OBRAS - COMPLETAS - EL HOMBRE VASCO


OBRAS COMPLETAS PUBLICADAS - EL HOMBRE VASCO 
 

PEDRO DE ENBEITIA, EL BARDO DE EUZKADI"


Jaun-andreak:
En este acto con que preludiamos Aberri Eguna, vengo a hablaros de uno de los hombres más puros y representativos de la patria nuestra. De uno de los que más tempranamente la conocieron y más rendidamente la amaron; de uno de los que más eficazmente difundieron entre las masas vascas la luz de ese conocimiento y el fuego de ese amor. Vengo a hablaros de Pedro de Enbeita, el bardo de Euzkadi; y vengo a hacerlo con un infinito temor. Porque la figura de Enbeita es tan delicada; su significación tan preciosa dentro del movimiento renacentista vasco, que yo nunca pudiera perdonarme que los que no lo conocisteis pudierais formaros de él, a través de mi pobre palabra, una idea no ya errónea, no ya inexacta, sino que no se acercase lo bastante a aquélla su exquisita realidad: que los que lo conocisteis no sintáis que se alza en vosotros vivo el recuerdo; que se remueven y agitan en vuestros corazones aquellos mil hondos sentires, emociones y añoranzas que quedaban para siempre prendidos en el pecho del vasco que

una sola vez haya tenido la fortuna de escuchar al ruiseñor de Euzkadi.
ios BeTtaolaña. Existen en nuestro viejo pueblo una clase de hombres que son algo de lo más característicamente suyo. Hombres de humilde extracción; hombres que ejercen, por lo común, rústicos oficios, hombres sin cultura superior alguna, dotados a lo más de una instrucción rudimentaria. Pero he ahí que la musa ancestral del Euskera imprime en la frente de uno de esos hombres el beso de los elegidos, y ese hombre rompe a cantar: ha nacido un bertsolari.

Me diréis que en otros pueblos también han existido o existen hombres parecidos a éstos de que os estoy hablando. Y, en efecto, desde los rapsodas griegos, los bardos finlandeses, los trovadores provenza-les, los minnensinger alemanes hasta llegar a los payadores de la Pampa y los contrapunteadores de los llanos de Venezuela, pudiéramos encontrar hombres con quienes comparar a los nuestros.

Características del BeTtsolarí. Pero nuestros bertso-laris con todas las semejanzas que puedan tener con los citados, reúnen características propias que netamente los distinguen de cualquiera de ellos y son:
En primer lugar, sus versos son cantados, no recitados ni acompañados de instrumento músico alguno. Lo frecuente, lo general, es que cada bertolari dé cauce a su inspiración a través de alguna o algunas melodías favoritas. El genio del Euskera se adapta maravillosamente al verso cantado y permite a los bardos, mediante la algunas veces arbitraria medida de las vocales y, tal vez, a costa de cierta pequeña modificación melódica, a justar su inspiración a la tonada elegida. La estrofa más generalmente empleada es la del "zortziko" en que se aconsonantan o alsonantan los versos 2, 4, 6 y 8, quedando loa restantes libres.

En segundo lugar, es característica del bertsolari y quizá la que más fundamentalmente le distingue de casi todos los otros bardos citados, la improvisación, la espontaneidad. Improvisación que llega al punto de que muchas veces en los torneos de bertsolaris, parte principal de ellos está constituida por los versos que el bardo debe cantar sobre tema y melodía impuestas y que no se le dan a conocer hasta momentos antes de comenzar el certamen.

