JOSÉ
DE AMENABAR
UN
FACTOR PRINCIPAL
El hombre de la Compañía.
Nos es familiar la clara letra del Factor Principal de la Real Compañía
Guipuzcoana, don José de Amenabar. Letra clara como, sin duda, lo era
su espíritu, rápido en captar y presentar la verdad o, en el peor
caso, la mayor apariencia posible de verdad, en defensa de los intereses
que le estaban encomendados. Cierto que, la mayoría de las veces, los
expedientes del Archivo General de la Nación no nos dan otra cosa sino
una machacona repetición de las causas de contrabando en las que la
variedad y el interés poco pueden resplandecer. Pero, no faltan
ocasiones en que el espíritu de nuestro Factor tenía que ponerse en
tensión, y no faltan tampoco entonces a su pluma ni fluidez en la
expresión, ni hondura en el concepto, ni fuerza en el argumento
presentado.
Un ejemplo de estas
intervenciones de Amenabar lo encontramos en el debate sostenido en la
junta de 1774, en la que, el representante del Cabildo, pedía un nuevo
aumento en los precios del cacao apoyándose, principalmente, en razones
de escasez (150).
(150)
A. G. N. Diversos. Año
1774. Tomo XLV.
En el escrito
presentado al Gobernador por Amenabar, entra éste directamente al
argumento del adversario diciendo: "Si el Diputado logra probar su
aserto, será la primera vez que se haya visto probado un imposible, que
no es otra cosa que el empeño de probar pérdidas y escaseces de cacao
en un año, en que se ha extraído más cacao que en ninguno de los ocho
anteriores, sin que hayan aparecido nuevas haciendas desde el año
pasado, ni haya dejado de gastar esta Provincia, lo que de ordinario
suele consumir". Añadiendo, a continuación, que demostraría
"por las extracciones de cacao (que es lo que no tiene réplica)
que no sólo no ha habido escasez, sino mas abundancia que en ninguno de
los cuatrienios desde el año de cincuenta acá. Y pasando después a
varias reflexiones, haré ver que las desproporcionadas alzas, que con
irregular empeño soliciten los Diputados de Feria, tan lejos están de
ser útiles a la Provincia, que antes bien impiden sus adelantamientos,
y tiran a la destrucción del comercio de ellas, con un daño actual y
futuro de sus habitadores".
Pasa, a continuación,
a presentar certificación dada por los Oficiales Reales y que abraza el
ramo de diezmos, desde el año de mil setecientos cincuenta hasta el de
mil setecientos sesenta y nueve y da la correspondiente a las
extracciones del año 1773, por el que consta, que salieron ese año,
por legítimo registro, sesenta y cuatro mil cuatrocientos ochenta y dos
fanegas, setenta y tres cuartas libras de cacao, para después de otras
precisiones, terminar diciendo concluyentcmente : "La prueba real
de la abundancia o escasez de frutos en cualquiera país, la dan sus
extracciones: sólo por ellas, es por donde con seguridad y sin
falencia, se descubre el estado de sus cosechas, porque, si éstas han
sido cortas, no puede salir mucho, ni poco habiendo sido abundantes y
habiendo quien las extraiga".
La certificación
segunda que presenta, también extraída por los Oficiales Reales,
demuestra que en los dos últimos años de 1772 y 1773 se extrajeron más
porciones que en cada uno de todos los 10 años anteriores, con lo cual,
demuestra que no hubo escasez y
refutado así el argumento básico del Diputado de Feria, pasa Amenabar
a hacer otras interesantes consideraciones.
Se refiere a la R. O.
citada por el Diputado, según la cual SJM. encarga que se señale al
cacao en la Feria algo mayor precio que el corriente, y hace ver que
esta B. O. habla del caso en que se advierta escasez de cosechas, cosa
que no sucede, según lo acaba de demostrar.
Habla del precio
siempre menor que regía fuera de la Factoría, porque aquél se pagaba
en plata, y el de la Factoría, parte en la misma especie y otra en géneros,
cuando los caudales de ella no alcanzaban a pagar todo lo que se le traía
a vender; pero este,estado de cosas ha variado, dice, y hoy el precio de
los particulares es el mismo que el de la Factoría, "y no puede
ser menor porque se recibe en ella a dinero cuanto presentan, porque,
habiendo variado el método de las ventas, a proporción que se han ido
creando mercaderes de caudal y crédito, para poderlas hacer sin largas
demoras en la cobranza, hay caudales de sobra, para pagar en plata, todo
el cacao que traen a ella. Privados por esta razón, los particulares de
aquella ventaja que les daba su plata... se ven precisados... a buscar
la preferencia por medio de la salida de precio, y así lo están
haciendo, como es público y notorio".
Advierte, a
continuación, cómo el año de mil setecientos cincuenta, "después
de maduro examen del costo de la agricultura del cacao y del valor de
los efectos de Europa, se establecieron precios fijos al cacao de doce
pesos, y a los géneros de Europa, los que hay que constar de la tarifa.
