otras famosas
obras. A nosotros nos interesa ahora su Corografía de Guipúzcoa,
esa "amena y gallarda Corografía, no tan leída como debiera
serlo", en frase del cronista Carmelo de Echegaray.
La abrimos y leemos: « Es Guipúzcoa
tierra montuosa, y con muchísimos montes y eminencias altísimas,
y todas con sus nombres propios. Pudiera llamarse un principio o
arranque perezoso de los Pirineos... Pero si ha de llamarse
Pirineo la Guipúzcoa, para no faltar a la verdad, ha de ser con
la restricción de Pirineo moderado, suave, deleitable, y esta
restricción la hacen las cumbres y faldas de los montes, pobladas
de casas, ermitas y arboledas. Además a Guipúzcoa hacen Pirineo
deleitable la cultura y trabajo con que están mirados los más
altos riscos y eminencias, no habiendo monte alguno pelado y estéril,
pues donde no puede sembrarse algo, está plantado de árboles, ya
de esta, ya de la otra especie, y algunos se dejan sin plantar
para pasto del ganado. Hácenla deleitable las fuentes
innumerables, los arroyos, los ríos, los mares y puertos de su
jurisdicción *
Tras esta breve descripción general, pero en la que ya
resplandece el afecto del hijo enamorado, nos dirá que: « Tiene
Guipúzcoa nueve leguas de mar y de costa desde el Higuer hasta
Motrico o hasta Ondarroa inclusive. El mar es parte del Cantábrico
de los más profundos, fieros y tempestuosos de todos los mares.
Pocas veces se verá aquí mar de donas o en leche >. Y sin
embargo, este mar tiene un tremendo embrujo. Las hazañas y
empresas por él inspiradas habían dado vida a aquella colección
de ordenanzas contenidas en el Fuero de San Sebastián otorgado,
en 1150, por el rey vascón Sancho el Sabio de Navarra que
constituye una de las colecciones más antiguas de que en su clase
hay noticia.
Y el mismo Larramendi, al hablar
de las inclinaciones con que nacen los hijos de Guipúzcoa, nos
dice que: « La más sobresaliente es la que tienen al mar, no sólo
en lugares marítimos y sus cercanías, sino también en los de
tierra adentro. Apenas toman dos lecciones, cuando se hallan casi
de repente, y como por ensalmo, hechos marineros y pilotos, que a
poco tiempo se hacen prácticos e insignes, lo cual se ve cada día
en muchachos que apenas les apunta el bozo ».
De fomentar esta inclinación en
los muchachos vascos cuidaba ya, entre otras instituciones, aquel
monumento de la vida mercantil y maritima que se llama Ordenanzas
del Consulado de Bilbao, publicado el año 1737, el mismo en que
naciera Icuza, que en su capítulo veinte y cuatro, artículo XVI,
reza así: . Siendo tan del Real servicio y utilidad conocida de
estas costas el aumento de la marinería, se ordena y manda a
todos los Capitanes y Maestros de Navios, cuiden particularmente
de los grumetes que llevaren en sus navios, tratándolos con amor
y cariño, para que se aficionen a la navegación... ».
Pero, volvamos a nuestro
Larramendi quien, al hablar de los oficios de los guipuzcoanos,
nos dirá: « Otra gran multitud, especialmente de los puertos y
pueblos inmediatos, está empleada en la marina. Muchachos y algo
mayores y casanderos y casados, entran en los navios,
especialmente los que van a
las Indias, y empiezan de los oficios más ínfimos, y luego de
marineros rasos, de oficiales, condestables, guardianes,
contramaestres, pilotos primeros, segundos, escribanos, capitanes
y otros muchos nombres. Todos van alegres y bien esperanzados ».
Sí, todos van bien esperanzados.
Comparado con aquel duro oficio en que tantos de sus compatriotas
se ejercitaron y aun se ejercitaban, el de la pesca de la ballena,
en que para ganar la vida era preciso arriesgarla — "Biziarengatik
dugu bizia irriskatzen" —, cantaba el antiguo poeta Joanes
de Etchebe-rry, la aventura americana les parecía no sólo menos
riesgosa, sino mucho más prometedora. Por eso, en los puertos de
Guipúzcoa, lo mismo que en los de Vizcaya y Laburdi, hervía
aquella masa humana ansiosa de sentar plaza en los gallardos
navios que se preparaban a zarpar para los puertos del Nuevo
Mundo, llevando en los labios la vieja canción en que la
inevitable nota de melancolía es ahogada por las del esfuerzo y
la esperanza:
"Boga, boga, marínela, yoan bear degu urrutira; bai,
Indiciara..."
"Rema, rema, marinero, que tenemos que ir muy lejos; sí,
hasta las Indias..."
2 — Aparece Vicente Antonio de
Icuza'
El doctor Don Sebastián Manuel
de Icuza, a cuyo cargo corría el cuidado de la salud de los
vecinos del antiguo lugar de Orereta (actual Rentería), se sentía
preocupado por la actitud de aquel hijo en quien había puesto sus
mejores esperanzas. Siempre había soñado con que, continuando la
tradición paterna, le sucedería en su profesión de médico,
heredándole su título y clientela, severo atuendo, empolvada
peluca y aquel bastón de caña de Indias con puño de oro, compañero
inseparable de sus visitas.
Pero por otro lado marchaban las
inclinaciones del muchacho quien muy poco caso hacía de aquellos
imponentes veinticuatro tomos De Médicos, de Rivera, que presidían
la biblioteca de don Sebastián Manuel, juntamente con los cinco
volúmenes De Cirugía, de Ayala, los quince de Anatomía, de
Castillo y tantos otros en que se presumía compendiar todo el
saber médico del siglo.
Pero entre los desdeñados
librotes de medicina, había algunos de otro género, como
aquellos viejos Atlas que fueron de su abuelo materno y que a
menudo reclamaban la curiosidad de Vicente Antonio. Y mejor aun
que en esto podía verse hacia donde su vocación le impulsaba
cuando el viejo amigo de la casa, don Pedro de Guillamasa, vecino
del puerto de Pasajes, y comandante de los navios corsarios de la
Compañía Guipuzcoana, a la vuelta de alguna de sus campañas,
venía a charlar con los Icuza, ante unas jicaras de humeante
chocolate, obsequio que les solía traer de aquella lejana tierra
de Venezuela cuyo nombre tenía para el muchacho mágicas
resonancias. ¡ Y cómo se le encendían los ojos al escuchar el
relato de las correrías del capitán por las costas del Caribe,
amenizadas por tal cual encuentro con los contrabandistas y
piratas holandeses o ingleses! Su madre a quien, naturalmente, no
escapaba detalle, trataba luego de calmar al malhumorado don
Sebastián Manuel: "Y si es su vocación, ¿qué hemos de
hacerle? Al fin y al cabo, bien sabes que lleva en la sangre
muchas más generaciones de marinos que de médicos".