En tercer lugar, es otra característica la lucha y controversia entre dos o más bardos. Es muy raro que un bertsolari cante tolo. "Amant alterna camenae", había dicho el dulce Virgilio, por boca de Palaemon, instituido juez de la contienda poética entre los pastores Menalcas y Damoetas. Sí, las Musas gustan de los cantos alternados, y esto lo sabían, seguramente, los vascos antes de que Virgilio lo dijera. Lo sabían y ío saben. Por eso las estrofas de nuestros bertsolaris nacen, como quería el clásico que nazcan todas las cosas en la naturaleza: a modo de batalla. Es frecuente en los torneos que uno de los bertsolaris, representante ocasional v. g. del tabernero, haya de cantar laa excelencias del vino, mientras su antagonista, teniendo quizá que contradecir a sus más íntimos sentires, haya de constituirse en acérrimo detractor del néctar que Noé descubrió y al que, según el poeta español, algunos le llaman vino porque nos vino del cielo. A tal bertsolari oiréis cantar los tranquilos goces de cierto oficio sedentario. Inmediatamente ha de alzarse la voz de otro que pondera la alegría y vida de los de puro movimiento. Y si ois animarse la voz de un bardo que exalta los atractivos dt la
vida del mar, podéis estar seguros de que otra voz, no menos inspirada, os va a hacer conocer inmediatamente los mil motivos que tenemos para amar, por sobre todas las cosas, la segura y tranquila vida de la que "no es el lloro —de los que desconfían— cuando el cierzo y el ábrego porfían". Las pullas del adversario —sobre todo, cuando éste es hábil "zirtola-ri"— los aplausos y las exclamaciones del auditorio, estimulan el ingenio de los bertsolaris y lo aguzan hasta límites insospechados en hombres de tan humildes principios.

Exponente del ingenio popular. El bertsolari es el más alto exponente del ingenio popular vasco. Representa en la vida espiritual de nuestro pueblo lo que el pelotari en su culto a los ejercicios corporales, y, afortunadamente, y esto lo podemos decir muy alto en honor de nuestra estirpe, no despierta menos fervor en nuestras masas populares que el encendido por los atletas de la cancha. Que si cuenta la historia que hubo soldados vascos que desertaron de las filas de Napoleón, allá por los días de Austerlitz, para ir a presenciar un partido de pelota que había sido concertado en el bello pueblo de Baigorri, yo os puedo decir que jamás masa alguna de público se congregó en tal cantidad en frontón alguno de la vieja Euskal Erria como la que colmó la plaza de un pueblo de Laburdi para presenciar el desafío de los dos más célebres bertsolaris de la época.

Hay nombres que un vasco no olvidará mientras el euskera sigo floreciendo en nuestros labios: Xen-pelar en Guipuzkoa; Otxalde en Laburdi; Etchaun en Zuberoa; Enbeita en Vizcaya, Enbeita...
El joven cestero de Muxika. En la pequeña anteiglesia vizcaína de Muxika, allá a la entrada de aquelia risueña y dilatada vega en que Guernica la mártir, sigue ofreciendo al mundo, coa el viejo roble de nuestras libertades, el testimonio de la más antigua democracia, había nacido por el año de 1880, en uno de sus viejos caseríos, un bertsolari de aristocrático porte, rostro grave, íino perfil netamente racial y ojos limpios y brillantes. Estamos evocando su figura juvenil. Como Vincent, el amante de la inmortal Mi-reia, ganaba su vida con el humilde oficio de cestero, y, como en Vincent, en su limpio y ardoroso corazón de adolescente había hecha presa un amor inmortal. No era de carne el objeto de su amor, como la bella virgen de Provenza. Pero, como ella, tenía cuerpo.

Cuerpo en el que ponen sus suaves contornos las verdes colinas y sus enérgicos rasgos los picachos que se alzan al cíelo entre cendales de niebla; cuerpo lavado por mil arroyos rumorosos, y codiciado con furia por un mar tormentoso que sabe, sin embargo, hacer pausa a sus tremendos rugidos, para encontrar acentos suaves con qué enamorarla y arrullar su sueño. Cuerpo en el que el hierro marca sus rojizas venas, y el manzanar en flor entona el himno dionisiaco de la alegría de la tierra. Cuerpo... Pero tenía también espíritu, un espíritu que era, sin duda, lo que más amaba en ella el cestero adolescente. Espíritu de aventura que lo lanza el primero a través de los mares tenebrosos a la caza del monstruo de las aguas y lo hace, con Sebastián de Elkano, y poner también el primero un cinturón a la redondez del orbe. Espíritu de firmeza de que se engendró aquel titán de Loyola que frenó en seco la avalancha arrolladura de la Reforma. Espíritu de trabajo cantado por la dura laya que fecunda sin cesar un suelo ingrato, y por los martinetes de las ferreterías que labran el hierro de su entraña.