Esta permanece inalterable, no obstante, haber subido en Europa
generalmente los efectos comerciales, veinte y cinco por ciento, según
el cálculo más prudente, pero el cacao ha subido hasta diez y seis
pesos, que no es menos de treinta y tres tercio por ciento. De manera,
que si en el año de mil setecientos y cincuenta quedó (como se debe
suponer) en la debida proporción y balanza de esta Provincia, en el día,
por las continuas batallas de los Diputados de Feria, se ha faltado a
aquella justa proporción, y se ha inclinado la balanza a favor de esta
Provincia, con el peso ventajoso de cincuenta y ocho y tercio por
ciento: los veinte y cinco por lo que han subido en géneros de Europa,
y no exige la Compañía, y los treinta y tres y tercio por lo que ha
subido el cacao y exige la Provincia".
Se refiere después
al importante punto del consumo de cacao dentro de Venezuela, diciendo
que: "En esta Provincia...
se consumen treinta o
treinta y cinco mil fanegas de cacao, y es cálculo bien moderado. Se
hace, como lo denota esta suma, tanto uso de este fruto que, sin
ponderación, es alimento de primera necesidad para grandes, medianos y
menores. Preséntanse aquí las carestías de este fruto, en los
intermedios de cosechas con no menos fuerza que si no hubiese haciendas
de él. Todos sienten la subida del precio ordinario y estas alzas
extraordinarias; pero, con la diferencia de que los que hicieren
haciendas de cacao, como es más lo que venden, que lo que gastan,
quedan siempre beneficiados, pero los que no las hicieren, que son los más,
sufren sin desquite la carestía de lo que consumen. De donde se vé,
que en las subidas continuas del cacao, se sacrifica en conveniencia pública
a la particular de los dueños del cacao, resultando en el comercio
interior de la Provincia no menos desorden, que el que se ha visto en el
exterior".
Pero no se limita
Amenabar a este hábil alegato, en el cual los intereses de la Compañía
se hace ver que marchan con los de la inmensa mayoría de la población
de Venezuela, y se lanza a demostrar cómo las alzas del precio del
cacao que, repetidamente son exigidas por los Diputados de Feria, no
hacen sino impedir "el fomento de otras ocupaciones más acomodadas
y propias para la población, y de más verdadera y sólida riqueza de
la Provincia".
En efecto, argumenta:
"Es cosa naturalísima el aplicarse los hombres a aquellas
ocupaciones que les son más útiles y ventajosas, y dejar las que no lo
son tanto. Apenas se conoce cómo hacen los hombres esta graduación y
porque varían tan frecuentemente,
como se ve, sus ocupaciones. Pero, quien observase con algún cuidado
estas variaciones, hallará que no hay mas principio agente que la
abundancia o escasez de las cosas, que naturalmente engendran el alto o
bajo precio de ellas. No necesita el hombre mucha experiencia para
variar o .permanecer. Luego, busca su interés en otra cosa, cuando la
en que se ocupa no le produce lo que necesita y algo más La conservación,
pues, del equilibrio, es efecto natural de la prudente diligencia con
que busca el hombre su conveniencia, y de las pérdidas que la demasiada
abundancia ocasiona en los excesos".
"Esto es lo que
no hay que temer en Caracas, y de que nace el desorden, porque
asegurados los que tienen algún caudal de que, por mucho cacao que
haya, siempre tienen en la Compañía comprador que solo pague a muy
buen precio, y asegurados también de que aunque nos llueva cacao,
aunque no se pueda vender en España ni haya quien lo consuma, nunca había
de bajar el precio, antes ha de tener un Diputado que, a todo trance y
con el nombre del público, ha de solicitar en cada año que se suba de
nuevo, todos se aplican el cacao. En el día se está entablando el
cultivo y perfección del añil, con feliz principio. Esta es una labor
que mantendría mucha gente, quizá más útil a la República que la
que se ocupa en el cacao, y por consiguiente sería una industria
ventajosísima de esta Provincia. Pero, sin embargo, no tengo duda ni me
parece que nadie la debe tener, en que el desproporcionado precio del
cacao ha de impedir este ramo de agricultura e industria. Con el añil
que aquí se trabaje, entrará en el comercio una nueva cantidad, que ha
de hacer bajar el precio actual de este ingrediente en Europa; por
consiguiente, deberá tener aquí un precio muy cómodo el comerciante,
y de lo contrario, no siendo tan útil a los empresarios, éste, como el
que tiene el cacao, no se puede dudar de que quien tenga caudal que
emplear, preferirá la hacienda de cacao a la siembra y labor del añil;
y he aquí cómo la desproporcionada salida de aquél, impedirá el
establecimiento y progreso de éste".
En sus ataques al mal
del monocultivo, pasa Amenabar a expresar lo que "está sucediendo
con el algodón, que apenas hay un rincón donde no se vea una mata de
él. La Compañía ha deseado y procurado su cultura y beneficio; tiene
señalado un precio aún mayor que el que convendría para venderlo
utilmente en Euopa. Pero, ni por esto asi como porque haya tanta gente
ociosa en la Provincia, ni porque en la mayor parte sea ocupación
propia de mujeres, no ha podido conseguir este ramo de comercio, y no
hay más razón sino que la que tienen algún caudal, sólo aspiran al
cacao, como si Dios hubiera negado a esta tierra virtud, productiva para
todo lo que no es cacao".
"Lo mismo sucede
con el trigo, de que quizá produciría mucho esta Provincia, si a su
siembra se aplicaran algunos caudales, sin estar dependiendo de Europa,
como lo está".