Porque, naturalmente, tenía que
abogar por su hijo, aunque, en el fondo, bastante más que el
padre habría de sufrir ella al no poder conservar a su lado en la
vejez a aquel muchacho predilecto de su corazón destinado a
perderse en, quien sabe que interminables navegaciones, por
remotos mares.
Según pasaban los años se hacía sentir más y más su vocación.
Ninguna fiesta mayor para Vicente Antonio que aquellas escapadas
al puerto de Pasajes donde con otros muchachos de su edad como
Domingo de Álzate y el hermano menor de éste, José Antonio, se
pasaban las horas contemplando los preparativos de los navios que
pronto habían de zarpar en busca del sabroso cacao, a través de
aquel mar ebrio de aromas tropicales. ¡Y qué mayor delicia que
escuchar los interminables relatos de Shanti, el viejo marinero de
anillo en la oreja que tantas cosas sabía de mares, puertos y
barcos!
De sus labios aprendió Vicente
Antonio, como tantos otros de sus compañeros, mil pintorescos términos
del argot marino que se le fueron así haciéndosele familiares
desde sus años mozos. De él también otras lecciones ¿no decía
el buen Padre Larratnendi que con un par les bastaba a los
muchachos de Guipúzcoa para hallarse, como por ensalmo, hechos
marineros y pilotos?, gracias a las cuales al poco tiempo, en
cuanto un navio se descubría a lo lejos, la mirada aguda de
Vicente Antonio ya lo había clasificado de modo certero: tipo de
embarcación, tonelaje, singladura y demás condiciones marineras,
todo era catalogado en un instante.
Claro es que algunas rectificaciones había de recibir aún, de
vez en cuando, de su mentor, pero éstas iban siendo cada vez más
raras, lo que si por una parte enorgullecía a Shanti, no por otra
dejaba de mortificarle un poco al ver que conforme pasaban los días,
apenas si le iban quedando cosas que enseñar a su aprovechado
discípulo quien, naturalmente, otros maestros de más fuste hubo
de tener, como aquel "Don José Antonio de Echeverría,
natural de la villa de Rentería, en la Provincia de Guipúzcoa..
. que en dicha villa tuvo la maestría de escuela de niños con
suceso, en términos que sacó porción de discípulos hábiles,
que en el día están constituidos en empleos de distinción..."
Así nos lo dice el mismo don José Antonio, quien cita entre esos
discípulos "hábiles" a nuestro Vicente Antonio,
juntamente con ".. -don José Antonio de Vidaondo, Tesorero
General de Ejército. .., al Capitán de Volantes del Yaracuy don
Juan de Echeto, y al Tesorero de la Provincia de Guayana don Pedro
Ignacio de Echeverría". Todos tres, seguramente hijos de
Rentería como Icuza, que bajo la palmeta de dicho maestro quien,
probablemente como sospecha García Chuecos, lo fue años más
tarde del joven Simón Bolívar en la escuela de Pelgrón,
hubieron de aprender: "...la Doctrina Cristiana, según el
Padre Ripalda, . .. leer y escribir letra grande y pequeña, las
cuatro reglas principales de la Aritmética con sus quebrados, la
regla de tres con distinción de tiempo, multiplicar de
compuestos, las cuentas relativas a compras y ventas, la de compañía,
la de testamentos o particiones, con lo demás que toca a los
ejercicios de virtud y asistencia a la iglesia señalado con todos
los discípulos.. ,"1
No tenernos constancia de otros
estudios especiales o superiores que pudo haber cursado Vicente
Antonio quien, el año de 1757, apenas cumplidos sus veinte, vio
colmados sus anhelos al sentar plaza en un navio guardacostas de
la Real Compañía de Caracas.
3 — AÑos de iniciación
No era la primera vez que Vicente
Antonio había salido de aquel "gran pozo abieirto entre los
montes Ulia y Jaizquibel, con un canal de entrada que le da
aspecto y seguridad de fiordo noruego".3 En varias
oportunidades lo había hecho en la lancha de Shanti y en otras,
en breves escapadas que, a pesar de su corta duración, no dejaron
de hacerle sentir ese regusto de la aventura tan grato a su espíritu.
Pero ahora la cosa era distinta. Y, no obstante su indudable íntima
satisfacción al ver llegado el momento por el que tan largamente
y tanto había suspirado, cuando miraba alejarse, allá en Pasajes
de San Pedro aquella torre circular rodeada de una plataforma,
lugar donde tantas veces se reuniera con los otros muchachos, soñadores
de aventuras como él, o el muelle nuevo especialmente construido
para el servicio de los navios, los galeones y las fragatas, y
tantos otros rincones de ambas orillas, testigos de sus moceriles
correrías, sentía que algo se le encogía dentro del pecho y que
una etapa nueva se iniciaba en su vida, etapa llena de dudas e
interrogantes. Pero, ¿acaso no era esto lo que siempre había
deseado?; ¿es qué no había que pagar este precio y otros muchos
mayores si quería llegar a emular las hazañas de aquellos otros
hijos de la vieja Rentería que se llamaron Martín de Irigoyen,
el almirante cuyo valor hubieron de conocer los ingleses en la
jornada de Blaya, en donde peleó con su nave almirante y le cogió
la bandera que allí estaba colgada en la iglesia del pueblo; o
aquel valeroso capitán de mar, Martín Pérez de Irizar, que en
tantas ocasiones destrozó
Fue este capítulo el que nos puso sobre la pista del lugar de
nacimiento de Icuaa, dato que nos fue confirmado por la amable
atención del Párroco de Santa María de la Asunción, de Rentería,
don Roberto de Aguirre Echeverría a quien nos complacemos en
testimoniar desde aquí nuestro agradecimiento
las naves de !os corsarios
franceses, o aquel otro Martín de Rentería y Uranzu, general de
la escuadra del mar océano, quien destruyó a la temible armada
de Barbarroja sobre la isla de Ibiza? Adelante, pues, aunque el
corazón le doliera un poco, según veía que se iban borrando los
contornos de aquella costa querida de su infancia y mocedad donde
quedaba su padre don Sebastián Manuel a quien adivinaba
arrepentido, en aquellos momentos, de haber cedido, al fin, ante
la terca decisión de su hijo, y a su madre, la buena doña Teresa
de Arbaiza, que tan bien sabía esconder, tras un semblante
estoico, la pena que angustiaba su corazón por la partida de
aquel hijo por cuyo feliz destino tanto y tanto había implorado
ante el santo Cristo de Lezo.
Pero había que sobreponerse a
todo: "Itxasoak urak aun-di — ez du ondorik ageri —
Pasako nintzake ni andik — maitea ikusteagatik". Así decía
la antigua canción: "Las aguas del mar son inmensas — su
fondo no puede verse — Pero por encima de ellas pasaría yo —
por ver a mi amada". Sí, a la amada que era para Icuza la
gloria escondida entre los peligros del mar.