Espíritu de justicia que supo proclamar frente a Papa y Emperador por boca de aquel fraile-cito, Francisco de Vitoria, el sagrado derecho a la libertad de los indígenas pobladores de la ésta entonces recién descubierta América. Espíritu de libertad y dignidad humana hechos carne en aquellos fueros, aquellas leyes, asombro de los siglos que habían de venir... Tenía cuerpo y tenía espíritu y tenía un nombre sonoro, mágico, nombre que brotaba con regusto de silvestres mieles de los labios del joven bert-solari: Euzkadi.

Y .aquel joven, la amó. La amó y se dio a ella con esa renuncia total, con esa ilimitada capacidad de entrega de que sólo los corazones puros y las almas escogidas como la suya son capaces. Y aquel joven, Pedro de Enbeita, fue su cantor.
"Urretxindorra" le llamaban, ésto es, el ruiseñor. Por la dulce melodía de su inspirado canto, sin duda; sin duda, también, porque, como el ruiseñor, cantaba de noche. De noche cantaba, en la noche oscura de la patria nuestra. Y al conjuro de su voz, aquella noche oscura se hizo clara mañana, radiante mediodía en las mentes y en los corazones de millares y millares de vascos. En las mentes y en los corazones; en éstos aún más que en aquéllas. Porque Enbeita conocía como pocos, esa senda escondida que lleva a la cámara secreta en que cada corazón guarda celosamente lo más puro y acendrado de sus afectos. Sabía él, sin que nadie le hubiese adoctrinado, que a la persuasión difícilmente se llega por la vía del frío razonamiento. Sabía bien, sin que nunca la hubiese leído, aquella máxima de eterna verdad que el viejo Horacio supo tan bien expresar: "Si vis me flere, dolendum est primura ipsi tibi". Si quieres que yo llore, es preciso primero me muestres vivo tu dolor. Y Enbeita se lo fue mostrando a los vasmos todos. Con su llaga de amor, con aquella llaga que le abrasaba la entraña y asomaba en brillantes reflejos a sus ojos profundos, Enbeita se fue por todo monte y todo valle de la vieja Euskal Erria desnudando castamente ante los vascos su alma dolorida.

i Y qué bella era, castamente desnuda, el alma pura, todo amor y dolor, de Enbeita! En ella, como en agua cristalina se reflejaba la imagen de la patria nuestra. Llorando su felicidad perdida; clamando por su arrebatada libertad; llamando a sus hijos a la unión y al esfuerzo común para recuperarlas. Y cuando los vascos las veían allí, tan fielmente reflejada en aquel corazón —bien lo sabían todos— incapaz en absoluto de ficción ni engaño, disimulo ni doblez, iban sintiendo que el dolor de Enbeita era ya también el dolor suyo; iban conociendo que aquel gran amor de Enbeita sería ya también en adelante y para siempre su propio y más grande amor.
Cómo versificaba Enbeita. Enbeita comenzaba, muy frecuentemente, sus improvisaciones, enmarcándolas en el país que ante sus ojos se extendía: los valles y los montes, las arboledas y fuentes, las heredades rubias de trigo o verdes de maíz que durante siglos el sol había ido sazonando para alimento de la raza:
"Euskal Ernán ikustoguzan aran, baso tan mendiak, zugazti, zelai, aitz, iturriak, landa ta lorategiak. Solo ederrak, arto ta gari ta beste gauza guztiak.
bis
zorundu dituz gizaldietan
eguzkiaren argiak".

En alguna de sus estrofas, como la que, con vuestra benevolencia, voy a cantar igualmente que la anterior, sobre una de las tonadas predilectas de Enbeita, éste nos hace ver a nuestros antepasados, libres y felices, en el tranquilo disfrute de sus hogares que alegran los cantos de los pájaros vecinos. Las voces ono-matopéicas, la feliz conjugación de "erres" fricativos y "eses" silbantes, hacen de esta estrofa una buena muestra de armonía imitativa en lengua vasca, digna de un verdadero poeta:
"Etxe ínguruko zugaztietan,
Txorrotxioka zozuak,
txiruliruli ta urrugurruka
birrigarro ta usoak.
ta beste txori abeslarien
a bes ti alai-gozuak
bis
entzuten pozez bizi zirian
Gure lengo gurasuak".