"Finalmente, lo
mismo pasa con el azúcar, que aunque la necesidad y gran consumo de
ella asegura venta en dulce y papelón, con todo eso hay tan poca, que
cuesta mas que en España".
Pasa Amenabar a señalar
el peligro de que la política seguida conduzca, a la postre, a la ruina
de las haciendas de cacao. "No ha muchos años, dice, el cacao de
Guayaquil se resistía fuertemente al paladar de los españoles, y con
el tiempo y las continuas salidas del de esta Provincia, va tomando tal
fomento que ya le sigue a ésta muy de cerca. En buena política, este
hecho debía inclinar a los Diputados de Feria a pedir bajas, porque es
una cosa bien sabida que lo barato es lo que mejor sabe, y una vez
acostumbrado al paladar a lo amargo, a lo agrio o a lo áspero, llega a
deleitarse en lo mismo que antes le mortificaba. Pero, no hay que temer
que los Diputados de Feria cedan a esta reflexión que, desde que soy
Factor estoy exponiendo en .las Juntas, como si no hubiera de vivirse más
que la edad presente, como si no tuvieran los actuales hacendados hijos
a quienes dejar sus haciendas, y como si mañana se hubiese de acabar o
prohibir el uso del chocolate, instar por la utilidad presente ni prever
las pérdidas futuras. Discurren al revés de todo el mundo. Aún las
naciones cultas y los particulares más interesados, ponen todo su
conato en sacar sus obras y sus frutos al menos costo posible, para
lograr la preferencia sobre otros competidores y para que el excesivo
precio, no convide a otros el cultivo del mismo fruto o a la misma
industria. Pero, los Diputados de Feria en Caracas no reparan en esto,
aunque es un discurso naturalísimo, y aunque con hechos públicos se lo
están persuadiendo".
Con gran habilidad,
ataca al Diputado de Feria, volviendo a mostrar los intereses de la
Compañía ligados con los de la comunidad, al decir a continuación:
"Yo no extrañaría que cada particular dueño del cacao
pretendiese vender caros sus frutos, porque es natural inclinación al
particular mirar a su ventaja sin considerar la conveniencia del común.
Pero, lo que no se puede menos de admirar, es que un Diputado que va a
la Feria encargado de la procomunal, y, que, aunque sea hacendado de
cacao, la confianza y representación que lleve le constituye en la
obligación de mirar por todos en común, aunque sea contrario en
particular, manifieste tanto empeño en procurar lo que, a lo más, es sólo
bueno para los hacendados y malo universalmente para todos".
Frente a esta
conducta de los Diputados, marca su posición particular de un modo
contundente, al decir que: "El Factor tira su comisión de cuatro
por ciento sobre el valor de lo que compra; y siendo cierto que
comprando treinta mil fanegas de cacao a veinte pesos, le rendirían más
comisión que comprándolos a diez y seis, es evidente que tiene interés
en la subida y perjuicio en la baja, y que, consiguientemente, si
procura ésta y resiste aquélla sólo es por cumplir con la obligación
que S.M. le pone de decir su sentir en la Junta con relación a lo
justo, y no a lo útil".
Volviéndose ahora a
la defensa de la Compañía, reconoce que ésta "tiene perjuicio en
las alzas, porque la subida del cacao dificulta y atrasa las ventas en
España, reduce los consumos y prepara la total pérdida del
comercio". Pero, dice Amenabar, retorciendo el argumento:
"Estos son unos motivos que ligan aún más estrechamente a la
Provincia que dado su conato en sacar sus obras y sus frutos al menos
costo posible, para lograr la preferencia sobre otros competidores y
para que el excesivo precio, no convide a otros el cultivo del mismo
fruto o a la misma industria. Pero, los Diputados de Feria en Caracas no
reparan en esto, aunque es un discurso naturalísimo, y aunque con
hechos públicos se lo están persuadiendo".
Con gran habilidad,
ataca al Diputado de Feria, volviendo a mostrar los intereses de la
Compañía ligados con los de la comunidad, al decir a continuación:
"Yo no extrañaría que cada particular dueño del cacao
pretendiese vender caros sus frutos, porque es natural inclinación al
particular mirar a su ventaja sin considerar la conveniencia del común.
Pero, lo que no se puede menos de admirar, es que un Diputado que va a
la Feria encargado de la procomunal, y, que, aunque sea hacendado de
cacao, la confianza y representación que lleve le constituye en la
obligación de mirar por todos en común, aunque sea contrario en
particular, manifieste tanto empeño en procurar lo que, a lo más, es sólo
bueno para los hacendados y malo universalmente para todos".
Frente a esta
conducta de los Diputados, marca su posición particular de un modo
contundente, al decir que: "El Factor tira su comisión de cuatro
por ciento sobre el valor de lo que compra; y siendo cierto que
comprando treinta mil fanegas de cacao a veinte pesos, le rendirían más
comisión que comprándolos a diez y seis, es evidente que tiene interés
en la subida y perjuicio en la baja, y que, consiguientemente, si
procura ésta y resiste aquélla sólo es por cumplir con la obligación
que S.M. le pone de decir su sentir en la Junta con relación a lo
justo, y no a lo útil".