Una nueva vida empezó para él a
bordo de aquel guardacostas de la Compañía Guipuzcoana donde la
práctica de todos los días le iba instruyendo en muchas cosas a
las que ni los consejos de Shanti ni las lecciones de la escuela
de Pilotaje de Guetaria pudieron alcanzar. El mar abierto de
horizontes infinitos era algo muy diferente de aquel entrevisto
desde la estrecha boca del puerto de Pasajes; la disciplina de
guerra a que había de sujetarse en el buque corsario muy distinta
de todo lo que hasta entonces había estado acostumbrado el
independiente espíritu del muchacho de cuyas peripecias en esta
su primera navegación apenas si sabemos más que lo que él
escuetamente nos dice: "que al cabo de dos años de servicio
— es decir, en 1759 — volvió a su tierra".
Pero su estada en casa no se prolongó mucho. Quizá sólo lo que
alguna circunstancia familiar que determinó su vuelta le pudo
demandar. El hecho es que en el año de 1760, según nos lo dirá
el mismo, "pasó otra vez a guardacostas... y subsistió en
ellos hasta el de 1762 que regresando a Europa, fue hecho
prisionero y conducido a la Jamaica por los ingleses, en cuyas épocas
se halló en varios apresamientos y funciones navales en la costa
de Caracas".
En efecto, empezamos por conocer una Real Cédula expedida en
Aranjuez, el 12 de Mayo de 1760, que reza así:
« Por cuanto haviendome representado la Compañía Gui-puzcoana
de Caracas, que para reponer la falta de un jabeque guardacostas
que se les desgració, y ocurrir al refuerzo de otros barcos del
resguardo en la costa de Caracas, ha hecho construir dos jabeques
nuevos que montará cada uno, diez y ocho cañones del calibre de
ocho y seis, pidiéndome permiso para su envío en lastre, y sin
registro alguno de comercio, con sólo los víveres y respetos
correspondientes a su armamento, a efecto de ir celando el
comercio ilícito por la costa de Caracas, y unirse con otras
embarcaciones menores de dicha Compañía que saldrán a su espera
a la costa de la Margarita, con el Capitán Comandante de aquellos
guardacostas: he venido en concederle esta licencia para los
citados fines. Por tanto, mando al Gobernador y Comandante General
de la Provincia de Venezuela, no sólo no ponga embarazo alguno a
los oficiales de ambos jabeques a efecto que celen el ilícito
comercio desde que lleguen a las costas de la citada Provincia,
como lo hacen las demás embarcaciones guardacostas que tiene con
este destino la mencionada Compañía, sino que les dé los
auxilios que necesitaren, guardándoles las libertades, exemp-ciones
y prerrogativas que a los demás oficiales y gente de tripulación
de su clase están concedidas en la Cédula de erección de la
referida Compañía, que así es mi voluntad. Dada en Aranjuez a
doze de Mayo de mil setecientos y sesenta. Yo el Rey »*
Estos dos jabeques eran el
"San Pedro" y el "San Pablo", acabados de
construir por la Compañía en sus propios astilleros,
seguramente, conforme a las "Proporciones de las medidas...
para fábrica de navios y fragatas de guerra que pueden montar
desde ochenta cañones hasta diez, cuyas proporciones tiene
resuelto Su Majestad se observen por regla en todos los astilleros
de España, como en los de América" y de cuyas
"Proporciones, etc.", era autor aquel ilustre
guipuzcoano, hijo de Motrico y Teniente General de la Armada Real
del Mar Océano, don Antonio de Gaztafieta, quien publicó su
libro en 1720, poco antes de la fundación de la Compañía
Guipuzcoana. Sabemos que los dos jabeques que habían salido del
puerto de Pasajes el 8 de Junio de 1760, fondearon en Pampatar el
18 del siguiente Julio, y al seguir rumbo a Macarapana y cerca de
la isla de Margarita, encontraron a la balandra holandesa nombrada
"La Ana", su capitán Thoraas Cabalier, a la que
persiguieron y apresaron. Entre los efectos incautados en esa
presa están cinco doblones portugueses que se nos dice que el
capitán de la embarcación apresada entrega para que los guarde
al "Teniente Vicente Antonio de Icuza", y que, más
tarde, por auto del Justicia de La Guaira don Fernando de
Mechinal, son depositados en manos de don Agustín Ignacio de
Uranga, Factor Principal, a la sazón, de la Real Compañía
Guipuzcoana en Venezuela.
Vemos, pues, a Icuza, que por entonces andaba entre los veintitrés
y ventineuatro años, hecho ya Piloto, oficio al que sabemos, por
las Ordenanzas de Bilbao, que ninguno podía ser admitido
"sin que primero haya estudiado el arte de navegar teóricamente,
por lo menos durante seis meses, con persona hábil y capaz de
quien deberá exhibir certificación, y practicándolo dos años
en diferentes viajes y que en ellos haya llevado su punto y
rumbo..."; los dos años que había permanecido por estas
costas en la primera etapa de sus navegaciones, que como vimos
fueron de 1757 al 59, le sirvieron, pues, para confirmarle como práctico
en su nuevo cargo. La etapa en que ahora comenzaba a actuar, es
decir, aquella que va desde el año 1760 al de 62 en que, según
sus propias palabras, "regresando a Europa, fue hecho
prisionero y conducido a la Jamaica por los ingleses", marca
precisamente una de las épocas de mayor actividad contrabandística
de éstos. Recordaremos que cuando, en 1759, subió al trono de
España y, por consiguiente de Guipúzcoa, — Estado que, aunque
independiente, se hallaba unido a los reinos hispánicos en la
persona constituye fiador real y llano del expresado don Vicente
Antonio de Icuza, de manera que éste, con dicha su balandra y
gente de su comando, practicará bien y fielmente dicho corso, no
atacando ni haciendo guerra a los vajeles de España, ni a otras
embarcaciones de las naciones amigas de la Real Corona que no
encuentre en comercio ilícito o rumbos sospechosos, so la pena de
pagar los costos, atrasos y menoscabos que se le causasen. Y si así
no Jo cumpliere el otorgante, haciendo como hace de deuda, causa y
negocio ajeno suyo propio, y aunque contra el suyo dicho, ni sus
bienes se haga ejecución, ni otra alguna diligencia de fuero ni
derecho, cuyo beneficio y remedio expresamente renuncia, lo hará
y ejecutará del propio caudal de dicha Real Compañía, como su
Factor Principal, para cuya fianza obliga los bienes de ella
habidos y por haber, con poderío necesario, cláusula cuarenticia
que da por expresa y renunciación de todas las leyes, fueros y
derechos de su favor y la general en forma. Así lo dijo, otorgó
y firmó en este Registro siendo testigos don Marcos Marrero, don
Bartolomé Castillo y Marcos de Armas, vecinos de esta ciudad.
Ante mí
Agustín Ignacio de Uranga
Francisco Buenaventura Terrero Escribano Público ».J
Los varios "apresamientos y funciones" en que nos dice
se halló los anteriores años han acreditado, sin duda su valor y
experiencia que el mismo arresto en Jamaica entre los ingleses,
seguramente ha servido para aumentar. Así, pues, formalizado en
abril, como vemos, su nombramiento, para Mayo ya lo vemos
apresando en aguas de la isla de la Orchila una balandra
contrabandista holandesa,1 y él mismo nos dirá que, en su campaña
de ese año, "... en virtud de convenio particular con la
Compañía de Caracas", apresó "no solamente tres
goletas famosas de Curazao (de cuya clase de embarcaciones ninguna
se había podido capturar jamás hasta aquel
tiempo), sino otros varios barcos contrabandistas". Deberían
de resonar por entonces en sus oídos los ecos de la vieja canción
de su tierra:
"Jeiki, jeiki, etxekoak,
argia da zabala,.