Pero esta tranquila felicidad se ha perdido. Y el poeta describe espantado la tormenta que, engendrada en el sur, descargó sobre nuestra patria despojando sin piedad al Roble sagrado de sus hojas y frutos y arrancando a los hijos de los brazos de sus madres para mandarlos a servir en lejanas tierras:
"Ego-aldetik etorri ziran turnio i eta oñaztarriak
kendu eutsezan areitza deunari
ezkurrak eta orriak,
Baita ta ameai be biotz-erdiko
semetxu maitagarriak;
bis
otseín eruan aloger barik
zaindutec gaztelerria".

¿Qué remedio habrá para esta desgracia que despedaza el corazón del poeta y es su obsesión constante? Sólo uno: y el mismo ahora que cuando Enbeita lo proclamaba: la unión de todos los vascos y de todas las regiones vascas, olvidando rencillas y diferencias indignas de albergarse en un corazón capaz de sufrir por la patria común. Puesto que todos somos sus hijos, unámonos todos en un común esfuerzo para salvar a nuestra madre que perece:
"Bizkaya, Araba, Gipuzko, Naparr,
Zubero eta Laburdi,
sei seme dirá ama batenak
ama ori da Euzkadi.
Gorroto andiz etsai deungeak
ezarri euskun buztarri,
bis
kendu daiogun, anai guztiok,
lagun egiñík alkarri".

Un ejemplo del Enbeita, bertsolari de controversia, lo encontramos en el lindo tomo de Constantino del Esla titulado "Estampas Vascas". Se cuenta allí como una tarde, en un pueblito colgado de una montaña cerca de Vergara se hallaba encima de un tablado Enbeita, junto a otro bertsolari con el que iba a contender. 

Comenzó el torneo con unos versos ligeros, saludándose ambos bardos. Después hablaron del tiempo. Había muchas nubes. Empezó a caer la lluvia fina, el siri-miri, y el contrincante de Enbeita dijo:
—Es una lástima que llueva, pues vamos a tener que interrumpir la fiesta.

Mejor que no hubiera dicho tal cosa, pues el ber-tsolari de Muxika hizo pie en estas palabras, y elevándose en la improvisación, replicó que no era de buen vasco lamentarse de la lluvia, y que la fiesta no podría ser interrumpida, porque era entonces, bajo el siri-miri que es el agua bendita que el cielo deja caer sobre la raza, cuando realmente iba a empezar.
El público abrió los paraguas y gritaba:
—Orí, ori... Gora Enbeita!

Y el bardo, con los ojos puestos en el cielo, salpicada la cara por el siri-miri, empezó a decir que siempre había visto nubes en los altares, a los pies de los santos, y que encima de las nubes estaba Dios, Jaun-goiko, que manda la lluvia a los pueblos elegidos. ¿Qué hubiera sido de Euzkadi sin la lluvia? Estaríamos en una tierra reseca, áspera donde no existiría el gozo de vivir, dijo, añadiendo que el siri-miri encierra al vasco en el caserío haciéndole amar a la familia. El hombre en otras partes abandona con frecuencia la casa, agregó, deja a la mujer y a los hijos esperándolo, muy tristes. La lluvia nos une a todos los vascos, nos hunde un poco en la tierra, y los que no nos comprenden, porque nosotros queremos a la tierra más que ellos, tratan de arrancar nuestras raíces y nos golpean en el alma, al ignorar nuestros sentimientos. Y cuando dijo que la lluvia cala hasta lo profundo de la tierra, en busca de los huesos de núestros muertos, para besarlos y purificarlos, el público, aquel público compuesto de gentes rústicas no pudo contener más tiempo la emoción. Lloraba, gritaba, aclamaba al bertsolari, que seguía versificando, diciendo! es a las gentes cosas sencillas, algunas ingenuas, pero que todas tocaban en su corazón, porque era la voz del País Vasco, el eco de las montañas que resonaba en la canción de Enbeita, mientras caía, suave y eterno, el sirimiri..".