Volviéndose ahora a
la defensa de la Compañía, reconoce que ésta "tiene perjuicio en
las alzas, porque la subida del cacao dificulta y atrasa las ventas en
España, reduce los consumos y prepara la total pérdida del
comercio". Pero, dice Amenabar, retorciendo el argumento:
"Estos son unos motivos que ligan aún más estrechamente a la
Provincia que sólo, con los auxilios de la Compañía, a su particular
ganancia sin otro dispendio en sus riesgos que los debidos al Soberano
por sus derechos, la comisión de quien le sirve y los fletes del amo
del navio. La Compañía tiene otros respectos bien distintos y muchas
indispensables cargas a que atender de que está lejos el particular, y
aún de su consideración el Diputado. El particular disfruta de una
total libertad de su giro y la Compañía se liga con obediente,
respetuosa sumisión a la cuota que para España y América se le tiene
señalada. El particular vive sosegado en su caso sin otro susto que el
accidental del riesgo; y la Compañía, sobre esto mismo, está cuidando
de la tranquilidad y sosiego que aquél disfruta. El particular navega
con navio que, a excepción del corto gasto de sus carenas, no tiene
otros; y la Compañía, sobre la exorbitancia de la tripulación
respecto de aquellos, va armada en guerra en todo tiempo. El particular,
fenecido su viaje, despide su gente sin otro gasto ni obligación; y la
Compañía, si quiere mantener diestros, fieles y arrogantes marineros y
otros innumerables dependientes y que éstos nunca le falten, debe
conservarles sus sueldos, y tiene una Casa de Inválidos para su
socorro. El particular, en fin, no cuida de la curación de sus
enfermos, y la Compañía les cura sus enfermedades en los hospitales
que sostiene a su costa, proveídos de cirujanos, botica, capellanes,
etc. y mantiene con bizcocho, carne y pescados y minestra a los sanos; y
con gallinas y todo regalo que el hombre de más conveniencia puede
lograr en su casa, a los enfermos" (*).
Pero, en Amenabar, el
hombre de la Compañía no era, por cierto, el obsecuente servidor que
acata ciegamente todas sus directrices y menos aún, si cabe, el
funcionario que dócilmente se pliega a cualquiera de sus disposiciones.
Su valía personal y su conocimiento profundo y minucioso de cuanto
problema en Venezuela se le presentaba en el ejercicio de su cargo, no sólo
por parte de las autoridades y naturales de la tierra, sino también de
la de sus compatriotas jefes y de
dar anualmente las cuentas de su Factoría, según está prevenido por
Instrucciones de la Real Compañía, no puede obligarse, porque el
propio conocimiento que ha tomado de los asuntos y la experiencia
adquirida sobre los motivos para haberlas dilatado los antecedentes
Factores, le hacen dificultar aquella puntualidad y más ocurriendo
ahora las nuevas disposiciones de la Compañía para la incorporación
de la cuenta particular de los Factores entre si que, por sola ésta
conexión, sus formalidades y conformidades, necesita hoy de mucho más
tiempo; y el segundo, que es el de la entrega de las cuentas finales
dentro de seis meses, como se anota al pie del citado papel, es de igual
importancia, por ser sumamente angustiado este término para evacuar el
concurso de negocios peculiares y las relaciones o dependencias de las
otras Factorías en que es indispensable intervenga liquidación de
muchas cuentas, consecución de cobranzas o conformidad de los deudores,
como que siendo la última, debe abrazar y dejar líquidas las resultas
de todas y en ellas disponerse y cerrarse. Atento a lo cual, sólo se
obliga y obligó bajo del juramento que tiene prestado y nuevamente
presta y hace por Dios Nro. Señor y la Santa Cruz, de que, en uno y
otro caso, no perderá medio, tiempo ni diligencia conveniente para
verificar las respectivas liquidaciones, concluir y dar sus cuentas con
la posible brevedad, esforzándose, con el mayor empeño, a que se
consiga este importante fin que la Real Compañía solicita en el
enunciado capítulo cuarto. Así lo otorgó y firma en este registro,
siendo testigos don Juan José Mintegui, don José Antonio de Arrese y
don Remigio Ochoa, vecinos y residentes en esta ciudad" (*).
El Amigo del País.
Podemos ver a don José
de Amenabar siempre al frente de las actividades de la Real Compañía
Guipuzcoana en Caracas, hasta el año de 1784, en que (R.C.G. Apéndice
IV) lo sabemos "enfermo en cama de achaque grave", otorgando
un poder para testar.
(*)
Registro Principal. Escribanías. Año 1772. T. 6, ff. 25 y 26.
Por este documento,
nos enteramos de que don José Antonio de Amenazar era natural de la
villa de Azpeitia, en Guipúzcoa, "hijo legítimo de legítimo
matrimonio de don Antonio de Amenabar y de doña Antonia de Zuloaga, ya
difuntos, naturales y vecinos que íueron de dicha Provincia".