Itxasotik mintzatzen da,
ziUarrezko adarra.
Bai ta ere ikaratzen olandresen ibarrn".
"Arriba, arriba, los de la casa, que ya es día claro. Por el
mar resuena la trompeta de plata y la ribera de los holandeses
tiembla".
Y es que, en efecto, iniciada ya desde 1764 la decadencia del
contrabando inglés en el Caribe, eran ahora loa holandeses los
enemigos de más cuenta con quienes tenía que enfrentarse nuestro
Capitán. Porque ya es Capitán, es decir, siempre según las
"Ordenanzas" bilbaínas, "Hombre conocido, prudente
y práctico en la navegación; leal, de buenos procedimientos; que
sepa leer, escribir y contar, para dar puntual cuenta y razón, así
del navio y sus aparejos, como de las mercaderías que se cargaren
en él, y gobernarse con prudencia en los casos y cosas que
pudieran ofrecérsele en sus viajes, así en tiempos de paz como
de guerra". Ya es Capitán, grado al que ninguno puede ser
recibido ".sin que haya navegado antes seis años, los cuatro
de marinero y los dos de piloto..." plazos que, con los
espacios intermedios señalados, justamente había venido a
cumplir Icuza.
Ya es Capitán y lo es de tal modo que, según él mismo nos lo
dice, en vista de sus éxitos. « .. .el Gobernador don José
Solano, de acuerdo con el Factor Principal de la Compañía, puso
otra balandra más a sus órdenes.
Con tan pequeñas fuerzas —
sigue diciendo —, apresó en la primera campaña (la del año
1766) 14 embarcaciones; en !a segunda (1767) 13 hacia el río
Guarapiche, y en la tercera (1768) 11, y entonces fue cuando le
honró la piedad del Rey con el grado de Alférez de Navio de su
Real Armada ».2 Con este título fue efectivamente graduado en 10
de octubre de dicho año de 1768 « ... en atención a sus
servicios y al mérito con que se distinguió en los guardacostas
de Caracas, a representación de los Directores
Con el año siguiente de 1769 se inicia un paréntesis en las
actividades corsarias de Icuza cuya causa ignoramos. Desde luego,
hubo una temporaria separación del servicio a la que luego nos
referiremos más concretamente. Por el momento sólo diremos que
durante los años 1769 y 1770 su nombre no aparece activamente
vinculado a las presas que durante esos años realiza la Compañía,
aunque bien podemos ofrecer un documento que si no presenta fecha
ni firma, bien claramente se ve que es suyo porque del contexto,
sin lugar a dudas, se deduce la personalidad del autor de la
"Noticia..." que a continuación ofreceremos íntegra,
lo mismo que la fecha que se saca ser de 1769 de unas palabras que
en dicha "Noticia..." pueden leerse sobre la "...
práctica y conocimiento adquirido •por el espacio de doce años
en los guardacostas en la Provincia de Venezuela..." Dice así
el interesante informe:
« Noticia individual del origen y modo con que se hace el
contrabando (con las islas fronteras extranjeras) en la dilatada
Provincia de Venezuela cuya jurisdicción, desde la Trinidad de
Barlovento hasta la ciudad de Maracaibo, consiste en doscientas
leguas de distancia de Este al Oeste.
»Las islas Tabaco, Granada,
Martinica, Dominica y Guadalupe tienen sus trapiches o ingenios
para beneficiar el azúcar, cuyo trabajo y el de las haciendas se
hace con muías, de las cuales, indispensablemente, se surten de
la Tierra Firme, Provincia de Venezuela, ya llevándolas por los
españoles o ya por los extranjeros del modo siguiente:
» Salen de dichas islas
balandras cargadas de ropas y caldos y van a la costa de Paria, a
los puertos de San Juan, Carúpano, Río Caribe, San José,
Esmeralda, Chacopata, islas de Coche y Coagua y Macanao (en la
isla Margarita); luego que llegan a cada puerto de los referidos,
dejan en tierra un hombre con la factura de la carga, para
negociar su venta en cambio de muías, reses o ganado lanudo,
quedando la balandra a la mar, en distancia de poder ver la señal
que acostumbran hacer de noche y con candeladas en el monte,
tanto para que pueda acercarse para descargar y tomar carga,
cuanto para alejarse por estar los corsarios a la vista.
» También suelen ir dichas
balandras dentro de las bocas de Drago a los caños de Teresén y
otros del río de Orinoco y el puerto de Macure, de donde sacan muías,
reses y carey que benefician los indios de aquellos parajes.
» En los referidos puertos de la
costa de Paria hay cierto número de lanchas grandes con el
pretexto de pescar, las que se emplean en extraer, en cada una de
ellas, diez y doce muías o cien carneros a la isla de Tabaco y
Granada, regresando con ropa, aguardiente, lonas, jarcia y clavazón,
cuyo depósito es la ciudad de Cumaná.
»El beneficio que resulta al
extranjero y español en el negocio de sus cambios es lo
siguiente:
El extranjero que compra cada muía
en la tierra firme le cuesta diez, catorce y diez y ocho pesos y
los vende en las islas a treinta, treinta y cuatro y treinta y
siete, y si es en cambio de ropa y guardiente, gana en la venta y
en la compra de ropa o aguardiente, en cuyos renglones le queda de
beneficio quince o veinte por ciento de no comprar en la tienda.
» Las islas españolas (inhabitadas) Los Testigos, Los Hermanos,
la sola Tortuga, Isla de Aves, Isla Blanca, Orchila y Los Roques,
sirven a Jos ingleses y franceses para la pesca de la tortuga, en
las cuales hay cierto número de pescadores con barracas y
corrales, manteniéndose con víveres que cada mes les lleva una
balandrita, y aun plata fuerte, negociados por los pescadores españoles
en cambio de ropa y aguardiente. » La isla Bonaire, holandesa,
les sirve para depósito de sus géneros y caldos, así como para
los frutos que se extraen de la tierra firme, del modo que abajo
se expresa.
La isla Curazao que es tan estéril,
que ni aun tiene leña ni agua sino de los casimbres y pozos de
agua del cielo, se halla tan surtida de todo cuanto carece, por la
inmediación de quince leguas que dista de la tierra firme, cuya
travesía hace toda lancha, piragua y canoa.
» En dicha isla entran todos los
meses desde Europa seis, ocho y diez urcas holandesas cargadas de
ropa y aguardiente y regresan con cueros, cacao, tabaco y azúcar.