Para precisar más la figura de Enbeita hay que decir que, sin dejar de ser bertsolari al modo clásico, bertsolari de pugna y contradicción, se vio tan arrastrado, tan sublimado diríamos mejor por aquel ideal supremo de su vida que no necesitó jamás del estimulo de la controversia para cantar. Más aún, su espíritu poético era tan verdadero, su pasión patriótica tan profunda, que más de una vez pudo llevarlo a momentos tan magníficos como aquél en que, sólo en las peñas de Urkiola, sin más compañía que un par de amigos, sintiéndose arrebatado ante la grandiosa vista de país que de allí se descubre, prorrumpió en un canto de exaltación a la tierra en el que las estrofas sucedían a las estrofas, embriagado el vate, durante largo rato, en la música de sus propios versos. No, ciertamente no necesitaba del acicate de la contradicción ni siquiera del estímulo del aplauso para cantar. Cantaba espontáneamente, naturalmente: como su hermano el ruiseñor lo hace en la rama.
Recuerdo* del bardo. Hace treinta y tantos años —exactamente el 1 de octubre de 1920— Enbeita recibía en Eibar, con lágrimas en los ojos, pero con su grave sonrisa siempre en los labios, el homenaje popular de unos treinta mil vascos. Por cierto que, cuando en el frontón Astelena, repleto hasta los topes, y honrado con la asistencia de lo más granado del bertso-larismo los Txirrita, Frantxesa, Otaño, etc., etc.— apareció en el escenario Enbeita, se oyó un sonoro "¡Viva España!". Sin titubear un segundo, Enbeita improvisó la siguiente estrofa:


¡Viva España! didarka dagoz Nik ere ¡viva! dirautsat. Gorro tor i kan ez dagolako Nigandik Españarentzat. Katolikoak yakin bearr du Zer diñon goiko j'uezak: Besterenari bakean utz!, Zaindu bakoitzak beretzat. ¡Viva España! diñok berriz be, Izan bei españarrentzat; Baiña ba-diot ¡Gora Euskadi! Guria da ta guretzat".

El provocador había dado, sin quererlo, a Enbeita la ocasión de mostrarse una vez más como el genial improvisador que siempre fue. Por aquella época también se le ofreció en Bilbao, en el frontón Euskalduna un banquete de tres mu cubiertos. Y al mismo tiempo en Buenos Aires, la sociedad "Laurak Bat" en una de sus iniciativas más felices —y aquí viene a mi memoria el recuerdo emocionado de aquel corazón desbordante de vasquía que se llamó Tomás de Otaegui— la sociedad "Laurak Bat" decía, en una de sus más felices iniciativas, patrocinó una suscripción engrosada por los vascos de la Argentina con cuyo producto se regaló al bardo de Euzkadi un caserío en su pueblo natal. Pero ésto aún no bastaba; al obsequio material había que acompañarse con algo que lo superase y lo sublímase. Y fue entonces cuando el máximo vate argentino Leopoldo Lugones hizo estallar su genio en un saludo a Enbeita que fue como un abrazo alado en que se confundían los dos vates. Un poema que es todo un canto a la patria vasca, desde el primer verso: "Saludo al Bardo Libre Pedro de Enbeita el vasco", en que los sonoros alejandrinos van cabalgando uno tras otro en luminosa teoría para terminar con aquel par de dísticos que muchos de vosotros quizá recordaréis: 

"Lo saludo en el pueblo que toda gloria explica; Lo saludo en el vastago del árbol de Gerniba; Lo saludo en el Fuero de la honra y la equidad: Pedro de Enbeita el vasco: ¡Viva la Libertad!" Desgraciadamente, ya muchos años antes de su muerte, Enbeita había sido atacado por una dolencia que iba quebrando aquella garganta de la que tan armoniosos sones brotaran. Ya, sólo a costa de grandes esfuerzos podía cantar. Quizá una de sus últimas intervenciones públicas fuera en un "Día del Eus-kera" que el que os habla, junto con otros queridos amigos y entusiastas euskaltzales, organizamos en nuestro pueblo natal de Getxo el año anterior al estallido de la guerra. 