Estaba casado con doña
Francisca Ignacia Egaña, hija de quien era a la sazón Regidor Alguacil
Mayor de Caracas, don Antonio de Egaña. El matrimonio no había tenido
sucesión, y Amenabar otorgaba poder para que "procedan a hacer y
formar dho. mi testamento, arreglados para su forma-ción a los
comunicados que les hiciere y apuntes que les dejare" a sus tres
compatriotas, Juan José de Mintegui, Manuel de Anzoátegui y José
Joaquín de Ansa, prueba de confianza en la amistad y el paisanaje que
puede apreciarse hasta en el simple detalle de los tres testigos ante
quienes otorga el documento, dos de los cuales también, Juan Francisco
Antonio Lanz y José Lasa, bien a las claras muestran, en sus apellidos,
su inconfundible oriundez.
Fallecido Amenabar, a
consecuencia, sin duda, de su "grave achaque (17 de julio de 1784)
y sin herederos forzosos, hacen su aparición los designados, que no son
otros que sus hermanos que componen la clásica familia vasca numerosa y
distribuida, en varios de sus miembros fuera de la tierra natal. En ésta
quedaban Alberto y Domingo de Amenabar, naturales y vecinos de Azpeitia,
encargados, sin duda, de seguir la tradición y perpetuar la estirpe en
el viejo solar. Otra pareja de hermanos, Xabier Ignacio y Agustín,
aparecen como "vecinos y del comercio en la Universidad de
Cargadores a Indias de esta ciudad de Cádiz", seguramente,
ubicados allí en relación con su hermano, el Factor de la Guipuzcoana.
Y, finalmente, otra pareja, la de los que habían emigrado a las Indias
al impulso de la corriente de la época, Silvestre de Amenabar,
"estante en la ciudad de los Reyes del Perú" y Gaspar de
Amenabar, "del comercio y vecindario que fue de esta dicha de Cádiz,
residente en la de Lima".
En el año de 1764,
veinte antes del fallecimiento de Amenabar, las Juntas Generales de Guipúzcoa,
reunidas en julio de ese año en la villa de Azcoitia, vecina a la natal
de nuestro Factor, aprobaban el proyecto que don Xabier María de Mu-nibe
e Idiáquez, conde de Peñaflorida, había presentado a las mismas como
"Plan de una sociedad económica o Academia de Agricultura,
Ciencias y Artes Útiles y Comercio, adoptado a las circunstancias y
Economía particular de la M.N., y M.L. Provincia de Guipúzcoa"
que, extendido de inmediato a las otras regiones vascas occidentales de
Álava y Vizcaya, vino a constituir la benemérita "Real Sociedad
Bascongada de Amigos del País", cuyos íines aparecen claramente
sintetizados en el artículo 1 de sus Estatutos, que reza así: "El
objeto de esta Sociedad es el de cultivar la inclinación y el gusto de
la Nación Bascongada hacia las Ciencias, Bellas Artes y Letras ;
corregir y pulir ssu costumbres; desterrar el ocio, la ignorancia y sus
funestas consecuencias, y estrechar más la unión de las tres
Provincias Bascongadas de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa".
Si don Francisco de
Munibe, conde de Peñaflorida, había tenido una parte preponderante en
la estructuración de las bases que, presentadas en 1728 a las Juntas
Guipuzcoanas y aprobadas por éstas, dieron nacimiento a la Real Compañía
de Caracas, un papel más decisivo aún cupo a su hijo, don Xabier María,
titular a la sazón (1764) del condado, en la institución de la Real
Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Don Xabier María, que había
estudiado en Francia y se había puesto en condiciones de apreciar la
gran diferencia del estado de esos estudios con los dedicados en la Península,
sobre todo, a las ciencias naturales y experimentales. En carta que el
29 de mayo de 1753 escribiera desde Azcoitia a un jesuíta de Toulouse,
ciudad ésta donde él había cursado la instrucción media, desde 1739
a 1743, estampaba estos conceptos: "Sabe Vm. mejor que nadie, mi
Reverendo Padre, el estado lamentable en que se encuentra nuestra nación
en punto a Ciencias y Bellas Artes: pero, sobre todo, en cuanto a Física,
de la que apenas se conoce mas que el nombre. Es verdad que no deja de
haber algunos particulares que habiendo adquirido sus conocimientos
entre los extranjeros, y otros que sin salir de su gabinete han
aprendido a traducir el francés, se dan a la lectura de los autores
extranjeros, pero hay muchos más de aquellos que por no entender
ninguna lengua extranjera se encuentran sumidos en una profunda
ignorancia".
A combatir esta
ignorancia consagró sus esfuerzos —y más de cien mil ducados de su
fortuna— el señor de Munibe con la fundación de la Sociedad
Bascongada, que fue la primera de su clase instituida en la Península
(la de Madrid, primera que la siguió en España, no nació hasta 1775)
y sirvió de modelo a todas ellas. Acompañaban a Peñaflorida en esta
empresa su primo don Joaquín María de Eguía y Aguirre, marqués de
Narros, don Miguel José de Olaso y Zumalabe, que fue el primer
secretario perpetuo de la Sociedad, don Vicente de Lili, conde de
Alacha, que fue el primer tesorero, y otros ilustres proceres vascos.