> En cada casa de las
correspondientes de este giro hay cuatro y seis goletas de seis y
ocho cañones, que, tripuladas con cincuenta y sesenta negros (los
más esclavos de dichas casas), salen cargados de ropa y
aguardiente y hacen escala en la isla Eonaire en donde dejan
almacenada la mitad de la carga (tanto por la estiba del mayor
andar de los barcos, cuanto por ser menos la pérdida, en caso de
ser tomados por los corsarios) y siguen con lo restante a la costa
firme a los puertos de Santa Fe, Rincón, Playa Colorada, Isla
Borracha, Morro de Barcelona, Islas de Píritu, río de Cupira,
Carenero, Puerto Francés, Chuspa, Naiguatá, Caraballeda, Macuto,
Arrecifes, Chichiribichi, Puerto de la Cruz, Chuao, Aroa, Cata,
Ocumare, Patanemo, Borburata, Alpargaten, Tucacas y Yaracuy; luego
que llegan a cualesquiera puerto de los relacionados, dejan en
tierra un hombre con la factura y orden de negociar la venta de la
carga en cambio de cacao, cueros, tabaco o plata fuerte, quedando
fuera la goleta, del mismo modo que las balandras en la costa de
Paria.
En muchos de los ya dichos
puertos hay lanchas pescadoras, piraguas y canoas grandes para la
conducción de frutos a La Guaira y Puerto Cabello y éstas suelen
extraer dichos frutos para Curazao y aun plata fuerte en la que
ganan treinta y dos y treinta y cuatro por ciento, regresando con
géneros y aguardiente.
» También hacen dicha extracción
las balandras y goletas que hay en la Margarita, Cumaná,
Barcelona, Guaira y Puerto Cabello, regresando con ropa,
aguardiente, alquitrán, brea, lona y jarcia.
Salen de Curazao todos los días
infinidad de guairos y goletitas por leña, gallinas y pavos a la
costa firme, asi como muchas balandras cargadas de ropa y
aguardiente a los puertos de San Juan, Cayos del mismo nombre,
Aricula, inmediaciones de la ciudad de Coro, Puerto Escondido,
Taques, Golfe-te y hasta las inmediaciones de la ciudad de
Maracaibo; dichas balandras suelen depositar la mitad de su carga
en la isla Horua que dista de la costa firme ocho leguas, por la
misma razón que las goletas en la isla Bonaire, regresando a
dicha isla al finalizar el total de la venta de las cargas.
» De la ciudad de Coro y sus
inmediaciones hacen la misma extracción de muías y ganado a la
isla Horua en guairos y balandritas que de Puerto Cabello y La
Guaira a Curazao.
» Todos los años salen de
Curazao expediciones de mucha consideración (por su valor) en
cuatro y seis balandras de doce y catorce cañones tripuladas por
ochenta y noventa hombres, para las inmediaciones de Bahía Honda,
Río del Hacha, Santa Marta, Cartagena y Puerto Belo, regresando
dichos caudales en convoy de las referidas balandras por ciertos
meses del año.
» También salen del referido Curazao muchas balandras de doce y
catorce cañones a la costa del sur de la isla de Puerto Rico a
los puertos Caja de Muertos, Guanica, Añasco, Cabo Rojo, Rincón,
Mayaques y Aguada de San Francisco de donde regresan con tabaco,
café, palo, guayaquil y otros palos de tinte, pero a dicha isla
frecuentan más los de Estasio, Santa Cruz, San Cristóbal,
Antigua y San Martín, por la proximidad de sus islas.
> Esta relación tan ciscunstanciada y verdadera se debe a la
práctica y conocimiento adquirido por el espacio de doce años en
los guardacostas de la Provincia de Venezuela, en cuyo tiempo se
han hecho más de cuatrocientas presas1 de todas las naciones,
tanto en la referida provincia, cuanto en la isla de Puerto Rico y
parte de la costa de Cartagena, entre las cuales algunas tomadas a
las inmediaciones de Bahía Honda, eran inglesas, de Jamaica, con
carga de ropa, aguardiente, fusiles, balas, pólvora, sables,
machetes y cuchillos, con veinte y treinta indios e indias de la
edad de ocho años hasta doce, confesado por los mismos ingleses
haber tomado en Bahía Honda en cambio de dichas armas para hacer
uso de ellos como de los negros esclavos. Se desea pueda servir
esta relación de alguna utilidad para las serias providencias que
se puedan tomar a fin de exterminar un ramo que tanto perjudica al
Real Erario y al comercio >.B
5 — Comandante del corso de la
Real Compañía Guipuzcoana. Combates
Probaba bien Icuza con esa "Noticia" el perfecto
conocimiento que de las actividades de los contrabandistas en las
costas de Venezuela tenía lo que, junto a su valor y pericia, lo
constituían en el mejor celador del contrabando por estos mares
en ese turbulento período. Nada de extraño tiene, pues, armaron
en Curazao, por un esfuerzo particular y providencia
extraordinaria, dos crecidas y famosas balandras para exterminarle
y quemarle. Salieron de dicha isla el 10 de Mayo de 72, se dejaron
ver el 11 en la punta de Macolla, se acercaron a los nuestros y
rompieron el fuego. A un gran golpe de música, se trabó una acción
muy reñida, con el más vivo fuego de cañón, pedrero y fusil
que duró, desde las 9Vá de la mañana hasta las 6 de ¡a tarde,
a cuya hora hicieron fuga, libertándose por su mayor vela, a
causa de estar limpias dichas balandras y muy sucias las nuestras.
* A los pocos días después,
recaló en las costas de Puerto Rico; avistó un bergantín inglés,
le dio caza y le apresó. A los cañonazos, aparecieron más de 20
embarcaciones de varios puertos, juntáronse y formaron escuadra
seis de ellas, a saber: un bergantín inglés de 16 cañones, 3
balandras holandesas de a 12 y 10, y dos goletas dinamarquesas de
a 10 y 8, las cuales fueron sobre los guardacostas con música.
Las aguardó Icuza con sus dos
balandras y el combate se principió a las 3 de la tarde. Logró
romper la cangreja a la balandra que estaba a la retaguardia, dio
orden a su capitán subalterno para que la marinase como lo hizo,
y siguió, solo, a las otras cinco embarcaciones con ánimo de
abordar al bergantín, pero éste huyó luego que reconoció la
maniobra. Entonces se acercó Icuza a la balandra de 12 cañones y
se mantuvo batiéndola hasta las dos de la mañana que le rompió
el palo de la suya de un balazo. No obstante, al día siguiente
apresó una balandra dinamarquesa *.*
Estos dos combates están con más
detalle narrados por el propio Icuza en el siguiente documento:
« CARTA. — Señor, En fuerza de mi obligación, participo a V.S.