Tengo bien presente mi visita a su casa de Muxika, aquella casa donde se albergaba, gracias a la generosidad vasco-argentina, el bardo de Euzkadi. En una verde loma, no lejos de la carretera de Muxika a Zugaztieta se alaa el caserío. A sus puertas fuimos recibidos por Enbeita con el grave cariño que le era habitual. Mientras paladeábamos el sabroso txakoli con que señorialmente nos obsequió, conversamos largamente con Kepa a quien sus hijos rodeaban y le expusimos nuestra pretensión de que concurriera al festival proyectado. Prometió, en gracia al objeto de la fiesta y a nuestra amistad, concurrir con sus hijos Sabiu y Balendin que seguían ya airosamente las huellas de su padre y que cantarían en el certamen; él, por su parte, improvisaría un par de coplas. Mas no podría; bien quisiera, pero no podría. Y nos confesó con amargura su tragedia sobre la que pueden reflexionar los aficionados a estudiar los misteriosos nexos que entre lo físico y lo espiritual existen: al quebrársele la voz en la garganta —nos decía—, simultáneamente, el "etorri", la inspiración quedaba cortada en su cerebro. Tuve entonces la mala ocurrencia de decirle que podía preparar unas cuantas estrofas, tomárselas de memoria y recitarlas en el festival. "¿Preparar, escribir? —me dijo—. Una sola vez lo he intentado, para el Congreso de Estudios Vascos de Vitoria, en mi empeño de hacerlo mejor. En mala hora! Se me armó una confusión en la cabeza que no sé cómo pude salir del paso. No: lo mío tiene que ser lo del momento; sin preparar. En los temas claro que pienso y mucho; pero la forma de decir, el verso, eso tiene que ser lo que me sale en el momento".

La guerra vino pronto con sus violencias y crímenes sorprendiendo a Enbeita lejos de su pueblo, allá en las tierras templadas de la Rioja Alavesa donde solía acudir los veranos en busca de salud. Durante un gran tiempo nada supimos de él, hasta que un día, estando ya en América, nos llegó la noticia lacónica de que Pedro de Enbeita, aquel vasco que había nacido con un ruiseñor en el pecho y recibió sobre su frente el beso divino de la musa euskera, había dejado ya de cantar sobre la tierra... (4- 1942)

Más tarde supimos detalles de su tránsito. Murió en au ley: en su triple ley de bertsolari, de cristiano y de patriota. En sus últimos días, su pueblo que lo amaba como a hijo predilecto y le veneraba como a un santo, porque verdaderamente santa fue siempre su vida, acudía en masa a visitar el caserio de "Uz-parritxa-Jauregui" donde se extinguía el bardo. Cuando la muerte llegó, Enbeita la recibió cantando; cantando con su garganta rota, pero el rostro más luminoso que nunca, al Señor que venía a llevarlo consigo a los goces eternos:


Ara Jaungoko maitia nigana nun datorren. Beragaz zerura yuateko al dan lasterren...
Y sin olvidarse en aquel solemne momento del amor al que desde su adolescencia había en la tierra consagrado su corazón:
Emen beyan geratzen da laztan Aberria. Zaindu, Jaun o na, zaindu gure eusko-erria.
Yo he pensado muchas veces que, desde aquel momento, en los prados de eterna bienandanza donde el Pobrecito de Asís, sin duda, reanuda sin descanso aquel trovadoresco duelo de alabanzas al Creador que una vez inició en la tierra con el ruiseñor de Umbría, canta también otro ruiseñor. En la limpia lengua de los vascos, en esa lengua en que nunca se oyó manchar el nombre de Dios. Canta al Padre bueno de todas las creaturas en ese coro inefable en que hallan sus delicias las almas de los bienaventurados. Y en sus canciones siempre hay un instante en que su voz se quiebra un poco, como vagamente contagiada de nostalgias de la tierra. Es cuando ruega a Jaungoikoa por esta patria que en tan terrible trance dejó, al votar al cielo, aquel patriota ejemplar, aquel artista de excepción, aquel santo hombre que en la vida de los hombres se llamó Pedro de Enbeíta.