Comprendieron ellos
muy bien que, para que la empresa progresase, se necesitaba del concurso
de profesores extranjeros y así llamaron al destacado físico francés
Francisco Cha-vaneux, que dictó, en el Seminario de Vergara, fundado
por los Amigos del País, clases de fisica experimental y lengua
francesa. Otro ilustre profesor del Seminario fue el químico, también
francés, Luis José Proust, nacido en Angers en 1754; Profesor de
Mineralogía, fue allí el egregio químico Fausto de Elhuyar y Subiza,
de estirpe vasca, como sus apellidos lo proclaman, aunque nacido fuera
del país, en 1775, que ejecutó en dicho seminario con el tungsteno dos
valiosos experimentos: el primero de ellos la obtención del tungsteno
separándolo del ácido túngstico del wolfram por el procedimiento del
carbón; y el segundo, la comprobación de que, en efecto, era un nuevo
metal el ácido desconocido hallado por Sebéele en el tungstato calcico,
como ya Bergman lo habla sospechado. Y establecidas relaciones de
amistad con diversos sabios del continente europeo, se consiguió que
los que no pudieron venir al País Vasco a dictar cátedras de sus
especialidades, comunicasen, al menos, con la Sociedad, habiendo sido
miembros de ella los escoceses Blak y Robertson, de la Universidad de
Edimburgo; Charles Burgoine, director de la fábrica de Carrón en la
misma Escocia; Morvean, profesor de Química en Dijon; Arset, del
Colegio Real de Francia; Guignon, correspondiente de la Academia Real de
Ciencias de París; el jesuíta Luis Belot, ex profesor de Matemáticas
en Perpignan; el abate Diquemare, profesor de Química Experimental en
París, etc., etc.
Sabido es también,
que la Enciclopedia tuvo en Guipúzcoa veinticinco suscriptores, más
que los que había en el resto de la Península, sin que ello supusiera
desvio alguno del dogma religioso, sino, sencillamente, deseo de
aprovechar las abundante enseñanzas que sobre disciplinas físicas y
exactas se contenían en la famosa obra editada bajo la dirección del
distinguido matemático, que era D'Alembert.
A la vista están las
realizaciones de los Amigos del País, de aquellos "caballeritos de
Azcoitia", como, burlonamente, les llamaba el P. Isla, y la primera
de ellas, aquel "Real y Patriótico Seminario" de Vergara que
atrajo a lo más granado de la juventud de la tierra, haciéndose digno,
como decía el marqués de Valdelirios, en carta a Feñaflorida,
"de todo el fomento de la Nación Bascongada".
Se cursaban en él
estudios de física experimental, química y mineralogía, humanidades,
matemáticas, filosofía, ética, fundamentos de religión, poesía,
dibujo, estadística, etc., sin descuidar el estudio de los Fueros, esto
es, de la Constitución del País Vasco, ni tampoco la enseñanza de
idiomas empezando por el vasco, siguiendo por otros varios, y terminando
por lecciones de música oral e instrumental, gimnasia, esgrima y baile.
Desfilaron por la dirección de este seminario hombres notables como don
Miguel de Lardizábal, de tan destacada actuación en los puestos más
importantes del Estado; don Domingo de Iribe, a quien se debe aquel
precioso "Reglamento para las escuelas de Guipúzcoa" en que
tantos adelantos pedagógicos se propiciaban; don José de Odriozola,
autor de un "Tratado completo de Matemáticas" y una "Memoría
sobre la fabricación de las piedras de chispa"; don Teles-foro María
de Monzón, don Carlos de Uriarte, etc., etc.
No eran los Amigos
del País una de tantas inocuas sociedades de literatos —sin que ello
quiera decir que no contaron en su seno con distinguidos hombres de
letras como el fabulista Samaniego, el historiador Landazuri, el erudito
Prestamero, etc., etc.—, sino que se distinguen especialmente, por
haberse dedicado con particular ahinco al estudio y solución de
cuestiones de común utilidad, poniendo todo su conato en el
perfeccionamiento de los métodos agrícolas, ganaderos e industriales
del pais con memorias técnicas impresas, concursos de peritos,
asesoramientos gratuitos y recompensas pecuniarias a los inventores, ya
científicos, ya experimentales.
En el campo de la
agricultura y ganadería, se señaló la Sociedad por la introducción
de nuevos métodos de cultivo; trabajó para que se conociese el valor
alimenticio de la patata; combatió la despoblación de los montes
implantando métodos para el fomento de la arboricultora, empleo de
abonos y aperos de labranza. Estableció industrias como la de la
fabricación de queso, de la mantequilla, la seda, lana, apicultura y
otras. A la Sociedad se debe también, probablemente, la introducción
en Guipúzcoa de ciertas plantas forrajeras como la alfalfa, trébol,
las hojas de la zanahoria, remolacha y raíz de la abundancia y
aprovechamiento de la hoja de la acacia como alimento estimulante de la
producción láctea vacuna. Estudió, asimismo, el mejoramiento de los
vinos de la Eioja alavesa.
No podía descuidar
la Sociedad la explotación del hierro, típica industria del país, que
se 'esforzó por perfeccionar. En Vergara instaló también la Sociedad
el primer horno de acero, construyó una nueva máquina para la
fabricación del papel y sus generosas actividades se extendieron, en
fin, vastamente en todas las direcciones, desde los estudios favorables
a la inoculación de la vacuna con un "Tratado práctico y theórico"
sobre la misma, hasta proyectos en gran escala para favorecer la
facilidad de comunicaciones, como aquél estudiado por la Sociedad en
1786 relativo a la canalización del País Vasco occidental, desde el
Ebro hasta Deba, por medio de los ríos Ebro y Zadorrft.