que, habiendo salido del puerto de este valle, el día diez y seis
del último abril, con las dos balandras "Aranzazu" y
"Prusiana" de mi comando, recorrí la costa de Sotavento
hasta el Saco de Maracaibo y pasé a las islas de Barlovento, con
tanta felicidad, que en treinta y cinco días de corso, he
conseguido hacer las catorce presas de bergantín, balandras y
goletas que constan del adjunto estado que también explica su
fuerza, carga y nación. Y me parece que, por algún tiempo,
quedan bien escarmentados los que en el trato furtivo se emplean,
a vista de que, en una campaña tan corta, se ha logrado el éxito
que no se esperaba antes sino, como posteriormente he entendido pública
y constantemente, la más infeliz ruina de la gente y balandras
con que salí. Esta hacía persuadir el fuerte armamento que de la
isla de Curazao salió de intento contra mí, consistente de dos
balandras de a doce y catorce cañones, montadas con ciento y
veinte y seis hombres la una y ciento diez la otra al cargo del
famoso Cías Gómez que fue de comandante de ambas, con el fin de
quemarme o echarme a pique, porque se había extendido en aquella
isla el buen éxito que había logrado la expedición a que
destaqué a los tenientes don Francisco Javier de Jauregui y don
Ignacio Barrena al Golfete, con una de las goletas presas y una
piragua, por no poder yo entrar con mi balandra, y la del cargo
del capitán don Joaquín de Mendizabal en aquella mar baja y
haber estos prudentes oficiales conseguido, cumpliendo mis
instrucciones y órdenes, cinco presas que la de menos fuerza tenía
tanta como la goleta por mí despachada.
Como en efecto se intentó, a
todo riesgo el que se verificase la mayor fatalidad el día seis
del presente en el que avisté a las dos balandras en la punta de
Macolla al embocadero del Guaranao, a tiempo que se hallaba sin la
menor noticia de la expedición que en pleno consejo se había
deliberado en Curazao, falto de mucha parte de la gente de las
balandras de mi cargo, porque con ella había tripulado varias
presas y cansada la que tenía. En esta situación, reparé que
las balandras holandesas se acercaban derechamente a donde me
hallaron y, si bien que al principio discurrí fuesen de las de la
carrera del comercio ilícito, advertí muy luego, por sus cascos
que se descubrían, el que no tenían carga. Esto, junto con lo
flamante de su carena que se hacía patente a la vista, la alegría
de la música que traían, con mucho orgullo y algazara, y mucha
pintura en los cañones, me hicieron recelar prudentemente fuese
despacho que se hubiese hecho contra mí, resentidos del suceso
del Golfete y acordándome que reviviría en los holandeses aquel
dolor tan grande que ahora cuatro años 1768 les hice causar con
el corso con más de cuarenta presas que adquirí de ellos y de
otras naciones en los mares de esta Provincia y en los inmediatos.
Con cuyos antecedentes me previne, con la presteza que requería
la necesidad, de que no se hiciese en nosotros un estrago
irremediable de que podían seguirse las fatales consecuencias que
se dejan inferir y las alcanza la superior inteligencia de V.S. y,
por lo mismo, hice junta con el capitán don Joaquín de
Mendizabal, dándole las órdenes que me parecían convenientes,
no sólo para una defensa, sino también para un abordaje. En
efecto, salieron puntualmente mis discursos, pues, desde luego,
afirmando con un cañonazo su bandera, los holandeses nos entraron
con una furia increíble de tal manera que, habiéndonos
descargado ambas balandras la primera carga cerrada, se prevenían
para la segunda con nuevo ímpetu, a vista de lo cual y porque no
se envaneciesen con nuestro silencio y falta de correspondencia
que procuré se tuviese con el fin de guardar la gente hasta la
mejor coyuntura (objeto primario que tengo en mis operaciones marítimas),
me metí con mi balandra en medio del fuego de las dos holandesas,
animando a la gente al honor de la nación, no ya mirando aquel
forzoso lance como de utilidad que podía resultar, sino como
gloria de !as armas del Rey y de su Real Compañía Guipuzcoana. Y
don Joaquín de Mendizabal, capitán de la balandra la
"Prusiana", hizo también las más extraordinarias
diligencias de conmover su gente a vista del estrago que nos
amenazaba sin remedio, siéndola de nuevo incentivo la discreta
conducta y eficacia del valor que respira este digno oficial. En
este estado y con la gente alerta, esperé a la segunda descarga
de la balandra de más fuerza presentándole el costado de la mía
porque no se persuadiese la arrogancia holandesa a que nos acompañaba
temor por estar en el estado de cuasi indefensos, que ellos no lo
ignoraban, y luego que la hubo efectuado, arribé sobre ella con
toda diligencia, por ver si echándola el tarro, podía abordarla,
en la consideración de que, rendida ésta, también rendía la
otra su compañera por ser de menos andar. Pero mis deseos de
escarmiento no lograron el fin, cuya idea habiéndomela don Joaquín
de Mendízabal conocido, con la balandra roja que echamos, sin
duda temieron tanto que se retiraron tomando el barlovento, con
conocimiento de su andar que era superior al nuestro, por lo que
viendo frustrada mi intención, reduje la acción a un destrozo
con artillería y fusilería con que logramos que no se perdiese
de nuestras descargas ni un solo tiro, en tanta manera que se
repara que su famoso comandante Cías Gómez cayó, al parecer
muerto, sin que su gente después se atreviese a manifestarse
sobre el combés y consiguientemente ejecutaron una y otra
balandra holandesa precipitada fuga, después de cinco horas y
media de combate, quedando castigada la arrogancia con que
salieron de Curazao. Resultando de todo esto un ejemplar que me
parece no tiene igual en esta Provincia desde la erección de la
Real Compañía Guipuzcoana en ella, y esto mismo me persuado que
en lo sucesivo sea el que contenga la desmesurada satisfacción de
los capitanes de barcos de ilícito trato de Curazao en estos
dominios, en la que no han sido la menor parte los créditos del
expresado Cías Gómez y de un teniente de la balandra su compañera
que hizo fuga del presidio de La Guaira y, al parecer, se metió
por empeño en la expedición relatada. Después de esto, pasamos
a la isla e inmediaciones de Puerto Rico y, a los días once y
trece del corriente, apresamos un bergantín inglés y dos
balandras dinamarquesas de diez y doce cañones, que no dejó de
costamos un recio combate, porque habiendo hecho junta un bergantín
de diez y seis cañones montados, dos balandras de a diez y tres
goletas de seis, ocho y diez con porfiado acometimiento que juntos
nos hicieron, pretendían despojarnos de un bergantín apresado en
aquella costa, pero, gracias a Dios, salimos con el honor
correspondiente a no dejar las armas reales, obligándolos a
vergonzosa fuga.
»En estas acciones se ha portado con extraordinario esfuerzo y
honor el capitán don Joaquín de Mendizabal, y los subalternos
con mucho honor y igualidad, así como en sus ministerios los
escribanos, cirujanos y tripulaciones de las dos balandras de mi
mando. Y yo no puedo, en fuerza de mi obligación, dejar de poner
esto en la consideración de V.S. para las piadosas favorables
resultas a favor de estos beneméritos.