Buenos Abes, Teatro Presidente Alvear,4 agosto, 1943.

 
 
 
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I) INIDICE OBRAS COMPLETAS PUBLICADAS INTERNET

 

I.1 Linea de Vida  y su Obra

I.2 Poesias en Euskera Recopilacion Total

I.3 Conferencias Recopilacion

I,4 Articulos Periodisticos Recopilacion Total

I.5 Lengua Vasca

I.6 Gernika

I.7 Uruguay

I.8 Venezuela

I.9 Reseñas Biograficas

I.10 Traducciones

I.11 Obras Publicadas

I.12 Semana Vasca en Montevideo

I.13 Ciclo de Clases

I.14 Nota Bio-Bibliografica

I,15 Biografia en Euskera

I.16 Sitio en Internet en Euskera

I.17 Nostalgia

I.18 Articulos Periodisticos Indice Cronologico

I.19 Articulos Periodisticos Indice Alfafabetico

II) OBRAS COMPLETAS - Libros Publicados en Internet

 

II.1  El Hombre Vasco

II.2 Hombres de la Compañia  Guipuzcoana

II.3  El Elemento Vasco en el siglo XVIII Venezolano

II.4 Vicente Antonio de Icuza

III) INDICE de TEMAS RELACIONADOS. Libros publicados por sus hijos;

 

III.1 Nere Aita - el exilio vasco - Mirentxu Amezaga 

III.2 Cronicas del Alsina -  Arantzazu Amezaga de Irujo

IV) Sus Hijos Escriben;

 

IV.1 Los tres Barcos que llevaron a Ama y Aita

IV.2 Travesia

V) Sus Hijos Escriben tras su muerte;

 

V.1 A mi Aita

V.2 La cancion de mi Padre

VI) Otros aspectos

 

VI.1 Reunion Familar en su Memoria

VI.2 Exodo

VI.3 Comision del Cuatricentenario de Caracas

VI.4 Inauguracion de la Plaza que lleva su nombre en Algorta

VI.5 Su Pequeño Poema en la Nota Necrologica 4 Febrero 1969

VII) Toda su Obra Publicada convertida en Formato PDF- puede ser leida en dispositivos  e-Book

 

 VII.1 Amézaga Vicente  Autor Irujo Ametzaga Xabier

 VII.2 Articulos de Prensa

 VII.3 Bio Biografica

 VII.4 Biografia en Euskera

 VII.5 Ciclo de Clases

 VII.6 Ciclo de Conferencias

 VII.7 Nostalgia

 VII.8 El Elemento vasco en el Siglo XVIII Venezolano

 VII.9 El Hombre Vasco

 VII.10 Los Hombres de la Compañia Guipuzcoana

 VII.11 Obras Publicadas

 VII.12 Vicente Antonio de Icuza

 VII.13 Poesias

 VII.14 Relacion de Escritos como Autor

 VII.15 Reseñas Biograficas

 VII.16 Semana Vasca Montevideo

 VII.17 Semana Vasca Montevideo Indice de Articulos

 VII.18 Traducciones

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Dedicatoria y mi homenaje a Mercedes Iribarren Gorostegui - Su esposa y mi ama

 
Sitio en Internet en homenaje a Vicente de Ametzaga Aresti.
http://vicenteamezagaaresti.blogspot.com
Unico sitio en Internet, que lleva su nombre, de referencia completa de su vida y su Obra totalmente publicada en Internet, 
Poesias, Articulos de Prensa, sus Libros, completando asi, y cerrando todo lo que se habia escrito en libros sobre el y su vida
Creacion, Edicion y contacto: Xabier Iñaki Ametzaga Iribarren
e-mail: xabieramezaga@gmail.com
Blog Xabier Amezaga Iribarren: http://xabieramezaga.blogspot.com
Editoriales relacionadas con sus Publicaciones