En las publicaciones
de la propia Sociedad, tenemos el testimonio mejor de sus proyectos y
realizaciones. En 1768, los Amigos del País editaron el "Ensayo de
la Sociedad Bas-congada de los Amigos del País" en que se
contienen nociones de agricultura, economía, industria, arquitectura, métodos
para la conservación de los caminos, etc., etc. Y, tras esta primera
publicación, vino una verdadera enciclopedia formada con la colaboración
de numerosos socios, y que con el título de "Extractos"
integran una serie de veintitrés volúmenes correspondientes a los años
1771 a 1793, en los que se puede apreciar, un tesoro de varios estudios
debidos a la investigación de los socios numerarios, supernumerarios y
profesores integrantes de las doce comisiones distribuidas, en las tres
regiones vascas occidentales, que debían celebrar reuniones semanales
desde noviembre a junio.
En este breve resumen
de las actividades de los Amigos del País, podemos ver reflejadas
claramente sus fundamentales características. En primer lugar, y en
cuanto a su origen, no cabe duda de que se trata de una entidad que
surge al impulso de las ideas que agitaban la Europa en el siglo xvm: la
Ilustración y el Enciclopedismo. El conde de Peñaflorida, que fue el
alma de los Amigos del País, había estudiado en Francia, y franceses
fueron, como hemos visto, varios de los mas ilustres profesores del
seminario de Vergara. En rigor, al recibirse y canalizarse estas ideas
en el País Vasco, éste no hacía sino seguir aquella tradición de
siglos, que le constituía en receptor de movimientos culturales
europeos que luego, transmitía a la Península.
No fueron
heterodoxos, como cumplidamente se ha demostrado (151), Peñaflorida y
sus colaboradores, pero es cierto
—y no les faltaban
precedentes nacionales como el del ilustre Huarte de San Juan y otros—
que estaban ya lejos de admitir aquel predominio de la teología sobre
las otras ciencias en cuanto iba en detrimento de las ciencias físico-naturales
y constituía a "Don Aristóteles", como Peñaflorida llamaba
al Estagirita, en una barrera que impedia el paso hacia nuevas formas de
vida, de la que eran signos las ansias de bienestar terreno, mediante el
desarrollo de las riquezas materiales, perseguidas a través de los
avances en la agricultura, el comercio y la industria.
La inspiración
francesa hubo de adaptarse a los moldes raciales vascos, por lo que, en
ningún modo, fueron los "caballeritos de Azcoitia" unos
dilettantis de las ideas en boga aireadas en elegantes reuniones de
peluca y casaca, al compás del minué. Algo de ésto, indudablemente,
habría en aquellos hombres que como Munibe, Eguía, etc., ostentaban títulos
nobiliarios —por cierto, extraños al país, porque las democráticas
leyes guipuzcoanas no permitían a ningún hijo de la tierra aceptar títulos
que, en alguna manera, pudieran hacer creer en un predominio sobre este
o el otro lugar de ella, con detrimento de la natural igualdad vasca
reflejada en la universal nobleza—; pero lo que no admite duda alguna,
a través de las palabras y hechos de aquellos hombres, es que se movían
inspirados, ante todo, por un sincero y ardiente amor hacia su nación y
que, por encima de toda otra consideración, buscaban el bienestar y
progreso de su tierra, como lo demuestra el carácter eminentemente práctico
que supieron dar a sus realizaciones y que, en resumidas cuentas, no era
otra cosa que la modalidad peculiar que el espíritu vasco buscaba en
sus obras.
Este espíritu es el
que, en última instancia, campea y pone su sello en la empresa de los
Amigos del País. La amistad
(151)
Julio de Urquijo. "Los Amigos del País...", San
Sebastián, 1929.
que alguno de los mas
prominentes de ellos, como Altuna, tuvo con Rousseau; las lecturas de
los tomos de la Enciclopedia con su sabor de una nueva fe en la
perfectibilidad individual y social, a través del triunfo universal de
la libertad, no hay duda de que dejarían mas de un rastro en el espíritu
de los "caballeritos"; pero el anclaje religioso de éstos,
era demasiado recio para ser roto por esas sacudidas, y la visión del
fin que perseguían demasiado clara también, para ser borrada por otras
consideraciones. Y lo mismo, cuando llamaban a sus cátedras a sabios
profesores extranjeros, que cuando ellos, como el citado Altuna o el
malogrado primogénito del señor de Munibe recorrían toda Europa, su
objeto era siempre uno solo: traer a su tierra la flor de todos los
adelantos que pudieran servir a su progreso y bienestar y aclimatarlos
allí, haciéndolos suyos para siempre. Esta practicidad de la obra de
los Amigos del País, lo diremos una vez más, es su aspecto más
característico, sin que con esto pretendamos despojar a sus reuniones
de ese encanto que más de una vez habrían de tener, al reflejarse en
las señoriales mansiones azcoitia-nas, algo del seductor recuerdo de
los aristocráticos salones parisinos que aquí, en Caracas, tuvieron su
representación mas acabada en aquél de los hermanos Xavier y Luis de
Us-táriz, vastagos del mismo viejo tronco de los caballeritos, que
admiraban a Humboldt como artistas y como sabios, y se preparaban la
otra corona más gloriosa que había de ceñir para siempre sus sienes,
como héroes de una patria que empezaba a alborear a la vida de la
libertad.