• Dios guarde a V.S. muchos años,
como deseo. Ocumare de la Costa, veinte y uno de mayo de mil
setecientos setenta y dos años. Besa la mano de V.S. su más
rendido subdito. Vicente Antonio de Icuza. Señor Gobernador y
Capitán General Don José Carlos de Agüero ».J
Juzga Icuza que el éxito de
estas "funciones" le autoriza a esperar una nueva
distinción y ascenso y, en consecuencia, acompaña a la anterior
carta, ésta que sigue, dirigida como la otra al Gobernador y
Capitán General de Caracas Don José Carlos de Agüero:
Señor Gobernador y Capitán General: Señor. Don Vicente Antonio
de Icuza, Alférez de Navio de la Real Compañía Guipuzcoana en
esta Provincia, a la obediencia de Vuestra Señoría con el
respeto y subordinación que debe: dice que la piedad del Rey,
nuestro señor, (que Dios guarde) se dignó de honrarle con el
grado que hoy goza de resultas de varias funciones que tuvo en
estas mares con las embarcaciones del trato ilícito; y habiendo
tenido en el mes de mayo de este año dos combates: el uno con las
embarcaciones armadas de intento en Curazao, con el fin de quemar
o echar a pique ias dos balandras con que salió para Sotavento,
logró no sólo defenderse, sino destrozarlas y ponerlas en fuga
que lo consiguieron por su mayor ligereza; y el segundo sobre la
costa de Puerto Rico con siete embarcaciones armadas de las que
apresó tres y se huyeron las demás; cuyos hechos y el haber
conseguido en la corta campaña de treinta y cinco días coger y
varar catorce embarcaciones de trato ilícito que se justifica por
las declaraciones judiciales que se han tomado, a pedimento del
Factor Principal de dicha Real Compañía, de que parece ha puesto
en manos de vuestra señoría un testimonio, y atendiendo a que
los citados armamentos, reencuentros y combates no han tenido
ejemplar semejante en esta costa, y el valor y conducta con que se
ha procedido en ellos, como a vuestra señoría le es tan notorio:
» A vuestra señoría suplica se
digne informar de todo lo acaecido a Su Majestad para que, si
fuere de su Real agrado y usando de su Real clemencia, quiera
dignarse dispensarle el honor de la gracia del grado que tuviere a
bien, en continuación de los benignos efectos que mereció de su
Real piedad con igual ocasión.
Favor que espera merecer de la
notoria integridad de vuestra señoría s.
Aunque en esta petición en que Icuza aboga por su ascenso la
exposición de méritos se limita a los suyos propios, no olvida
los que corresponden a sus subalternos que tan eficazmente
secundaron su acción, y para los que pide también, tras los
particulares elogios que hace de varios de los principales de
ellos, los premios que estima que en justicia les corresponden.
Esto se verá mejor y con más
detalle en el Informe que el Factor Principal, don José de
Amenabar eleva a sus superiores, detallada relación de los hechos
a la que acompaña otra "Relación..." de la misma fecha
en que se da aun mayor especificación en cuanto a las presas
cogidas, la fecha de la captura, paraje en que se verificó la
misma, nombre de la embarcación, naturaleza y calidad, etc., etc.
Al final del "Informe" puede verse como el Factor
Principal insiste en "el nuevo mérito de este oficial para
que siendo de su Real agrado — según la representación que
estima que la Compañía debe elevar — se le considere el grado
a que tenga a bien promoverlo.
Dice así el informe de don José
de Amenabar:
«Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Informe de las presas
hechas por el Comandante de los guardacostas D. Vicente de Icuza y
de los sucesos de la última campaña del Corso de las dos
Balandras Aranzazu y San Antonio. Muy Señor mío: Habiendo salido
el Comandante de Guarda Costas D. Vicente Antonio de Icuza a la
costa de Sotavento con la premeditada idea de hacerse de una o dos
balandras con que se pudiera poner en planta el corso sobre el
nuevo plan, de que tengo noticiado a V.S. consiguió coger tres, y
hacer varar y quemar ocho: dichas tres embarcaciones despachó a
Maracaibo como a puerto de Sotavento más inmediato, y en su barra
tuvo una la desgracia de perderse, sin que cogiese ésta a los
siete hombres que la conducían. Las otras dos llegaron felizmente
al mismo puerto.
Después que cogió en el saco de
Maracaibo una balandra, goleta y guairo se le metieron en una
ensenada, tres goletas y una balandra, y no hallando dicho
Comandante modo de cogerlas, pensó el de armar la goleta y el
guairo, dando su mando a D. Francisco Xabier de Jauregui y D.
Ignacio Barrena, y se logró tan a satisfacción este intento por
el valor, conducta y ardimiento de estos dos jóvenes, que, sin
embargo de tener la menor de dichas embarcaciones más armamento y
gente que las suyas, les fueron a bordo a las dos primeras, y las
cogieron; y las demás, en su vista, tiraron a varar soltando las
amarras. Desembarcóse la mayor parte de nuestra si se omite esta
tan precisa diligencia, repetirán armamentos semejantes o
mayores; y como no siempre la fortuna se manifiesta propicia ,podrá
suceder lo contrario que esta vez, y entonces no habrá quien les
quite de la costa.
Después, sobre Puerto Rico,
tuvieron dichas dos balandras otro combate, cuando no tan crudo
como con los holandeses, a lo menos más temibles de peores
resultas al entrar en ella; cogieron, no obstante, un bergantín,
una balandra mayor que las nuestras y un columpo grande que todos
llegaron felizmente a Puerto Cabello en donde se está carenando
!a segunda para salir, con las dos nuestras, a campaña, y aunque
dieron caza a las demás, se les desaparecieron después que
anocheció, y porque en dicha relación se hace la suficiente de
este segundo combate, excuso molestar la atención de V.S. con
repetirla en ésta.
Incluyo a V.S. para su
inteligencia los oficios de dicho Icuza que tratan del combate, y
de la solicitud que hace a fin de que, con respecto a lo bien que
se portaron en él, se les atienda para que V.S. disponga lo que
fuere de su agrado.
» V.S. siempre generoso en gratificar a los que le sirven con
honor, no consideró bastante premio el que a D. Vicente Antonio
de Icuza le concedió de Capitán de sus navios, sin embargo de
ser lo sumo que pudo darle en la carrera que sigue en su servicio,
por el mérito contraído en sus primeras campañas, y se extendió
a solicitar de S.M. ía gracia de grado de alférez de navio de su
Real armada que obtuvo.
» Entonces cogió más presas, pero no tuvo los lances, no sólo
de venir de intento a buscar, pero ni de oposición como en esta
ocasión: última prueba de su valor y conducta.
» Si entonces, por muestra o preludio, (que así se puede llamar)
de lo que ha manifestado ahora, mereció de V.S. buscar por fuera
modo de recompensar su servicio, espero de la prudente consideración
de V.S. que continuando los mismos pasos, se dignará atenderle en
lo que pueda por sí, y dirigir a S.M, la correspondiente
representación manifestando el nuevo mérito de este oficial,
para que, siendo de su Real agrado, se le considere el grado a que
tenga a bien promoverlo.
»Nuestro Señor guarde a V.S. muchos años. Caracas, 21 de julio
de 1772.
" Besa la mano de V.S. su más seguro servidor
José de Amenabar (rubricado) «-1
A continuación insertamos la
"Relación..." citada que reza como sigue:
» Relación de las embarcaciones del trato ilícito que las dos
balandras guardacostas nombradas "Nuestra Señora de Arati-zazu"
y "San Antonio", de la Real Compañía Guipuzcoana de
Caracas, del comando de D. Vicente Antonio de Icuza, han apresado
y forzado a varar y perderse, desde el día 20 de abril de 1772 en
que salieron de los cayos de San Juan para la costa abajo hasta el
saco de Maracaibo y después de su regreso sobre la costa de
Puerto Rico, a saber:
Meses Dios Parajes en que se apresaron Naturaleza y calidad
Abril 21 Santa Crus ............. 1 balandra holandesa
> 22 Punta de la Salina ...... 1 guairo holandés
23 Frente a Los Taques ... 1 goleta holandesa
» 23 Frente a Los Taques ... 1 balandra española
> ¿í Frente a Los Taques ... 2 ídem holandesas
> 07 Golfete . ............... 1 ¡dora, idtm
» 27 Gulfete ................. 3 goletas holandesas
• 28 A 5 leguas de Los Taques.. 1 balandra holandesa
Mayo 11 A dos leguas de Ponces, en
Puerto Rico .......... 1 balandra dinamarquesa
» 11 ídem idpm ............. 1 bergantín inglés
> 12 Guanica en dicha isla ... 1 balandra dinamarquesa
Meses Días Nombre de las embarcañoncs Caryazfin
Abril 21 Se ignora ............... Palo de tinte
> 22 ídem ............. ..... Vacío
• 23 Esperanza. ......... ... ídem fletera de muías
» .23 San Josó. ............... Con yerba para muías
> 21 Se ignora............... Palo de unte
' 27 ídem.......... ....... ídem y pocos géneros
• 27 Se ignora ............... Cacao, palo y ropa
• 28 ídem................... Palo y ropa
Mayo 11 La Industria ............ Palo de mora
> 11 El León ................ ídem y poca ropa
> 12 El Águila .............. Tabaco, cuero y ropa.
Después de esta función,
siguieron barloventeando hasta la cosía de Puerto Rico, para
coger la de esta Provincia, y el día 11 de mayo avistaron un
bergantín, a las siete de la mañana, en dicha costa, por su
barlovento: le dieron caza hasta las 4 de la tarde en que lo
apresaron. Cuasi en el propio acto, se hicieron a la vela del
puerto de Ponce en dicha isla una balandra de diez cañones, diez
pedreros y dos morteros con 25 hombres de tripulación, otra de
igual fuerza y 20 hombres, otra de la misma y 25 hombres, otra de
8 cañones, otros tantos pedreros y 18 hombres y otra de 6 cañones,
10 pedreros y 18 hombres. Al mismo tiempo se descubrió un bergantín
inglés de 16 cañones coronado de pedreros, hasta en sus cajas,
con 60 hombres de tripulación. A éste le pidieron socorro todas
las demás con sus banderas enrolladas y un cañonazo de cuando en
cuando; correspondió a la seña y arribó a favorecerlas.
Se pusieron todos en línea de
combate y, después de repetidas viva el Rey, se dejaron caer
sobre nuestras dos balandras dándoles por turno su carga cerrada,
y en vista del vivo fuego con que les correspondimos y la maniobra
de irle a bordo al bergantín, largó éste todo su aparejo y se
puso en huida; así como a todas las demás dieron caza a las que
estaban con menos barlovento y cogieron a las 6Vá de la tarde la
balandra de diez cañones nombrada El León. Siguieron dando caza
a otra hasta las dos de la madrugada, en cuyo intermedio fue
alijando cuanto tenía para facilitar su huida y viendo que no se
le podía alcanzar, tiraron la vuelta de tierra. Duró esta función
hora y cuarto en cuyo tiempo tenían 14 embarcaciones a la vista,
al parecer del trato.
En el combate con los holandeses
tuvo la Aranzazu cuatro heridos y la San Antonio dos muertos y
tres heridos en el segundo sobre Puerto Rico. La Aranzazu cinco
heridos de los que murió uno. Caracas, 21 de julio de 1772.
José de Amenabar (rubricado) ».*
El Informe y la Relación del
Factor Amenabar a los que acompañaba naturalmente, el
correspondiente expediente en que, junto a la declaración de
Icuza sobre las citadas batallas, figuran las declaraciones de
Joaquín de Mendizabal, capitán de la balandra "San
Antonio", alias "La Prusiana", los de Francisco
Javier de Jauregui y Manuel de Urtesabel, primero y segundo
Tenientes, respectivamente de la "Aranzazu"; el de
Ignacio de Barrena, segundo de "La Prusiana" y los
contramaestres y escribanos de ambas embarcaciones corsarias,
llegaron a la Junta General de la Compañía que reunida en
Madrid, el día 30 de octubre de 1772, tras de ponderar los méritos
de Icuza, acordó dirigirse al Ministro Don Julián de Arriaga,
pidiendo solicitara del Rey una mayor graduación para el valeroso
y capaz Comandante. Esta solicitud confirmó, decisivamente, la
que Icuza vimos había interpuesto, por conducto del Gobernador y
Capitán General don Carlos José Agüero, a quien fue cursado el
siguiente despacho:
" En fuerza de lo que Vuestra Señoría expuso en 18 de Julio
de este año acerca del mérito y servicios contraídos por don
Vicente Antonio de Icuza, graduado de Alférez de Navio y
Comandante de los guardacostas de la Keal Compañía Gui-puzcoana;
ha venido el Rey en concederle el grado de Teniente de Fragata, y
de su Real Orden remito el adjunto despacho de esta gracia para
que disponga su entrega a este interesado.
> Dios guarde, etc.
> Madrid, 18 de Diciembre de 1772.
» Sr. Don Carlos José Agüero >.
La tramitación había sido rápida, según nos podemos dar cuenta
por la siguiente anotación:
< Fecho por marina el despacho del grado de Teniente de
Fragata, principal y duplicado, en 9 de Noviembre de 1772: remitióse
a Cádiz para la toma de razón y devuelto, se le entregó a la
Secretaría de Indias, hoy 18 de Diciembre de 1772 ..'
Sin dilación alguna debió de salir el despacho en uno de los
primeros navios que, después de la expedición de aquél,
zarparon de la Península rumbo a Venezuela, puesto que ya, a
mediados del siguiente marzo, estaba en manos de Icuza, según nos
lo hace constar la siguiente comunicación del Gobernador Agüero
al Ministro Arriaga:
« Excelentísimo Señor: Muy Señor mío. Con la Real Orden de 13
de diciembre último, he recibido el Real Despacho en que la
piedad del Rey ha concedido al Alférez de Navio don Vicente
Antonio de Icuza grado de Teniente de Fragata, el que entregué
inmediatamente al interesado, como lo previene vuestra excelencia.
> Dios guarde a vuestra excelencia felicísimos años como
deseo.
» Caracas, 20 de Marzo de 1773
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