Es muy probable que
don José de Amenabar contemplara allá, en su tierra natal, el surgir
de la Sociedad Bas-congada, cuyos principales hombres se movían en su
vecina Azcoitia. En todo caso, sabemos, como en seguida se verá, que
estaba al corriente de sus actividades y que, si su venida a América
hubo de desligarlo de una asidua y práctica colaboración con ellos, el
espíritu que informaba a los beneméritos Amigos del País no le era,
en ninguna manera, ajeno. Cuando, en la exposición hecha en la Junta de
Feria de 1774 de la cual hemos transcrito varios párrafos, aboga
firmemente por el desarrollo de la agricultura en Venezuela, por la
necesidad de desterrar el monocultivo y dedicarse al beneficio de
diversos frutos que estaban casi abandonados, ya en él podemos ver como
un reflejo de las mas características preocupaciones de los Amigos del
País. Pero vayamos a algo mas concreto.
Entre los documentos
que integran el expediente abierto a raíz del fallecimiento del Factor
guipuzcoano (Real Compañía Guipuzcoana, Tomo, Apéndice IV), hay uno
que especialmente nos interesa, y es el "Avalúo que hago yo, Lucas
de Goicoechea, de los libros y estampitas que quedaron por muerte del
Sr. Dn. José de Amenabar, en virtud de nombra-miento que se me ha hecho
por el Sr. Gobernador y de la aceptación que hice para ello".
Veamos lo que encontramos en la relación que sigue.
En primer lugar, se
nos presenta el testimonio del espíritu religioso del Factor. Nos lo
dan "Ocho tomos del Año Christiano", con falta de los meses
de Abril, Mayo, Junio y Julio". En el mismo sentido testimonian
"Seis tomos de las Dominicas"; Uno de la "Vida devota de
San Francisco de Sales"; otro titulado "Compendio histórico
de la Religión"; otro de la "Semana Santa", en pasta
usado; un tomo en pergamino "Verdades Cathólicas"; un tomito
de "Kempis" usado; ocho "catecismos de Ripalda"; un
libro de "Letanía Lau-retana"; un libro "Devoción al
Corazón de Jesús"; un "Método de Oración mental"; un
"Hacecito de Mirra"; un librito de "Oración y meditación
para la Misa"; un "Formulario para visitar las iglesias en el
Año Santo", y otro librito de "Oraciones para la Misa,
confesar y comulgar".
Los testimonios de
sus aficiones literarias y artísticas son bastante escasos. Tres
"autos de Calderón" usados; tres to-mitos de "El hombre
feliz"; un tomo "Pintura de Inglaterra"; "veinte y
dos estampitas de los trajes de varias Provincias de España" y un
tomo en pergamino de "Teatro Crítico". Eso es todo.
Viene ahora la parte
más interesante de la pequeña biblioteca de Amenabar, es decir,
aquella que incontestablemente muestra su espíritu de "Amigo del
País".
Tenemos, en efecto,
entre sus libros: Dos tomos en pasta y pergamino de "Ensayo de la
Sociedad Bascongada", que no es otro que aquel volumen editado en
1768 por los Amigos del País como primera de sus publicaciones, y en el
que se contienen selectas nociones de agricultura, economía animal y
doméstica, fertilizantes, prados, etc., etc.; industria, arquitectura,
métodos para la conservación de los caminos, y comercio. Contenía
también este "Ensayo" unas observaciones sobre la epidemia de
viruela que cundió en Azcoitia en 1762 y 63, y estaban firmadas por don
Juan Antonio de Caracas. Sobre el uso de la fruta sazonada, apuntes del
mismo médico, y traía la descripción de una máquina neumática
inventada por don Manuel Gamarra para conservar incorrupta la carne.
Así: dos tomos en
pasta "Arte de hacer las Indianas"; dos tomos en pasta
"Arte de Cerero" (y sabemos cuánto se ocupó de ésto la
Sociedad Bascongada); dos tomos en pasta "Arte de hacer papel"
(que también, según vimos, fue otra de las preocupaciones de los
Amigos); un tomo en pasta "Arte de cultivar Moreras" (ligado,
indudablemente, al interés de la Sociedad Bascongada por la industria
de la seda); dos tomos "Arte de teñir lanas"; dos tomos en
pasta "Ensayo sobre el blanqueo de lienzos"; dos tomos en
pasta "Arte de convertir el cobre en latón"; un tomo
"Industria popular"; un tomo en pasta "Proyecto económico"
y dos tomos en pergamino "Historia y descripción de los intereses
de Comercio". Podría añadirse a estos tomos, el ya mencionado
"Teatro Crítico" que, indudablemente, no es otro que el
"Teatro crítico universal" de Feijóo, cuyo espíritu,
amplio, tolerante y sediento de todas las innovaciones progresistas, tan
afín era al de los Amigos del País, y, sin miedo a errar, podemos
decir que en esa pequeña colección de libros, tenemos el compendio de
las inquietudes más íntimas y las más caras aficiones del Factor
principal de la Real Compañía de Caracas, don José de Amenabar y
Zuloaga.